Colaboración especial para Voz de la Diáspora Zarko Pinkas
Desde el inicio de las manifestaciones sociales contra el régimen de Sebastián Piñera en octubre de 2019, he tenido la oportunidad de ver videos verdaderos y leer noticias de medios verificados sobre el accionar de los militares y carabineros contra las personas que protestan.
Sumado a los informes de personas que han sufrido de la represión y las investigaciones de diversas ONGs de derechos humanos y medios independientes sobre los hechos que suceden en Chile.
Esto me ha dejado claro algo que siempre expuse en otros análisis y conversaciones sobre la realidad chilena en el ámbito político: la extrema derecha chilena siempre termina añorando la dictadura y la represión para solucionar los problemas sociales.
Al terminar de leer y contraponer los informes de la situación chilena, inmediatamente recordé la prepotencia y falta de humanismo de la derecha fascista chilena durante la dictadura y me dejó claro que aunque muerta la perra no se acabó la rabia; es decir, Pinochet nunca murió sino reencarnó.
La derecha demostró que solo usaba una máscara de renovación y sus discursos humanos fueron siempre una mentira. Este sector de la sociedad chilena nunca pudo digerir la derrota del plebiscito de 1988 y menos su rol minoritario en la sociedad. Favorecidos con una Constitución antidemocrática ganaron años de impunidad junto a sus aliados políticos de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Un amigo me comentó: ¿Has hablado con un milico o paco que no sea fascista o de extrema derecha? Nunca, le respondí.
De esa forma, pasaron los años y los gobiernos de la Concertación solo fueron testigos y administradores de una democracia vigilada desde los cuarteles. Ni Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y menos Michelle Bachelet pudieron realizar reformas estructurales por el temor de despertar la bestia dormida del fascismo que vive en los genes políticos y culturas de los militares y los carabineros.
Una bestia que sacaba las garras como lo hicieron durante la captura de Pinochet en Londres y al presionar para que hospedaran en casi hoteles de cinco estrellas a violadores de derechos humanos como la “bestia” Contreras, Miguel Krassnoff Martchenko y todo el séquito de criminales de uniforme. La Concertación siempre fue parte de una gobernabilidad fallida, la cual quedó evidenciada en las revueltas de este octubre de 2019.
Directo al grano y sin tanto análisis temeroso, la derecha chilena tiene una vena fascista y represiva, la cual es histórica y de eso no han podido salirse, pues es el mejor beneficio para poder gobernar bajo un modelo económico y político basado en la explotación humana, la distribución injusta de las riquezas, el clasismo y la deshumanización. Ahora cuando explotó la olla social hacen lo único que saben hacer: reprimir por la vía violenta.
Los militares y carabineros son parte integral de la visión de la derecha, sus mandos superiores son parte de esa élite clasista y sumado el gran aporte alemán del nazismo-fascismo en la filosofía de la educación prusiana de los militares tenemos como resultado un híbrido: los gloriosos cuerpos represivos del Estado.
Los grupos más democráticos que piensan que se puede cambiar esa mentalidad represiva y brutal de militares y carabineros están errados. No podrán modificar ese rol hacia la violencia social y represiva, pues el problema está que nunca fueron derrotados por la vía revolucionaria.
No existió una guerra civil que llevara a una derrota o empate militar como en el caso de Nicaragua bajo el Frente Sandinista de Liberación Nacional o el Frente Farabundo Martí para Liberación Nacional en El Salvador donde se dio un esquema de desgaste militar que llevó a una negociación.
Pinochet fue derrotado en el plebiscito, pero no en la memoria histórica de sus más rancios seguidores como son José Antonio Kast por mencionar al más tóxico junto a la mayoría que forman parte de la UDI y RN.
Esta gente fomenta el odio social con hordas de trolles en redes sociales llamando a la violencia hacia los ciudadanos que se manifiestan, usan el clasismo para calificar de rotos, lumpen, delincuentes o terroristas a la mayoría que lucha por un Chile digno.
Estos mismos seguidores de Kast y de “San Pinochet” celebran la violencia y se ríen de las personas que han quedado con daños oculares para toda la vida, así como se burlaban de los desaparecidos durante la dictadura.
En lo personal, no siento ninguna simpatía con cualquier grupo social en el poder (ya sea el régimen chavista de Maduro y actualmente Piñera en Chile) que ocupe a las instituciones armadas como matones y les suelte la correa para ir contra los civiles y no contra los delincuentes que se aprovechan del proceso de reclamo ciudadano.
Sospechoso es que estos vándalos tengan una logística tan bien creada para burlar al que se considera el mejor ejército de Latinoamérica y a Carabineros de Chile con años de experiencia en controlar “turbas”. Eso deja claro una clara incapacidad en el área de control de la delincuencia organizada que ha emergido en este momento y que no tiene ninguna relación con las protestas y movilizaciones ciudadanas.
El ejército y los carabineros son brazos politizados sin ninguna posibilidad de cambiar su forma de ver a los civiles como a quienes deben proteger. No van a modificar esa educación fascista y aquellos que lleguen a gobernar un nuevo Chile deben saber que la única solución es abolir al ejército y desarticular a carabineros y sustituirlo por un nuevo cuerpo de seguridad con orientación civil.
De esa forma, se corta de raíz a un ejército que es un gasto económico enorme y que solo tiene como rol militar dar golpes de estado, servir como carta de amenaza por parte de los fascistas y reprimir brutalmente a sus mismos ciudadanos.
El mismo presidente Piñera expresó: “Estamos en guerra” y sin duda que para él y la casta social que representa es así y estas palabras van conectadas a su razonamiento que las FFAA y Carabineros siempre serán el brazo armado no de Chile, sino de la derecha fascista que Sebastián Piñera representa ahora.