Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Uno de los grandes desafíos de los padres de hoy en día es entender a sus hijos adolescentes. En muchos casos se trata de un enigma difícil de desentrañar. No es para menos, están en una etapa de cambios constantes. Pasan por etapas de rebeldía, dulzura, empatía y desconcierto, por mencionar algunas.
Además, el cambio hormonal también contribuye a ese estado de mutación constante, donde el adolescente va adquiriendo su propia identidad, tanto sexual como personal. Es normal que cambien de parecer de un momento a otro y con criterios totalmente opuestos. Son como un torbellino de actividad e ideas donde se manifiesta el deseo de obtener su propia autonomía y tomar decisiones por sí mismos.
Como padres, ya no los podemos dirigir como cuando eran niños. Y entonces nuestro reto consiste en afrontar esa transición hacia la vida adulta de la mejor manera. Se necesita mucha valentía y paciencia para tratar de comprenderlos, pero a la vez firmeza cuando la ocasión lo amerita.
Es importante estar alertas sobre su comportamiento y ponerles atención a algunos aspectos. Por ejemplo, los cambios drásticos de amistades, sobre todo si estas no son muy recomendables. También si vemos una tendencia a esconderse a todo momento o al exceso de secretismo. Es probable que estén consumiendo tabaco, drogas, alcohol o participando en juegos de azar. Que duerman mucho, en cambio, no debe alarmarnos, es bastante común ya que pasan por mucho desgaste físico y mental.
Aunque esta etapa de la adolescencia pueda asustarnos, se debe tomar como algo natural. Un paso fundamental en el periodo de adaptación a la vida social como adultos donde se forja su personalidad y su relación con el resto de los seres humanos.
También hay una explicación médica para su comportamiento. Durante la adolescencia, las regiones límbicas (emocionales) del cerebro se encuentran cerca de la madurez, mientras que las prefrontales se siguen desarrollando hasta aproximadamente los 24 años. Por eso mismo son propensos a asumir riesgos, a buscar emociones fuertes y novedades.
Esta etapa también es la mejor para identificar adecuadamente sus particulares inteligencias de nuestros hijos y ofrecerles la mejor posibilidad para desarrollarlas. Si no se valoran, no se desarrollan y terminan por desaparecer.
Pero algo es seguro, la mentalidad de los adolescentes ha evolucionado respecto a otras generaciones anteriores. Ahora son más exigentes, respondones, independientes y hasta más seguros de ellos mismos. Si queremos entenderlos más, la única solución es platicar con ellos e intercambiar sensaciones. Solo en casos donde el diálogo es imposible se recomienda buscar una tercera persona, alguien neutral sin lazos afectivos con los padres o hijos.