Redacción Voz de la Diáspora
El Salvador, Morazán-Cada diciembre, la comunidad de El Mozote y lugares aledaños en el norte de Morazán recuerdan uno de los episodios más dolorosos del conflicto armado salvadoreño: la masacre perpetrada entre el 11 y el 13 de diciembre ejecutadas durante el año de 1981 por el Batallón de Infantería de Reacción Inmediata Atlacatl, una unidad élite entrenada por Estados Unidos.
De acuerdo con informes oficiales, investigaciones periodísticas y resoluciones judiciales, más de 980 personas —la mayoría niños y mujeres, de los cuales 477 tenían menos de 12 años. Entre ellos, 248 menores de seis. fueron asesinadas en un operativo militar que arrasó con viviendas, cultivos y vidas enteras. Para organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el caso constituye una de las peores masacres de civiles ocurridas en el hemisferio occidental.

Foto: Cecilia Morales
Un crimen que intentó ser silenciado
Durante años, las autoridades negaron los hechos. Sin embargo, testimonios de sobrevivientes, como el de Rufina Amaya, y el trabajo de periodistas y defensores de derechos humanos lograron romper el cerco de silencio. Exhumaciones forenses confirmaron la magnitud del horror: cuerpos de niños agrupados, restos de mujeres con señales de violencia extrema y comunidades enteras reducidas a cenizas.
La masacre se convirtió en símbolo de impunidad y en un punto central de las demandas de justicia para las víctimas del conflicto armado.
Memoria y justicia en disputa
Aunque en julio de 2016 la Sala de lo Constitucional reabrió el caso al declarar inconstitucional la Ley de Amnistía, el proceso judicial ha enfrentado múltiples obstáculos. Las víctimas han denunciado falta de voluntad política para avanzar en las investigaciones y señalan la negativa del Estado a permitir acceso total a archivos militares que podrían esclarecer responsabilidades.
En los últimos años, organizaciones sociales han expresado preocupación por señales de retroceso en materia de derechos humanos y memoria histórica, alertando que la narrativa oficial intenta minimizar o reinterpretar hechos documentados como El Mozote.
El legado de una tragedia
Hoy, El Mozote es un sitio de memoria donde monumentos, placas y museos locales preservan la historia que el país no debe olvidar. Familias de las víctimas exigen verdad, justicia y reparación integral.

Fotos: Cortesía.
La masacre del Mozote no es solo un capítulo del pasado: es una herida abierta que recuerda que la democracia se sostiene en la verdad, y que la memoria es un acto de resistencia para garantizar que hechos similares nunca se repitan.