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A puertas cerradas

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Por Jennie Barb, psicóloga, terapeuta familiar

La cuarentena por la pandemia de Covid 19 tiene múltiples caras. Vivimos un momento histórico sin precedentes para la humanidad, que amenaza nuestra vida, nuestra salud mental y la economía global. La experiencia es un duelo que se vive con distintas intensidades, un estrés constante que desconocemos cuando va a terminar. Subsiste la amenaza del contagio, para algunos, sus seres queridos se enferman o fallecen, se pierde o se suspende el trabajo, se observan estadísticas desalentadoras y se definen amigos, parejas y relaciones. Esta experiencia es en sí misma transformadora y sus efectos no terminarán una vez que se levante la cuarentena y paulatinamente se vuelva a una relativa normalidad.

Se añoran los abrazos y los contactos afectivos con los seres que amamos. Soplan vientos de cambio, de transiciones dolorosas que de alguna manera nos harán crecer, ojalá para convertirnos en mejores seres humanos. La tarea es sobrevivir y ser corresponsables para evitar el contagio de otras personas. El llamado, quedarnos en casa. Son momentos en que la resiliencia, la estabilidad emocional, la familia, la solidaridad y la amistad tienen especial relevancia. Los lazos afectivos empiezan a expresarse de manera creativa, la tecnología nos muestra su lado más amable.

Observamos formas muy diversas de vivir esta cuarentena.   Unos la viven en familia, otros en pareja y muchos otros en soledad. Esta experiencia pone a prueba nuestros recursos emocionales, nuestra inteligencia y nuestra creatividad. La meta es evitar que se grabe como un trauma que afecte nuestra salud mental y sobrevivirla lo más intactos que podamos.

Todos los grupos etarios que están viviendo esta cuarentena en la diversidad de sus formas, pueden sufrir de ansiedad, angustia, depresión, insomnio, altos grados de frustración, irritabilidad, diferentes niveles de estrés, miedo al contagio y a morir, aburrimiento, preocupaciones financieras y laborales etc. Este panorama reta la estabilidad emocional y exacerba los problemas que ya existían en la familia y la pareja. Incluso en familias donde el conflicto no escalaba, los niños se encuentran en riesgo.  

Los niños por pequeños que sean perciben la incertidumbre, la preocupación y el miedo del ambiente. Notan que los padres no salen de casa como antes, observan la preocupación por ver las noticias y oyen sin comprender, cifras de defunciones y contagios por el peligroso virus. Ya no van a la escuela, porque ir a la escuela ya no es seguro. Escuchan discutir a los padres y los observan angustiados. No pueden bajar a jugar, ni ver a sus abuelos, ni estar con sus primos o sus amigos. Sus vidas también han cambiado. Los niños pequeños no pueden explicar que se sienten ansiosos y empiezan a mostrar cambios en su comportamiento. Se vuelven irritables, lloran con facilidad, muestran conductas regresivas, sus patrones de sueño cambian, se vuelven demandantes, quejumbrosos y tienen pesadillas. Ellos temen que sus padres o abuelos se enfermen y que en el peor de los casos mueran. Las pataletas se hacen más frecuentes, como sus necesidades de afecto y atención.   Es necesario ver lo que hay detrás de su comportamiento aparente. No es el momento de aplicar normas de disciplina estrictas, es el momento para ser más tolerante, para manifestar el afecto, la empatía, motivar la expresión de sus emociones y validarlas aceptándolas, nombrándolas sin negarlas o intentar anularlas. Explíqueles de manera sencilla lo que ocurre. Asegúreles que quedándonos en casa todos vamos a estar bien, que esto va a pasar, que sólo tenemos que esperar. Apóyese en juegos, en dibujos, trabajos con témpera, léales cuentos, dedíqueles tiempo. Esta es una oportunidad para reparar y para construir en familia.

Los adolescentes generalmente son ansiosos por naturaleza. Estar en cuarentena aumenta su ansiedad. Ellos comprenden las razones de la cuarentena. Saben que el exterior es una zona de peligro, pero socializar con su grupo de amigos es una necesidad y el encierro les produce angustia. Toda su rutina cambia y eso les produce inestabilidad. Ellos tienen especial dominio de la tecnología, pueden mantenerse en contacto con sus amigos a través de Whatsapp, Skype, Zoom o House Party. Muchos temen perder su año escolar, lo que aumenta su ansiedad. Mantener rutinas y horarios los ayuda. Estar con sus padres tiempo completo trae choques que deben evitarse a toda costa. Los padres juegan un papel importantísimo para mantener la paz familiar. Deben ser más flexibles, usar el humor, evitar confrontaciones, compartir sus emociones, escucharlos, demostrarles su afecto y darles tiempo para conversar y conocerse más profundamente. La cuarentena es una oportunidad para mantenerse cerca de sus hijos adolescentes que probablemente no se repita.

Los adultos mayores se estigmatizan por ser los más vulnerables y amenazados. Este grupo diverso con estilos de envejecimiento y necesidades distintas requiere del apoyo familiar para mantenerse seguro ante la pandemia. Si viven solos, la familia debe estar pendiente de ellos, llamarlos, asistirlos en sus compras para que no se expongan, demostrarles que, aunque no estén con ellos, están cerca. Muchos adultos mayores son proclives a la depresión y el confinamiento en soledad lo perciben como un abandono. Aquellos de edad muy avanzada dependerán de sus cuidadores, estos deben ser supervisados y apoyados en su tarea.

Las personas que manejan el estrés exitosamente en esta cuarentena son las que estructuran su día. Tienen una rutina, se mantienen en el aquí y el ahora a través de actividades específicas, esto disminuye la angustia. Estas personas establecen horarios para ejercitarse, asearse, comer, trabajar, descansar y recrearse. Incluyen relajación o meditación, así como actividades de aprendizaje que estimulan habilidades, capacidades y competencias. Si son creyentes, oran. Tienen presente que el propósito de la cuarentena es salvaguardar vidas. No se atiborran de información, no abren videos con imágenes catastróficas y se guían únicamente por noticias emanadas de fuentes confiables. Se mantienen en contacto diario con familiares y amigos a través de las redes sociales. Usan la tecnología, hacen llamadas en video que les permite mantener un contacto visual dando la sensación de cercanía.

No todos experimentan la cuarentena de la misma manera, ni la viven en los mismos ambientes. Hay familias donde además de bregar con los efectos emocionales del encierro, se suma la pobreza, el hacinamiento y la violencia. No todos los que estamos en casa estamos seguros. Muchas mujeres y muchos niños viven esta cuarentena encerrados con su agresor.

La violencia intrafamiliar en todas sus formas aumenta al subir los niveles de estrés.   Y en el incesto, la accesibilidad del agresor a la víctima facilita el delito. Estos niños y mujeres se encuentran más que nunca a merced de su victimario. La casa se convierte en un campo minado potenciado por la cuarentena. La frecuencia y la severidad de la violencia aumenta. Alejarse de la violencia intrafamiliar tanto para mujeres como para los niños ya no es fácil. Las redes de apoyo, como maestros, vecinos o familiares no son accesibles.

Mujer, si estás en una situación de violencia denúncialo llamando al 311, 182 y al 323-3281 del Instituto Nacional de la Mujer, INAMU. Esto puede salvar tu vida. Ten presente que tus hijos no pueden defenderse solos. Debes estar vigilante. Observa cómo interactúan con otras personas. Fíjate si presentan signos de alerta de abuso sexual, como ropa interior manchada o con sangre, dolor o irritación en las partes privadas o cambios en su comportamiento. Si sospechas que está siendo abusado sexualmente puedes hacer la denuncia al 147 del Ministerio de Desarrollo Social y a la Línea de Atención de Salud Emocional del Ministerio de Salud 169.   Si eres un niño o adolescentes y estas siendo víctima de violencia llama a la Secretaría de Niñez y Adolescencia al 6378-7876 para recibir ayuda. ¡Cuidémonos, a puertas cerradas!

Jennie Barb, psicóloga, terapeuta familiar.
 
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