Por Alberto Barrera
La falta de seguridad sobre lo que ocurrirá en El Salvador en las elecciones legislativas y municipales del 28 de febrero ha sumido a muchos en la incertidumbre, agobiados por una campaña agresiva, la utilización de pretensiones como verdades y los abusos de poder.
Las posibilidades electorales confluyen en la popularidad del presidente Nayib Bukele y todos los sondeos de opinión pública y análisis le dan a su partido Nuevas Ideas el mayor porcentaje para un triunfo abrumador.
Quedan inquietudes, pero difícil que cambie el anunciado triunfo oficialista para el temor de unos o alegría de otros.
Tenemos una masa manipulada y desinformada en la que los medios de comunicación y periodistas tenemos responsabilidad por no ejercer con profesionalismo nuestra labor. El resultado a favor del partido oficial podría cambiar el escaso avance en la democracia y las esperanzas generadas cuando hace más de 29 años terminó una sangrienta guerra fratricida y se abrieron las puertas a un futuro mejor.
La sociedad y sus instituciones, pese al avance, no cumplieron como debían, aquel camino lleno de promesas y sueños pareciera que es hoy al revés. El rumbo sería de la esperanza a la locura.
La ruta para los arrepentidos, que en las pasadas elecciones no votaron o dieron su voto a otro partido, está abierta y quizá algunos vuelvan al redil, aunque todo apunta al color cian, que usan dos partidos uno con la N y el otro con el dibujo de una golondrina, sea el que domine el espectro político, social y económico del país.
A las puertas del proceso electoral que algunos consideran el más importante en décadas, la población se alista a escoger 84 diputados, 262 Concejos Municipales y 20 escaños en el Parlamento Centroamericano (Parlacen).
En las últimas elecciones el abstencionismo fue cerca del 50 por ciento. Nadie ha dicho que esperan superar ese porcentaje, pero han pedido que acudan a las urnas los 5,3 millones de personas en el padrón electoral. El entusiasmo, como siempre, no es de toda la gente.
Cuando uno transita por calles, pueblos y ciudades todo parece normal, exceptuando por la contaminación visual de los partidos y candidatos que han tapizado paredes, muros, postes y colocado enormes vallas en lo que se nota la diferencia en la “inversión” del dinero que nadie explica de donde viene para apoyar tal o cual candidato de x o y partido.
Lo mismo pasó durante dos meses cuando se sintonizaban radios o televisoras y se veían las redes sociales, todos saturados con pedidos del voto de los 10 partidos en la contienda. Hubo duros ataques y demandas “oficiales” a ejercer el sufragio contra “los mismos de siempre”. La efervescencia política fue exacerbada.
La organización Acción Ciudadana dijo en la campaña que se gastaron más de 7,0 millones de dólares y de los cuales más de 5,0 millones fueron de Nuevas Ideas de Bukele, aunque él asumió el poder con el respaldo del conservador, calificado como de “derecha popular”, Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) creado por el ex presidente Elías Antonio Saca (2004-2009), quien guarda prisión condenado por corrupción y saqueo al erario público.
Saca fue candidato de nuevo a la presidencia en las elecciones de 2014 respaldado por GANA, también por los conservadores Partido de Concertación Nacional (PCN) y Demócrata Cristiano (PDC), pero fracasó, aunque analistas dijeron que fue para quitarle votos (más de 307 mil) al derechista Arena –que él dirigió- para que el izquierdista Fmln ganara la presidencia por segundo periodo con el ex comandante guerrillero, Salvador Sánchez Cerén.
En el ambiente queda un aire tóxico por despilfarros, odios en las redes sociales de candidatos o electores, por funcionarios o ciudadanos y que al parecer fue la llama para que activistas del partido de la ex guerrilla Fmln fueran tiroteados y causaran dos muertos y cinco lesionados por tres personas vinculadas al ministerio de Salud, entre ellos un agente policial que habría disparado su arma. La fiscalía aún no culmina la investigación.
Cuando era prohibido por la ley el presidente Bukele pidió en mensajes pagados en televisión el voto para su partido e inauguró el baipás de la carretera a La Libertad; el ministerio de Educación entregó computadoras y tablets a estudiantes y la ministra de Desarrollo Local, María Ofelia Navarrete, conocida como María Chichilco cuando fue guerrillera, pidió el voto para Nuevas Ideas. “Votar es tan fácil solo marca la N de Nayib, la N de mi querido presidente”, dijo la funcionaria.
Por todo eso invade la incertidumbre. Y no es por gusto, no es invento, aunque la mayoría no se entera o no entiende el riesgo que corre la incipiente democracia en un país en el que se libró una brutal guerra que en más de una década (1980-1992) causara unos 75,000 muertos.
Bukele no esconde su interés por el control de la Asamblea Legislativa que escoja nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Cuentas, al Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos y funcionarios en otras instituciones que no se opongan a las decisiones de su gobierno.
Previo a las elecciones hubo un incremento de la violencia criminal pero pasó casi desapercibido. Ojalá que el proceso no registre violencia el día de las votaciones como lo acotó con temor el Procurador de Derechos Humanos, Apolonio Tobar.