Por Ramón Rivas/Antropólogo
El Salvador – A inicios de junio pasado de este año 2024, visité a mi coterráneo y amigo Penato Romero, en su talabartería en el Ilobasco de mis recuerdos, y me acompañó mi maestro de la plástica Joel Herrera, amena y agradable visita. Yo aparte de querer saludar a Penato buscaba un pedazo de cuero para forrar mi amigo inseparable, mi Diario de Campo.
Platicando con Penato, y en eso de atender a los clientes, conversar con nosotros y prepararme el pedazo de cuero, se nos hizo larga e ilustrativa la platicada que comparto con ustedes amigos.
Penato me decía que fue su abuelo, don Antonio (Toño) Romero, nacido en Ilobasco, quién dio inicio al negocio de la talabartería hace ya unos noventa años.
Era el tiempo en que la gente solo se transportaba en caballos y carretas, también tirada por animales, y el tiempo también que usar una buena montura era como tener carro nuevo. Siguieron el negocio, don Rigoberto y ahora es su hijo él Reynaldo (Penato) Romero el heredero de esa tan útil, noble e histórica tradición.
El taller se localiza en una casa en alto, en una esquina, precisamente frente a la “Casa San José”, que alberga a los ancianos sin familia de la ciudad.
En la talabartería -que es casa/taller-, a un lado de la puerta colgados de la pared y sobre unos estantes, se exhiben aparejos, monturas, coyundas, y una infinidad de otros accesorios de ese tipo.
Para Penato Romero, el oficio de talabartero es “nada más ni nada menos” que el arte de trabajar el cuero” y se lo creo. También se elaboran monturas, cabezadas para frenos, gamarrones, vainas, tenedoras, cinchas y albardas, cartucheras para pistolas, sostenedoras, carteras, billeteras de correa; pero también se confeccionan las coyundas que sirven para amarrar la cabeza de los bueyes al yugo. Vi muchos productos como lo ilustran las fotos anexas a este relato.
Todos los productos son elaborados de puro cuero. La materia prima la consiguen el Santa Ana, uno de los principales lugares de procesamiento. El cuero se compra por pie y a veces por libra y entre los tipos de cuero están: vaqueta, suela, carnaza, piel o napa.
Las herramientas que utilizan son las mismas de antes: martillo, alicate, lesna, cuchillo, desarmador, piedra para afilar, compás, saca bocado, parrilla para cocer y el nylon, que reemplazó al cordel de algodón, conocido entonces como hilo de empacar.
Penato me dice que “la talabartería es uno de los pocos oficios en los que se mantiene la tradición, no hay cambio y se trabaja con las mismas placas metálicas, las mismas chingas y trenzas de cuatro, igual que como se hacían hace cien años, y me dice, antes era el mismo talabartero quien pintaba la suela con camotillo; y eso es lo único que ha cambiado, ya que hoy se pinta en la fábrica”.
Me cuenta, además, que es desde los años setenta, del siglo pasado, que el procedimiento del cuero se tecnificó. Ahora son principalmente los campesinos los que compran el producto artesanal, producto que poco a poco va quedando sólo como recuerdo y nostalgia.
Hasta hace unos cuarenta años, Ilobasco disponía de varias y destacadas talabarterías, cómo la de don Agustín abarca, QEPD, don Rafael Quiñonez, QEPD y don Chus Flores, QEPD. En la actualidad, el trabajo de talabartero es un oficio que nadie quiere aprender.
Tengo entendido que en la actualidad sólo quedan tres talabarterías en Ilobasco; dos en la colonia Miranda; la de don William Tovar y la de Don Lito Abrego. Los mismos artesanos son de la opinión que cada vez es poca la demanda, y ello es por causa del desarrollo de la tecnología.
Todo está tecnificado: “hoy en día, la gente compra porque le gusta recordar el pasado. Se vende sólo en aquellos lugares del país donde aún hay agricultura; San Miguel, Chalatenango, por ejemplo, y la gente de Honduras que viene a comprar”.
Al momento de mi visita a Penato llega un cliente: “¡Buenos días! Usted tiene una tirita de cuero que yo pueda usar para amarrar un corvo. Mire, cuánto vale una vaina chiquita de cuero para meter el corvo y si la tiene cuánto me cuesta. Mire esta. ¿Cuánto cuesta?, dos coras, le dice Penato.
Hace unos treinta años había bastante demanda; enero y febrero eran los meses buenos para la venta. Ahora hay talabartería que son debía opinión que “en cuanto más carreteras se abran, será menos la demanda de los productos de talabartería, ya que la carrera lleva vehículos y los caballos son menos utilizados. Y con todo ello, la modernización llegó y cuando despertamos nos dimos cuenta que, en un santiamén, todo es recuerdo.
Gracias Penato por ilustrarme y revivir el pasado viendo todos esos productos de talabartería. ¡Gracias!
Talabartería artesanal, ubicada en distrito de Ilobasco, departamento de Cabañas, El Salvador