Redacción Voz de la Diáspora
La irrupción de la inteligencia artificial IA está acelerando cambios profundos en el mundo del trabajo y revela los desafíos más urgentes para la educación superior. Si bien los debates públicos suelen centrarse en cuántos empleos se perderán o crearán, los especialistas enfatizan que la verdadera pregunta es otra: ¿qué tipo de empleo tendrá sentido en la próxima década y cómo deben prepararse las universidades para ese escenario?
Según el Foro Económico Mundial, entre 2025 y 2030 surgirán 170 millones de nuevos empleos, mientras que 92 millones desaparecerán. Pero el foco no está en la cifra, sino en la naturaleza de los trabajos que crecerán: sectores basados en datos, tecnologías avanzadas, ciberseguridad y economía verde.

“El reto no es enseñar IA por moda, sino entender dónde se generará valor y cómo preparar talento para esos sectores, especialmente desde las realidades productivas de cada país”, afirma la Dra. Adriana Angarita, CEO de SénecaLab.
La Organización Internacional del Trabajo destaca que la IA reorganiza tareas más de lo que destruye empleos, y advierte sobre el avance de la “gestión algorítmica”, donde herramientas inteligentes contratan, supervisan y evalúan.
“Si no formamos profesionales capaces de cuestionar la tecnología, la IA no solo generará desigualdad laboral, sino también desigualdad educativa”, señala la Dra. Angarita. En este contexto, competencias como la empatía, la ética y la creatividad se vuelven aún más valiosas en un mundo automatizado.
La transformación digital en universidades de varios países demuestra una paradoja creciente: se exige alfabetización tecnológica a los estudiantes mientras muchos docentes carecen de las habilidades digitales mínimas. La UNESCO insiste en que la capacitación docente es prioritaria para garantizar educación de calidad.

“Sin profesores competentes, no hay innovación; y sin innovación, la brecha digital se vuelve un abismo que desmotiva a nuestros estudiantes”, enfatiza la CEO de SénecaLab. En varios campus, los alumnos ya superan a sus profesores en uso de IA, evidenciando un desfase.
“En nuestra experiencia al trabajar procesos profundos de innovación, hemos evidenciado que el reto no es solo desarrollar habilidades digitales en los docentes, sino transformar la mentalidad y la operación institucional. Para avanzar se requieren lineamientos claros, herramientas adecuadas, datos confiables y espacios que reconozcan a quienes impulsan estas transformaciones. La innovación no se da por decreto, sino por contagio”, explica la Dra. Angarita.
Para enfrentar este panorama, las universidades deben actualizar su oferta académica identificando los sectores de alto valor: datos, ciberseguridad, salud, logística, economía verde y educación. A la vez, deben alinear sus programas a las competencias más demandadas: pensamiento analítico, resiliencia, liderazgo, alfabetización digital y creatividad. Los modelos de currículos modulares, híbridos y con microcredenciales son parte esencial de esta adaptación.
“No podemos seguir diseñando programas para un mercado laboral que ya no existe; la universidad debe anticipar, no reaccionar”, sostiene la Dra. Angarita.
Otro desafío estructural es la profesionalización digital del cuerpo docente. Manejar herramientas como chatbots o plataformas interactivas ya no es suficiente. Los profesores deben aprender a diseñar experiencias híbridas, personalizar el aprendizaje con IA y tomar decisiones basadas en datos.
“Cuando los docentes se actualizan y usan la tecnología con sentido, el aula deja de ser un espacio de transmisión y se convierte en un laboratorio de creación y pensamiento crítico”, agrega la líder de SénecaLab.
Sin embargo, la brecha digital persiste, mientras en los países de altos ingresos el 93 % de la población usa internet, en los de bajos ingresos solo lo hace el 27 %, lo que limita el impacto de la IA en la educación superior.
La OIT recuerda que la IA es una herramienta, no un destino. Su adopción requiere protección social, capacitación y buena gobernanza.
Para la Dra. Angarita, la clave está en asumir la responsabilidad estratégica de las instituciones: “Si las universidades ponen el foco en la calidad del empleo, en sectores de valor y en el fortalecimiento docente, podrán liderar una transición justa. Si no, seguirán formando profesionales para empleos sin sentido”.
Más información: www.senecalabonline.com