Por Alberto Barrera
“El culto a la vida,
Si de verdad es profundo y total,
Es también un culto a la muerte”.Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad (1950).
Pittsburg, California – Halloween y Día de Muertos son celebraciones arraigadas en toda América en las que se mezclan viejas tradiciones de agradecimiento por las cosechas y reverencia a los muertos con una carga de moderno festival de brujas, calaveras y cementerios con luces y vivos colores.
En octubre es común ver en esta ciudad del área de la Bahía de San Francisco casas adornadas con figuras alusivas a Halloween, una fiesta religiosa que se convirtió en pagana como Día de Brujas en el que se representan monstruos, esqueletos humanos que representan la muerte, zombies, tumbas y otros que generan un ambiente espeluznante, aunque es un festejo muy celebrado.
Mientras el Día de Muertos o de Difuntos en países latinoamericanos, principalmente en México y la zona de Mesoamérica, rinden homenaje a familiares y amigos fallecidos por lo que en los cementerios es una celebración con flores naturales y artificiales, gallardetes de papel o plásticos de colores y hasta mariachis y otros grupos musicales entonan melodías en recuerdo de los deudos que partieron.
Ambos días tienen un origen religioso, aunque son distintas celebraciones en la actualidad. En Estados Unidos es parte de su cultura moderna y otros países Halloween es festejado y proviene de la frase inglesa «All Hallows’ Eve» que se traduciría como víspera de todos los santos. El Papa Gregorio IV lo instituyó en el siglo IX como “Día de los Fieles Difuntos”, según una investigación periodística de BBC.
Pero los santorales católicos lo incluyeron hasta en el siglo XVI cuando los europeos, inicialmente los conquistadores y colonizadores españoles acompañados de misioneros católicos, llegaron a América y encontraron pueblos originarios que honraban a sus muertos y al imponerles el cristianismo mezclaron la celebración con sus rituales, según la investigación “El día de los muertos” de la serie Historias y Costumbres del Centro para estudios Latinoamericanos de la Universidad Vanderbilt.
Los imperios: Azteca en el valle de México, Maya en la región sur mexicana y Guatemala, Honduras y El Salvador y el Inca en Perú tenían tradiciones que después mezclaron con los que trajeron los misioneros católicos.
“La fiesta del Día de muertos es uno de los múltiples efectos del encuentro de dos mundos”, escribió Elsa Malvido en su investigación “La Festividad Indígena Dedicada a los Muertos en México” en 2006, luego de que tres años antes la UNESCO la declaró Obra Maestra del Patrimonio Oral de la Humanidad.
En Europa los historiadores vincularon Halloween con un antiguo festival pagano de los pueblos celtas llamado “Samhain” en el que celebraban el fin del verano y la llegada del otoño, el cual duraba tres días y comenzaba el 31 de octubre lo que “según algunos académicos era un tributo al rey de los muertos”, agregó BBC en su investigación.
Samhain, que según National Geographic etimológicamente es “el final del verano”, marca el final del año celta y es una noche en la que los difuntos regresan a sus antiguos hogares y otros espíritus vengativos y hadas malas vagan por la tierra. Los celtas habitaban regiones de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia.
National Geographic asegura que la costumbre de entonces “era dejar comida y dulces afuera de sus casas en manera de ofrenda. Por otro lado, era común encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y descanso”. Agrega que “la noche del 31 de octubre también se hacían rituales. Estos tenían un carácter purificador.”
De ahí que la costumbre de Halloween en Estados Unidos principalmente es que niños y adultos con disfraces de brujas, vampiros y hasta personajes de los comics de súper héroes, visitan casas en sus comunidades pidiendo dulces y chocolates. El ambiente es de una fiesta aunque algunas casas estén sombrías y solo destacan enormes calabazas color naranja a algunas de las cuales les calan huecos que simulan ojos, nariz y boca por donde se ve una luz colocada en el interior.
En una escuela de secundaria de Pittsburg uno de los muchachos llegó disfrazado y atrajo la atención porque su atuendo blanco con una túnica y una capucha estilo cucurucho, similar a los que han usado miembros del grupo supremacista blanco Kukuxklan con una larga historia de violencia, principalmente contra los afroamericanos. Luego se explicó que lo hizo por una apuesta con uno de sus amigos, pero atrajo la atención de la prensa.
Debido a la pandemia por segundo año la popular fiesta será disminuida por los temores a contagios, pero nada impide que en los patios y portales exteriores tengan imágenes y figuras de terror que por mucho tiempo han sido una tradición y que los medios audiovisuales, principalmente el cine de terror, ha ayudado a establecer su preferencia entre la población.
Entre 1845 y 1849 durante la “gran Hambruna en Irlanda” que era parte del Reino Unido, más de un millón de personas emigró a Estados Unidos y les acompañaron sus historias y tradiciones por lo que no es extraño que Halloween aparezca mencionado luego de ése éxodo, dijo BBC.
En las ciudades de Estados Unidos las casas, negocios y otros edificios se adornan con objetos alusivos a criaturas como vampiros, brujas, hombres lobo, muertos vivientes y figuras icónicas del gustado cine de terror. No faltan tampoco las imágenes de tumbas, cementerios, arañas, gatos y calabazas.
Mientras que en el sur de México y gran parte de Centroamérica se mantienen las tradiciones de honrar a los muertos, combinando algunas costumbres y leyendas de los antepasados indígenas que no veían la muerte como un fin si no como parte de un ciclo de la vida y lo cristiano, aunque hubo cambios con el paso del tiempo.
Guatemala que cuenta con una gran población indígena celebra el 1 de noviembre como Día de los Santos en Santiago Sacatepéquez, centro del país, con enormes cometas o barriletes porque los consideran una “conexión simbólica con los muertos y guían a los espíritus hacia sus familiares”, dice el estudio de Vanderbilt, además de ofrecer comida y bebida a los difuntos.
Mientras que en San José Petén, al norte guatemalteco, la tradición es la procesión de tres cráneos sagrados o “Las Santas Calaveras” que se cree son de tres reyes Mayas o sacerdotes y los asistentes les veneran para que les den salud, buenos cultivos o bendigan sus matrimonios, según el mismo estudio.
Esa tradición es parecida a “el Día de la Calabiuza” que se celebra el 1 de noviembre en Tonacatepeque, en la periferia noreste de San Salvador, y el cual muchos consideran “un culto a la muerte”. Es una fiesta antigua por el fin de la cosecha y por lo cual muchas casas preparan el 1 de noviembre “ayote en miel” que es un cultivo de la región similar a la calabaza del norte y que cocinan en grandes ollas de barro con “dulce de panela” o “piloncillo” para regalar a visitantes que en su mayoría son niños.
«Ángeles somos y del cielo venimos, pidiendo ayote para nuestro camino, mino, mino», es la frase que usan los visitantes en las casas que llegan con una vela y un recipiente conocido como “guacal” que es la mitad de un fruto redondo del “árbol de morro” y al cual le quitan la pulpa para usarlo para bebidas como atoles o refrescos.
La costumbre es convierte en fiesta con desfile de personajes de leyendas locales como La Siguanaba, El Cipitío, la carreta chillona o el Padre sin Cabeza, jóvenes y niños con atuendos de calaveras o disfraces de brujas son acompañados de música e ingieren comida típica y el ayote dulce. El festejo antecede a la ceremonia en los cementerios públicos y privados en todo el país.
Foto: Roberto Escobar.
Esas y otras tradiciones son parecidas y tienen vínculos paganos y cristianos, europeas y americanas, en días de santos y de muertos o de brujas y vampiros que millones celebran entre el 31 de octubre, y el 1 y 2 de noviembre pero que la peligrosa pandemia COVID-19 ha marginado desde el año pasado, sin impedir que algunos organicen sus fiestas o recuerden a sus difuntos.
2. Festival de la Calabiuza en Tonacatepeque, El Salvador. Foto: Luis Galdámez
3. Cocina del «ayote en miel» para Festival de la Calabiuza en Tonacatepeque, El Salvador. Foto: Oscar Rivera