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El aparataje digital y la imposición de una “cultura patógena atencional”

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Por Guillermo Mejía

La presencia de las nuevas tecnologías, que desde una visión optimista representa un fenómeno histórico invaluable, cuenta también con su lado oscuro debido a la preocupante incapacidad del ser humano de mantener la atención hacia los temas que realmente le deben importar en su vida cotidiana.

La advertencia es de los intelectuales chilenos Nieves y Miró Fuenzalida, profesores universitarios de filosofía, ya que desde hace ya varios años los seres humanos nos hemos vuelto incapaces de prestar atención por algún tiempo a las cosas que importan y a las actividades que requieren formas más largas de concentración.

Foto: Cortesía.

“No sería arriesgado decir que lo que estamos presenciando es el desarrollo de ‘una cultura patógena atencional’, como la han llamado algunos, un entorno en el que el enfoque sostenido y profundo es extremadamente difícil de sostener. Esto es algo que se nos hace y lo hacen fuerzas bien poderosas, incluyendo, antes que nada, el Big Tech”, afirman.

Refieren los filósofos que, según estudios científicos, los estudiantes universitarios (gringos) cambian de tarea una vez cada 65 segundos y que la cantidad mediana de tiempo en que se concentran en cualquier cosa fue solamente de 19 segundos, mientras un adulto que trabaja en una oficina se concentra, en promedio, en una sola tarea no más de tres minutos.

“Una vida llena de distracciones es una vida disminuida. Cuando no podemos prestar atención sostenida, no podemos lograr las cosas que deseamos lograr”, sentencian conforme al escritor y periodista británico Johann Hari, a la vez que consignan un estudio del profesor Michael Posner de la Universidad de Oregon que indica si uno está enfocado en algo y se nos interrumpe, en promedio toma 23 minutos en recuperar el foco.

Foto: Cortesía.

“Y esto ocurre no sólo a nivel individual, sino también social. Esto es importante porque el intento de comprender la raíz de los tremendos problemas que hoy la sociedad enfrenta, requiere, obviamente, un foco sostenido por parte del mayor número de personas durante suficiente tiempo para separar la fantasía de los hechos”, señalan.

Según los filósofos chilenos, en América, Asia o Europa, entre otros lugares, “se toca el teléfono, en promedio, 2.617 veces” cada día y se preguntan, por ejemplo, ¿cuántas cosas, debido a esto, han quedado en el olvido, como tocar el piano o apasionadamente dedicarse a la conquista de un objetivo?, ¿indica esto que nuestra atención colectiva realmente está reduciéndose?

“La ventaja que las computadoras actualmente ofrecen es que tienen el potencial de ser mucho más persuasivas que las personas, al ser más persistentes, al ofrecer un mayor anonimato y al poder ir donde los humanos no pueden o no son bienvenidos”, afirman. Y recuerdan al psicólogo B.F. Skinner que en el pasado “encontró la manera de hacer que las palomas, las ratas y los cerdos hicieran lo que él quisiera ofreciéndoles los esfuerzos o recompensas adecuados a su comportamiento”.

“Tomando la idea del refuerzo, los estrategas de las compañías digitales diseñaron aplicaciones con refuerzo inmediato. Si deseas moldear el comportamiento del usuario, por ejemplo, asegúrate de que obtenga corazones y ‘me gusta’ de inmediato. El uso de estos principios da origen a Instagram para luego expandirse a Facebook, YouTube y otras empresas tecnológicas”, señalan.

Mapa de Twitter que muestra las audiencias y el posicionamiento de los tendencias. Foto: Cortesía.

Los intelectuales advierten que las corporaciones digitales miden el éxito por lo que se denomina “compromiso”, definido como minutos y horas de observación del producto, y en tanto mayor sea la participación tanto mejor. “Cuanto más tiempo la gente mire sus teléfonos, más publicidad se verá, y por tanto, más dinero hará la corporación. Más vibraciones, más alertas, más trucos”, afirman.

Y sentencian que las corporaciones digitales lo que “hacen es crear perfil tuyo para venderlo a los anunciantes o para ser usados eventualmente por las agencias de seguridad estatal, si la situación requiere. Cada vez que una de estas empresas proporciona algo gratis, es para mejorar el modelo que tienen de ti. ¿Por qué Google Maps es gratis: para saber dónde vas todos los días. ¿Por qué Amazon Echo se vende tan barato, mucho menos de lo que cuesta fabricarlo?: Para recopilar más información acerca de lo que dices en tu casa. Este es el modelo que construye y sostiene los sitios en lo que pasamos tanto de nuestras vidas.”

Los autores Nieves y Miró Fuenzalida nos muestran una cantidad de casos para ilustrar sus preocupaciones y concluyen lo siguiente:

“¿Es la llegada de la computadora y el teléfono inteligente lo que cambió la forma en que miramos las cosas? Por supuesto, cualquier tecnología de alguna manera cambia nuestras vidas. Pero, en verdad, gran parte del daño a nuestra capacidad de atención está siendo causada por algo más sutil. No por el teléfono o la computadora en sí mismos, sino por la forma en que están diseñadas las aplicaciones, tanto en uno como en el otro. Y el diseño no es inevitable, ¿cierto?”

“La cosa es que si continúa va a haber una clase de personas muy conscientes de los riesgos que corren y encontrarán formas de vivir dentro de sus límites y luego está el resto de la sociedad con menos recursos para resistir la manipulación que se sumirán cada vez más dentro de sus teléfonos para mejor ser observados y manipulados.”

Esa preocupante realidad nos debe mover a la reflexión y a la acción. La pregunta básica es ¿cómo se hace sentir en el caso de la situación salvadoreña? Aunque no tenemos una visión amplia del fenómeno, sí se advierte que, dado la crisis del sistema educativo, la deserción escolar y la presencia de jóvenes que ni estudian ni trabajan (nini), es agobiante.

Para comenzar, la matrícula de los alumnos en el sistema escolar va en descenso desde antes de la pandemia por el coronavirus: se registran 1.35 millones de estudiantes en 2019; 1.32 millones, en 2020; y 1.27 millones, en 2021. En 2014, fueron 1.64 millones de alumnos matriculados, lo que evidencia la gravedad del problema.

Según el ministerio de Educación, el año lectivo 2022 inició con 100.000 estudiantes menos, en otras palabras, con la presencia de 1.1 millones de estudiantes matriculados. Y eso se suma la presencia de más teléfonos celulares que habitantes –muchos conectados a la red de internet- cuyo uso es más de entretenimiento que de aplicación educativa. Manipulación a la carta.

En el nivel de la educación universitaria se registró una pérdida de al menos 20.000 estudiantes, en especial por la pandemia por coronavirus y la crisis económica. Con la gravedad de que hay menos bachilleres que continúen sus estudios y para el caso la Universidad de El Salvador (UES) vio disminuida la cifra de aspirantes para el año 2023.

Por otro lado, la presencia de los jóvenes “ninis” aumentó durante 2021, en el marco de la pandemia por coronavirus, de acuerdo con la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, la última realizada por la desaparecida Dirección General de Estadísticas y Censos (Digestyc), ahora asumida por el Banco Central de Reserva (BCR).

En cifras, según el estudio, el 26.2 por ciento de los jóvenes de 15 a 24 años no estudió ni trabajó para el año 2021, dato que fue de 25.2 por ciento registrado en el año 2020; es decir, sumaron 296.987 jóvenes “ninis” que no tienen proyecto de vida conforme a los estándares internacionales.

Y, por si fuera poco, hay que consignar el efecto negativo de la pandemia por coronavirus en el sistema educativo nacional con la obligada virtualidad de la educación a fin de evitar el contagio de la COVID-19 en la modalidad presencial. Otra evidencia más del fracaso del sistema educativo nacional en tanto se debilitó el proceso de enseñanza-aprendizaje.

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