
Por Oscar Vigil
Toronto, Canadá. Treinta años definitivamente no son suficientes para cicatrizar las heridas políticas, sociales y psicológicas que produce una guerra, y eso quedó demostrado el fin de semana en Toronto durante la exhibición del documental “La Batalla del Volcán”, el cual revive el conflicto armado salvadoreño de hace ya más de tres décadas.
Las lágrimas no dejaron de rodar, por suerte la oscuridad de la sala de cine las ocultaba para ahorrar la vergüenza, una vergüenza mal entendida porque más que una debilidad eran en realidad una catarsis de un trauma no diagnosticado ni reconocido. Un trauma del que con seguridad siempre se ha tenido la idea de que existe, pero que ha sido guardado en el rincón más remoto de los recuerdos.
Lo que sí fue difícil de ocultar fueron los sollozos, esos lamentos ahogados a la fuerza que, no obstante, obligaron a más de alguno a abandonar la sala a media proyección ante la impotencia de acallarlos por completo.
El silencio en realidad fue casi absoluto, solo interrumpido por los sonidos de las metrallas, de las bombas y de los diálogos que intentaban darle contexto a un conflicto que en su totalidad duró 12 años y que dejó un saldo de 70 mil muertos, miles de heridos y más de un millón de refugiados, muchos de ellos viviendo ahora en Canadá.
“La Batalla del Volcán” es un documental del cineasta salvadoreño radicado en México, Julio López, el cual fue estrenado hace dos meses en El Salvador y que hace un recuento de la mayor ofensiva realizada por la entonces guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) el 11 de noviembre de 1989 en la capital del país centroamericano, y que en su máxima intensidad duró aproximadamente 20 días.
La producción recoge imágenes históricas de esos días y las entremezcla con los diálogos de los protagonistas de ambos bandos casi 30 años después, quienes recorren los lugares precisos en que combatieron entre sí, tanto en los barrios más pobres como también en los más acaudalados de San Salvador.
Enfrentamientos feroces, destrucciones masivas, asesinatos despiadados y huidas despavoridas fueron la constante de esas tres semanas de combates entre el ejército salvadoreño apoyado por los Estados Unidos y la entonces guerrilla del FMLN, que al final dejaron claro que ninguno de los bandos podía derrotar al otro y que por lo tanto la vía armada ya no era más una opción.
Esa batalla, que la guerrilla denominó “Ofensiva Final Hasta el Tope”, fue en definitiva el detonante que produjo un proceso de diálogo y negociación que duró tres años y que concluyó con los acuerdos de paz que marcaron el fin del conflicto armado en enero de 1992.
En diálogo con la audiencia en Toronto, vía Skype, Julio López dijo que tardó seis años en hacer el documental, tres años de investigación y tres de producción, y que para ello habló con cerca de un centenar de personas que habían combatido en dicha batalla, de las cuales escogió 40 historias contadas por 30 personas, que son las que aparecen en el relato.
“Lo importante era hacer un retrato general de toda la batalla contada por un montón de voces”, explicó, agregando que “es un trabajo de investigación muy importante porque nunca se había contado la historia de esta batalla, y porque el objetivo de la película es ser un espacio para la memoria de la guerra civil y un espacio para el diálogo entre los salvadoreños”.
“Creo que es la primera vez que se habla con honestidad de la guerra, y eso ha sido lo más importante, porque la gente de todos los bandos y de todas las edades se ha podido conectar con la película y generar estos procesos de diálogo dentro de sus propias casas. Se ha generado un diálogo muy importante por las heridas que aún están abiertas”, apuntó.
En Toronto pareciera que el tiempo aún no ha pasado por esas heridas, y que las mismas siguen más frescas y abiertas que como están en el país centroamericano, probablemente porque aquí el proceso de sanación nunca se ha iniciado.
“Yo salgo en la película”, dijo una salvadoreña de la audiencia, explicando en qué imagen aparecía como parte de las fuerzas guerrilleras que atacaron en Mejicanos, ciudad periférica de la capital.
Otra se acercó para contar la impresión que tuvo al ver a su esposo también en plena acción, al tiempo que otros recordaban sus experiencias y las de sus familiares, amigos y conocidos, en una especie de catarsis colectiva al final de la proyección.
El documental fue presentado por el Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF por sus siglas en inglés) con el apoyo del Consulado General de El Salvador en esta ciudad canadiense.
Roberto Martin, artista visual salvadoreño que salió de El Salvador precisamente a causa del conflicto armado, dijo que el documental le trajo una cantidad enorme de memorias y que es un reflejo de las visiones que ambos lados tenían durante el conflicto y del acercamiento que ha ocurrido una vez finalizada la guerra. “Esos son los sentimientos dentro de la sociedad salvadoreña en El Salvador y también dentro de las comunidades de salvadoreños en el exterior”, explicó.
Por su parte Oakland Ross, prestigioso escritor y periodista canadiense que cubrió el conflicto armado salvadoreño para los periódicos The Globe and Mail y The Toronto Star, dijo haberse sentido muy conmovido por la historia de esa gran batalla, y particularmente por los recuentos hechos casi tres décadas después por los actores mismos del conflicto.
La exhibición fue sin duda una jornada de agobio, pero también de resiliencia para muchos salvadoreños en Toronto, un espacio de reflexión sobre un pasado difícil y, como dice el cineasta López, “una oportunidad de encontrar las respuestas a las heridas de la guerra”.