Por Oscar Vigil
Toronto, Canadá. Dada la inseguridad que está pasando nuestro país en estos momentos, no me quedó otra opción que salir para los Estados Unidos. Llegué por tierra y en la frontera me tuve que entregar y pedir asilo.
Pero a uno ahí lo tienen en condiciones desfavorables. Estuve en migración, en “La Perrera”, un lugar feo donde a uno le dan un papel de aluminio para que se arrope, ahí estuve seis días durmiendo en una colchoneta en el suelo, son como salones que los divide cedazo. A mi niña la separaron de mí.
Luego nos mandaron una noche para un lugar que le dicen “La Hielera”, porque hace un frío tremendo, intenso. Muchas personas dicen que es un castigo para que uno diga “me quiero regresar a mi país”, otras dicen que es para desinfectarnos. Los agentes de ICE lo hostigan a uno, se burlan de uno.
Luego nos mandaron para un albergue, en San Antonio, Texas. Ahí estuvimos 12 días, pero es mejor la atención, compartimos un cuarto con otras personas y dormíamos en camarotes, y ya teníamos comida, porque en La Perrera solo nos daban un pan con lechuga, solo eso, y el maltrato.
En el albergue estudiaron mi caso e hice el trámite para presentar mi solicitud de asilo. Estuve como dos horas explicándole a un oficial por qué estaba pidiendo asilo, fue una cita muy difícil pues lo ponen en tela de juicio a uno. Me mandaron la respuesta dos días después diciendo que podía presentar mi solicitud.
Había muchos salvadoreños y hondureños que les habían dado una respuesta negativa porque sus casos no eran creíbles, me dijeron que solo estaban esperando que el consulado salvadoreño les comprara el boleto para El Salvador.
A mí me dijeron que podía quedarme temporalmente en los Estados Unidos, me colocaron un grillete con localizador satelital en mi pie y me dijeron que tenía que presentarme a las oficinas de ICE cada ocho días mientras tenía la audiencia. Mi familia me compró un boleto de bus, me fui a vivir a Virginia donde un tío y me presenté a las oficinas de ICE.
Las oficinas de ICE siempre estaban llenas y las personas que me atendieron fueron terribles, nos oprimen, se valen de la necesidad que uno anda, y lo peor es que muchas de esas personas son hispanas, se les ve la cara de hispanas.
Estuve ocho meses viajando cada ocho días, iba y firmaba. Después me dijeron que tenía que ir cada mes. Me dieron la audiencia para noviembre. Para sostenerme, lo que hacía era trabajar en limpieza bajo la mesa y ganaba nada más para la renta.
En el ICE me dieron una lista de abogados que supuestamente son gratuitos, pero cuando uno llama no le quieren agarrar el caso. La audiencia se me acercaba, y como no pude pagar abogado fui sola, me preguntaron todos mis datos y me dijeron que tenía que conseguir abogado.
La otra audiencia me la dejaron para diciembre, a esa tampoco llevé abogado y el juez me dijo que conmigo no tenía nada que hablar. Le expresé que no podía pagar un abogado porque no podía trabajar, pero él me dijo que tenía que encontrar alguno. Le entregué los papeles que andaba y me dijo que no podía hacer nada, que necesitaba hablar con mi abogado.
Un mes después, en enero, me llegó la cita para una tercera audiencia, y como tampoco tenía abogado ya no fui, porque algunas personas me dijeron que de ahí me iban a deportar.
En ese momento yo ya había escuchado de Canadá, me habían dicho que Canadá daba una mejor atención, que no había discriminación, que era un país que se solidarizaba con las personas en estos casos, que estudia tu caso y que si ellos ven conveniente te ayudan. Fue ahí cuando decidí quitarme el grillete que había usado durante casi un año en mi pie, y salimos para Canadá.
Hicimos dos intentos. En el primero contactamos a alguien que contactó a otra persona. Nos trajeron desde Virginia hasta un lugar en Vermont, pero no llegamos hasta la frontera porque pedían y pedían más dinero, y la persona que me dijo que me iba a ayudar ya no podía pagar más, entonces nos dejaron perdidas en una montaña.
Fue en febrero de este año y estaba nevando, nos dejaron tiradas en una gasolinera en medio de la nada, no había casas alrededor. Nos habíamos quedado sin saldo en el celular y sin dinero, porque los coyotes nos pidieron todo el dinero que andábamos y se los dimos porque pensamos que así no nos iban a dejar botadas.
Mi hija le pidió a la cajera de la gasolinera que le regalara una llamada para podernos comunicar con nuestra familia de Virginia, y ellos nos consiguieron un hotelito en la zona, pero ahí no hay servicio de Uber, entonces la cajera nos dijo que iba a llamar para que nos llevaran.
Pero nosotros jamás pensamos que a quien iba a llamar era a la policía.
Estábamos en una mesita, estaba nevando y llegó la policía porque les dijeron que ¡andaban dos niñas perdidas! Yo me quedé en shock. Le dijeron a la niña que debía estar estudiando y ella les dijo que había pedido permiso, llamaron a la escuela y confirmaron que sí estaba estudiando ahí. Me pidieron el pasaporte, llamaron a mi familia en Virginia y también a la policía de Virginia para ver nuestro expediente, pero no nos dijeron nada.
Nos fuimos para New Jersey y unos días después hicimos el segundo intento. Buscamos a otra persona, me dieron la localización a donde teníamos que ir y desde New Jersey pagamos un Uber, llegamos como a las 10:00 de la noche, nos bajamos y nos dijeron que entráramos, yo venía preparada para pedir refugio en la frontera, pero no había nadie, así es que caminamos, cruzamos la frontera, seguimos caminando y más adelante estaba la persona que nos esperaba ya aquí en Canadá.
Desde ahí nos llevaron para la ciudad de Montreal, en Quebec, y luego nos venimos para Mississauga, en Ontario. Ya estando aquí hicimos la solicitud de refugio, nos dieron la documentación que debíamos llenar y ahora estamos a la espera de que nos den la fecha para nuestra audiencia mientras vivimos con seguro de salud, con permiso de trabajo, sin grilletes y sin maltratos.
Roxham Road, un secreto a voces
Roxham Road, en la provincia canadiense de Quebec, es un punto fronterizo ciego únicamente porque nadie lo quiere ver. Por aquí cruza el 95% de las personas que previamente han pedido protección en los Estados Unidos y quieren hacerlo ahora en Canadá, ya que no lo pueden hacer directamente en un punto fronterizo oficial porque lo impide el Tratado del Tercer País Seguro (Safe Third Country Agreement, STCA) firmado en el año 2004 entre Canadá y los Estados Unidos.
Pero este “punto fronterizo ciego” aparece en miles de blogs que tratan sobre inmigración y refugio en Canadá, y aparece con coordenadas y mapas. Tan popular se ha convertido, que la Real Policía Montada de Canadá (RCMP) y el Ministerio de Inmigración, Refugiados y Ciudadanía de Canadá han levantado tiendas de campaña para hacer los procesamientos de refugio.
Las personas llegan al lugar, les dicen a los funcionarios que viene a solicitar refugio y los dejan entrar. Todo el mundo sabe esto porque ha salido en todos los medios de comunicación, pues es uno de los cruces más seguros de los casi 9 mil kilómetros de frontera que separan a estos dos países, la mayor parte de ella consistente en ríos y lagos.
Según reportes del IRB, desde que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, inició con sus políticas antiinmigrantes, han sido más de 40,000 las personas que han ingresado a Canadá a través de puntos de entrada no autorizados para solicitar refugio.