Por Rocío Rivas
Hace 74 años, en las radios coreanas sonó el comunicado de la rendición de los japoneses. Era 15 de agosto de 1945, a las 12 del mediodía, cuando el emperador Showa pronunció las palabras de rendición. Era un tiempo de cambio.
Luego de escuchar a su líder, centenares de militares japoneses se suicidaron, al mismo tiempo que continuaba el camino de la libertad para el pueblo coreano. Los coreanos llaman a este día de la independencia “GwangBokJeol”, que significa en español: “Día de la restauración de la luz”.
Este año, el gobierno del presidente Moon Jae-in organizó en la sala de la Independencia de Corea, la ceremonia conmemorativa oficial del Día de la Liberación. Al acto asistieron unas 1,800 personas, entre ciudadanos que participaron en el movimiento independentista o sus descendientes, representantes de los diversos sectores de la sociedad y diplomáticos extranjeros.
El resto de la población asistió a diferentes actos. El más simbólico de ellos fue en la cárcel de Seodaemun, donde fueron recluídos los activistas que lucharon por la independencia de su nación.
En el actual Museo Histórico de la Cárcel de Seodaemun se realizó el «Festival Democrático de la Independencia». En dicho evento, Kim Yugil de 100 años y Jeong Hwanjin de 92, inmortalizaron las huellas de sus pies en una placa conmemorativa por ser dos de los activistas sobrevivientes. Además, la actividad incluyó conciertos musicales, conversatorios, cuenta cuentos y bailes.
La danza por la libertad, titulada: “Volar” fue la más conmovedora de las presentaciones, y fue realizada sobre la pared de uno de los pabellones carcelarios. Siete bailarinas representaron con sus movimientos y gestos, la opresión vivida por sus ancestros durante el dominio japonés.
Suspendidas con cuerdas danzaron afuera de los ventanales de las celdas, hasta escuchar el sonido de la grabación del audio de la rendición. Para finalizar, las bailarinas involucraron a todos los asistentes y compartiendo un inmenso abrazo con ellos.
35 años en la oscuridad
Desde el 22 de agosto de 1910 hasta el 15 de agosto de 1945, Corea fue invadida por Japón. Durante este periodo de ocupación, los japoneses utilizaron el territorio coreano como su base militar en la segunda guerra mundial, aprovechando los recursos materiales de hierro, carbón y cobre para fabricar su armamento bélico.
También se abastecieron con las cosechas coreanas para alimentar a los militares japoneses, y obligaron a los hombres coreanos a ser soldados en la primera línea de ataque frente a los enemigos de los nipones. Las mujeres coreanas, por su parte, fueron esclavizadas sexualmente.
Durante esos 35 años, el gobierno de emergencia de Corea, formado en Shanghai en 1919 y los activistas independientes para la liberación, pelearon contra los invasores y sus aliados.
Los activistas capturados por los japoneses fueron enviados a la cárcel de Seodaemun, donde fueron torturados y ejecutados.
Justamente en este lugar, este día, las nuevas generaciones se reúnen para conmemorar la lucha de quienes ofrendaron su vida para que Corea volviera a ser una nación libre. Una meta que solo se alcanzó en cierta medida, pues al mes siguiente de obtener la libertad, Corea fue dividida en dos naciones: en la República Popular Democrática de Choson/Joseon, conocida internacionalmente como Corea del Norte y Daehan Minguk (Gran Nación Popular Han o República Han), reconocida como Corea del Sur.
Entre 1950 y 1953, ambas naciones entraron en un conflicto armado, llamado “la guerra de Corea” que causó la muerte de 3 millones de civiles. Pero a partir del 27 de abril de 2018, ambas Coreas se encuentran en una etapa de acercamiento político por la declaración de Panmunjom para la paz, la prosperidad y la «Unificación de la Península».