Por Alberto Barrera
Crónica de una visita al bosque de secuoyas Muir Woods, la historia del parque y su fundador racista, con referencias a los recientes incendios devastadores en California y el mal trato hasta el casi exterminio de los pueblos originarios que poblaron la zona.
Una mañana radiante de sábado viajábamos a San Francisco pero a la sobrina Lisseth y a mi hija Catalina se les ocurrió que visitáramos el Parque Nacional Muir Woods, un antiguo bosque de gigantes secuoyas que generalmente está envuelto por una capa de niebla marina que contribuye a un ambiente húmedo.
Pero ese día de enero de 2019 era de sol brillante y sin nubosidad. Nuestro grupo familiar viajaba desde Pittsburg y Walnut Creek, al noreste de la bahía californiana, y abordamos un autobús en la ciudad Corte Madera que nos transportó a Muir Woods. Subimos por la serpenteante y angosta carretera hacia el lado sur del Monte Tamalpais, cuyo pico de 784 metros es lo más sobresaliente en las colinas del Condado de Marin, a un lado de la costa en el Pacífico de Estados Unidos.
El grupo familiar lo integrábamos seis adultos y cuatro niños (abuelos, hijos y nietos) que desde las ventanas veíamos lo hermoso del lugar. “La vista de la bahía es espectacular”, recordó mi hija al evocar aquel viaje. Una inmediata belleza verde nos invadió, subíamos y bajábamos el terreno escarpado hasta la entrada del Parque en el que guardianes del bosque nos explicaron su valor.
Muir Woods es parte de una reserva de árboles inmensos cerca del área recreativa Golden Gate, que toma el nombre del famoso puente colgante que está a 12 kilómetros al sur y que une a la hermosa ciudad San Francisco, cuna de los hippies, activistas del amor y la paz en los 60s, con música y marihuana como estandartes agregados.
El hermoso lugar es del Servicio de Parques Nacionales y ha sido noticia en las últimas semanas por la devastación que han causado destructivos incendios a lo largo de la costa de California, desde los alrededores de Los Ángeles hasta territorios de los estados Washington y Oregón en el extremo norte del Oeste y que han causado al menos 34 muertos y centenares de damnificados.
Más de 20,000 bomberos han combatido los siniestros auxiliados por camiones y helicópteros, pero los incendios han quemado cerca de 2,0 millones de hectáreas, devastado algunas pequeñas ciudades y han destruido unas 8,000 viviendas, según registros oficiales.
La cercanía de los incendios y el intenso humo provocaron que Muir Woods fuera cerrado el 11 de septiembre junto a los sitios turísticos isla de Alcatraz y Fort Point casi debajo de las bases en tierra del Golden Gate, una maravilla de puente colgante de 2,7 kilómetros de largo y cuya construcción de 1933 a 1937 costó 35 millones de dólares de la época. La humareda llenó la Bahía de San Francisco y toda el área fue coloreada de tono rojizo.
“Caminé entre secuoyas costeras viejas, refrescando sus raíces en el agua dulce de Redwood Creek y levantan sus cúspides hasta alcanzar el sol y la niebla. Protegido como Monumento Nacional desde 1908, este bosque primitivo es refugio y laboratorio, revelan nuestra relación con el paisaje vivo”, dice en su sitio web el parque Muir Woods.
Y así fue. Caminamos por los senderos, respiramos el aire fresco y puro, admiramos árboles majestuosos que alcanzan más de 100 metros de altura, hasta 7,0 metros de diámetro y algunos tienen entre 800 y 900 años. Un riachuelo de cristalinas aguas atraviesa el bosque y a los lados el visitante puede subir o bajar el escarpado terreno o sentarse a observar.
Los pequeños Emma, Nicole y Marcus animados por los guardianes del bosque buscaban en mapas lo que se les indicaba para que al final les dieran una medalla como “amigos de los bosques”.
Disfrutamos la naturaleza, aprendimos y admiramos a los gigantes que hace 150 millones de años crecieron en todo Estados Unidos y hoy solo se encuentran en el cinturón costero estrecho y fresco desde el condado californiano de Monterey, en el sur, hasta Oregón en el norte. Antes de que la industria maderera les arrasara se calculaba que el bosque de secuoyas era de 2,0 millones de acres (unos 8,000 kilómetros cuadrados).
Los pobladores originarios del bosque fueron los de la tribu Miwok, dominados por los españoles que les confinaron en la misión San Rafael y muchos murieron por las condiciones de vida o infectados por las enfermedades que trajeron los europeos. Los españoles talaron árboles de Muir Woods para la construcción de las misiones y sus casas.
Un reporte de la historia del lugar dice que la tala indiscriminada aumentó alrededor de 1860 con “la fiebre del oro”. Los árboles secuoyas fueron la principal fuente de construcción de la masiva presencia de migrantes en busca del metal precioso.
A principios del siglo XX, la mayoría de estos bosques habían sido talados. Pero al norte de la bahía de San Francisco, un valle llamado Redwood Canyon permaneció sin cortar, principalmente debido a su relativa inaccesibilidad y luego fue rescatado y donado como reserva natural protegida.
En el parque sentimos el agradable clima y la humedad que fortalece la tierra en las 295 hectáreas del parque de secuoyas envueltas en un verde paisaje y que sirve de refugio a 50 especies de aves como búhos manchados o pájaros carpinteros, 11 especies de murciélagos, venados, nutrias, topos y ardillas. En algún tiempo vivieron osos, el último de los cuales fue visto hace unos 13 años. En nuestra visita vimos aves y algunas ardillas.
Ese sábado habíamos cientos de visitantes, pero según los registros entre abril y octubre llegan unas 6,000 personas cada día. Al atardecer buscamos un aperitivo y encontramos un sitio que atiende a visitantes con cafés, refrescos, pan y otras delicias de comida rápida, así como recuerdos del bosque y cuyos fondos son para la preservación del lugar.
El fundador de los parques nacionales casi al concluir el siglo XIX fue John Muir (1838-1914), un científico de historia natural nacido en Escocia que en julio pasado, en medio de graves incidentes raciales en Estados Unidos, se le mencionó por sus comentarios discriminatorios de hace un siglo en contra de negros y de los pueblos originarios.
Michael Brune, director ejecutivo de Sierra Club, fundada por Muir y dedicada a preservar tierras silvestres, dijo el 23 de julio que es “hora de derribar algunos de nuestros propios monumentos”. Las estatuas de oficiales y colonos confederados se derrumban en un ajuste de cuentas con la historia racista después del crimen policial de George Floyd en Minneapolis, publicó la cadena de televisión NBC.
Muir ayudó a engendrar el movimiento ambiental y se le considera “padre de los parques nacionales”, pero Brune dijo en el sitio web de Sierra Club: “Hizo comentarios despectivos sobre los negros y los pueblos indígenas que se basaron en estereotipos racistas profundamente dañinos”.
El bosque está en el macizo montañoso del Monte Tamalpais, un pico en el condado de Marin y que aloja la cuenca hidrográfica del lugar. El nombre del Monte se registró en 1845 y proviene de la “Costa Miwok” también conocida como Mokelumni, Mewuk o Meewok, pequeñas tribus de pueblos originarios.
En el sitio https://pueblosoriginarios.com/norte/california/miwok/miwok.html se dice que los miembros de las tribus habían domesticado perros, cultivaban tabaco y eran cazadores que ocuparon el norte de California, desde las llanuras a la sierra, por las estribaciones de Sierra Nevada a los valles de Sacramento y San Joaquín y el Delta del río Sacramento, así como del Condado Marin, sur de Sonoma, hasta el Condado de Contra Costa.
Los Miwoks poblaron el bosque y se movían para cazar en Tamalpais, cuyo nombre proviene de “támal pájiṣ” que literalmente significa «colina del oeste» y hay creencias de que se origina en el español «País de Tamal». Otros dicen que Coast Miwok es para «doncella durmiente», que es tomado de una leyenda sobre una chica virgen que habitaba el lugar.
El lugar alojó de 1896 a 1930 el ferrocarril “Mount Tamalpais y Muir Woods” considerado «El ferrocarril más inclinado del mundo», pues serpenteaba hasta la cima del monte desde el centro de Mill Valley hasta que se construyó una carretera y llegaron automóviles. El ferrocarril que era de vía estándar de 8 millas requería de locomotoras de vapor con engranajes para poder subir, dicen documentos de la historia y leyendas del lugar.
El ferrocarril turístico escénico cubría una distancia de 13.18 kilómetros en una ruta empinada que subía un terreno pintoresco hasta una taberna en la cima que ofrecía a turistas alojamiento. El tren inició labores en enero de 1896 y cerró en el verano de 1930 luego de un incendio en 1929. Nada del tren fantástico vimos cuando llegamos al lugar que nos causó a primera vista una buena impresión, pero no sabíamos su historia.
A media tarde decidimos salir del hermoso lugar y seguir el viaje turístico, comer y tomar una cerveza. Pronto salimos con la grata impresión y pensando en volver para obtener más detalles.
Decidimos ir a Sausalito, una ciudad cercana limpia, de coloridas casas construidas en las colinas que la bordean. Es moderna, acogedora y en la cual hace algún tiempo residió la escritora chilena Isabel Allende. Hoy vive en San Rafael, una ciudad en la misma área de la bahía.
Desde la orilla del mar vimos a lo lejos al otro lado la hermosa urbe San Francisco con sus edificios altos y modernos. Barcos, lanchas y modernos ferrys transportan a diario a miles de personas que van a sus empleos o turistas deseosos de ver el Golden Gate viajando sobre el agua fría y algunos paran en la Isla de Alcatraz, antigua cárcel y hoy sitio turístico.
Nos metimos a un Deli en busca de comida y hallamos sándwiches, pastas y ensaladas, por supuesto una cerveza fresca.
En la amena charla en el abarrotado lugar Lisseth nos enseñó un tatuaje que se estampa en su brazo derecho, abajo del hombro, el cual refleja la familia y nuestro viejo microbús –apodado “El Inmortal” porque sobrevivió balas, bombas, vuelcos y fue arrastrado por una enfurecida correntada de dos ríos desbordados en Mejicanos, populosa ciudad al norte de San Salvador- en el que recorrimos el país, Honduras, Guatemala y el viaje a la ciudad de México, cuando hace casi 30 años ella y sus dos hermanos llegaron a California.
Ese almuerzo, casi cena estuvo cargado de emociones, por el agradable recorrido en el bosque y la historia del tatuaje, mientras por la ventana veíamos de un lado la colorida ciudad y la gente; del otro el mar con gaviotas y pelícanos sobrevolando. A lo lejos la bella San Francisco y hablamos de la tierra de los gigantes, los hermosos y bondadosos secuoyas.
Agregados:
En Tamalpais y sus alrededores nació en la década de 1970 el ciclismo de montaña. También ocurrieron los asesinatos en serie de varios senderistas entre 1979 y 1980, cometidos por David Carpenter, conocido como el «Asesino de Trailside», quien fue condenado a la cámara de gas por cinco asesinatos y está preso en la cárcel de San Quintín. Aunque un hecho agradable es que el bosque inspiración para el compositor japonés Toru Takemitsu quien compuso en 1995 la pieza de guitarra clásica de tres movimientos «In the Woods».
Además en 1958 los personajes interpretados por James Stewart y Kim Novak en la película “Vértigo” de Alfred Hitchcock realizan una visita el parque, pero la escena fue filmada en el Parque Estatal Big Basin Redwoods y ese mismo año el escritor Jack Kerouac habla del senderismo a través de Muir Woods en su novela The Dharma Bums (Los Vagabundos del Dharma).