Por Ana María González
Mauricio Foghagen, salvadoreño proveniente de Santo Tomás, radica en Suecia desde hace 19 años. Desde muy joven le gustó la cocina, aprendió ese arte durante sus reuniones en los Boy Scouts. Trabajó de mesero en un restaurante de la Costa del Sol, y le gustó tanto el ambiente de servir y cocinar, que decidió que un día sería chef.
Debido a la catástrofe, producto de los dos terremotos del 2001, Mauricio quería emigrar del país. En ese tiempo, varias agencias de viajes promovieron un programa de asilo en Suecia, que incluía residencia, vivienda y trabajo. Esto, al final resultó ser un engaño. Al llegar al aeropuerto del país escandinavo, las autoridades de migración les dijeron a él y a cientos de familias salvadoreñas que no existía ningún programa de asilo, muchos fueron deportados, pero Foghagen logró quedarse porque conoció a su pareja y se casó.
Vivió por un tiempo en Hedemora, en la provincia de Dalarna, al noreste de Suecia. Estudió por un año cursos intensivos de cocina en la escuela de Komvux, para ser chef. Al graduarse puso en práctica sus nuevos conocimientos y trabajó en un restaurante de temporada en Kiruna, al norte de Suecia. Antes de la pandemia viajó a Estocolmo, y debido al impacto económico del COVID-19, perdió el empleo y se tuvo que reinventar.
Comenzó vendiendo pupusas y todo tipo de comida salvadoreña por encargo, repartía a domicilio en las estaciones de tren más populares de Estocolmo. Pero no es el único, en el país escandinavo hay muchos salvadoreños que realizan sus ventas de comida típica, como pupusas, tamales, sopa de res, carne asada, quesadillas y semita, entre otros.
Pero Mauricio quería alcanzar no solo comensales salvadoreños, también al pueblo escandinavo, y ahí nació la idea de la «gastroneta» de comida salvadoreña “El Rincocito Azul”, dándole vida a este sueño desde el 11 de septiembre de 2020. Para recordar sus raíces, en el logo lleva la Parroquia de Santo Tomás Apóstol, el municipio donde nació y tiene recuerdos de su infancia. Pero ha sido todo un reto, antes de comenzar a realizar sus ventas de comida a domicilio, aprendió a hacer pupusas viendo videos en internet, ahora es todo un experto y sus pupusas tienen un toque especial.
Para poder realizar su emprendimiento tuvo muchos retos, uno de ellos era entrar al mercado gastronómico escandinavo, lo cual no es fácil, ya que debía recibir los permisos para operar con la gastroneta en diferentes puntos de Estocolmo. También debía recibir asesorías sobre importación de materia prima, esto último fue parte del entrenamiento comercial que le brindó la Embajada de El Salvador en Estocolmo.
Las noches de desvelos han rendido frutos, sus clientes frecuentes viajan grandes distancias para degustar la comida salvadoreña y recordar el sabor de su país. Pero Foghagen tiene comensales de todo tipo de países, latinoamericanos, nórdicos y asiáticos, entre otros. La comida que más disfrutan son las pupusas y las tortas «Hula Hula».
En su menú están las infaltables yuca frita, carne asada, rellenos de chilaquilas, rellenos de güisquil (chayote), pinchos de camarón, y postres típicos como empanadas, quesadillas y semitas.
Mauricio incentiva a los salvadoreños a lograr su propósito y a realizar sus sueños. “No es fácil, pero nada es imposible en este país. A mis 19 años de estar acá, yo lo he realizado”.
Si alguna vez visitas Estocolmo y quieres degustar un pedacito de tu tierra, busca en redes sociales el “Rinconcito Azul”.