Por Dra. Margarita Mendoza/colaboradora VDD
Alrededor de los cuatro años, los niños atraviesan una etapa de gran curiosidad en la que preguntan por absolutamente todo lo que los rodea. Expertos en desarrollo infantil recomiendan que los padres respondan con sinceridad y en un lenguaje adecuado a su edad y nivel de comprensión. La honestidad, señalan, es clave para sembrar confianza y abrir canales de comunicación duraderos.
Los especialistas advierten sobre el riesgo de recurrir a “verdades fantásticas”. El ejemplo más recordado en el cine es la película italiana La vida es Bella, protagonizada por Roberto Benigni y ganadora del Óscar, en la que un padre suaviza la dura realidad de un campo de concentración para proteger a su hijo. Sin embargo, esta práctica plantea un dilema: ¿realmente los niños son engañados o simplemente perciben más de lo que los adultos creen?

“Los pequeños no son ingenuos. A mayor inteligencia, más rápido descubren cuando se les oculta o maquilla la verdad”, explica un psicólogo infantil. Esa detección temprana puede tener consecuencias: si los padres no responden, los hijos pueden interpretar que no se confía en ellos, y buscarán entonces respuestas en otros lugares.
Un testimonio personal ilustra la situación. Cuando mis hijos llegaron a cuarto grado, seguíamos con la ilusión de Santa Claus. Sin embargo, uno de ellos nos preguntó si todavía creíamos que ellos creían en Santa. Dijeron que fingían para no quitarnos la ilusión a nosotros. Fue una lección: los niños no son tontos, y muchas veces sus compañeros son quienes les abren los ojos.

Afrontar las preguntas incómodas representa un momento crítico. Ante ellas, la recomendación es indagar qué saben los niños y de dónde proviene esa información. En ocasiones, estas conversaciones revelan situaciones más profundas: desde un posible abuso hasta señales de sobreexposición a contenidos inadecuados en televisión o internet.
En conclusión, responder con sinceridad, sin subestimar la capacidad de comprensión infantil, no solo fortalece la confianza entre padres e hijos, sino que también puede convertirse en una herramienta de protección y guía en un mundo cada vez más amenazante.