Por Cindy Castillo
Me tomó diez minutos de conversación para ganar la confianza de Marilin, una inmigrante venezolana, que me pidió guardar su nombre real por seguridad.
Cuéntame tu historia, ¿qué hace una jovencita acá en Colombia?, le pregunté a Marilin.
De inmediato, la joven agachó la mirada, entrelazó los dedos de sus manos, suspiró (con un gesto lleno de melancolía) y empezó a contarme…
Viene de una familia de clase media, de un hogar conformado por papá, mamá y dos hermanas mayores, ella es la menor. Su madre, ama de casa y su papá, empleado de gobierno. La chica tiene 23 años y asegura que desde que tenía 18 años escuchaba que la situación de su país Venezuela, se volvía cada vez más crítica, aunque su padre hizo hasta lo imposible para que ella no se diera cuenta de lo que sucedía.
“Mi papá siempre me daba todo, nunca me hizo falta nada. Soy la menor, mis hermanas ya están casadas y tiene cada quien su familia, yo vivía con mis padres, y como él siempre ha trabajado con el gobierno, no teníamos nada de qué preocuparnos. Siempre trató de ocultarme y cuidar que yo no me diera cuenta de lo que pasaba en mi país”, me dice la joven con tristeza.
Cuando Marilin terminó sus estudios de bachillerato en su ciudad natal de Acarigua, en Portuguesa, decidió, en contra de la voluntad de su papá, irse a estudiar a la universidad a otra ciudad más grande. Terminó un Técnico en Administración de Aduanas, como cualquier jovencita llena de expectativas y sueños, dejó su pueblo, sin saber que lejos de su hogar sería la primera vez que ella se enfrentaría con la triste y dura realidad que golpea a Venezuela.
“Los video y las noticias sobre la crisis en Venezuela que se difunden en redes sociales, se quedan cortos con la verdadera realidad, yo vi como la gente hacía fila para comprar comida y el gobierno los obliga a tener el Carné de la Patria, con el que puedes pedir tu bolsa de alimentos básicos, que dura aproximadamente 15 días, y como sacado de una película, la gente se tiene que anotar en el brazo su número de cédula y dependiendo del dígito de terminación entonces reclamas tu comida el día de la semana asignado a tu número”, asegura Marilin.
La falta de comida fue la primera señal de la crisis que se empezó a sentir en Venezuela. Según la joven, algo tan esencial para hacer las famosas “arepas”, su comida típica, empezó a faltar.
De un día para otro, en los supermercados y tiendas se agotaba la harina, empezó a escasear y no se conseguía en ningún lugar. Hoy, algunos la consiguen cuando reciben su paquete de alimentos.
“Comprar y comer huevos, carne, pollo, arroz, comerse un sándwich de jamón con queso es un lujo en Venezuela, los negocios que antes eran papelerías o ferreterías, hoy se dedican a la venta de alimentos. El Chavismo acabó con todo al acaparar y expropiar cada negocio, cada empresa, cada finca que no estuviera a favor del gobierno”.
Y continúa contándome firme y triste: “A la gente le lavan el cerebro, y les dan todo: casa, carro, comida y becas de estudio; siempre y cuando estén a favor del gobierno y que en tus redes sociales los defiendas y los pongas como lo mejor, y que en tu casa pegues afiches y fotos de Chávez y de Maduro. El gobierno de Venezuela se convirtió en una mezcla de dictadura con mafia, lo peor, un círculo cerrado y peligroso, que se va a terminar el día que derroquen y destruyan para siempre a su máximo líder, y no es Maduro, ese sólo es un títere más”.
El país en el que tenía puestos todos los sueños y expectativas, de un momento a otro se tornó una pesadilla para esta chica. Los mismos profesores de su universidad impulsan a los estudiantes a que se vayan del país: “ustedes están jóvenes, aprovechen y migren a otro país, a otro lugar desde donde puedan ayudar a sus familias acá en Venezuela”, escuchaba Marilin constantemente.
Decepcionada e indignada por toda la situación de su país, y porque en la Universidad le negaron su título universitario. Sin esperanza de encontrar un trabajo digno, llena de dolor por todas las injusticias y con la firme convicción que no quiere ser parte de toda esa perdición y corrupción en Venezuela, Marilin se armó de valor para dejarlo todo y decidió migrar hacia Colombia.
Desde su llegada a su nuevo hogar, hace dos años, Marilin tuvo la suerte de encontrar un empleo, que le permitió adaptarse de forma rápida a la vida laboral. Sin embargo, su experiencia fuera de su país no ha sido color de rosa, ya que se ha enfrentado a los juicios xenófobos de la gente, a la falta de respeto por ser mujer y por ser venezolana.
La soledad y el estar lejos de su familia han contribuido a su tristeza.
Venezolanos en Colombia
La crisis económica, política y social que se vive en Venezuela ha convertido a sus ciudadanos en una población errante por el mundo. El territorio colombiano ha sido el escenario tanto para los venezolanos que se dirigen hacia el sur del continente, como para los que deciden quedarse en las ciudades colombianas.
Un informe reciente de Migración en Colombia, correspondiente al tercer trimestre de 2018, revela que a Colombia han ingresado 935,593 venezolanos al país. La mayoría de estos, residen en Bogotá (23.5%), La Guajira (11.7%) y norte de Santander (11.4%). Además, el informe señala que muchos están en Colombia solo de paso, pues tienen como destino final otros país como Ecuador, Perú, Chile o Argentina.
De los ciudadanos de Venezuela que llegan al país con intención de permanencia, el informe indica que 181,472 venezolanos buscan quedarse en Colombia. Esta población se mide a través de la expedición del Permiso Especial de Permanencia (PEP). De acuerdo a Migración de Colombia, en los últimos meses, han sido aprobados 112,597 permisos, entre el 6 de febrero y el 7 de junio de este año. Mientras que los otros 68,875 se aprobaron entre el 3 de agosto y el 31 de octubre de 2017.
Según el informe, el principal punto de ingreso de venezolanos, es la frontera en Cúcuta. Mientras que, el punto de salida hacia otros países es Rumichaca, que es la frontera con Ecuador, que atraviesa todo el Eje Cafetero.
Los efectos positivos y negativos de la migración venezolana
El Director del Instituto de Estudios Migratorios y Paz (IEMP) Sergio Bueno, afirma en su más reciente columna de opinión en el periódico “El Tiempo”, que la masiva migración de ciudadanos venezolanos a Colombia durante este año “debe convertirse en un escenario de oportunidades para la institucionalidad y toda la sociedad colombiana”.
Bueno, explica que si bien este fenómeno ha exigido una rápida articulación de muchas instituciones colombianas para atender las necesidades de estos miles de venezolanos en materia de refugio, alimentación, salud, educación y posibilidades de empleo, la respuesta no puede ser coyuntural y debe tener un alcance a mediano y largo plazo.
Bueno asegura que esta situación debe ser de interés nacional, y que el Estado colombiano, debe tener una pronta formulación e implementación de una política pública integral, que responda al desafío de la migración como un fenómeno creciente e imparable en la región.
El analista, considera que dicha política pública debe fortalecer la cooperación internacional, con los países vecinos, para garantizar el bienestar común, generar oportunidades, evitar la xenofobia y responder a las dinámicas que supone la movilidad humana, en particular en la región.
Los efectos negativos de este fenómeno migratorio también impactan en el país. Los hospitales públicos no dan abasto ni en personal ni en medicamentos para atender a la población colombiana y venezolana.
Por otra parte, el tema que preocupa a las autoridades colombianas es el aumento de la delincuencia. De acuerdo a cifras de la Policía Metropolitana de Bogotá, en el año 2017 fueron capturados más de 350 venezolanos, que cometieron delitos de robo en la capital. De estos, 241 fueron aprehendidos por hurtos a personas y a diversos establecimientos comerciales.
Para entender toda esta situación entre Colombia y Venezuela, hay que tomar en cuenta el contexto histórico para analizar el fenómeno de migración actual. Cuando el conflicto armado estaba en su peor momento, en Colombia (entre los años 80 y 90), muchos de los ciudadanos colombianos migraron, desplazados, hacia Venezuela, en busca de estabilidad y seguridad.
Ahora, esos colombianos están regresando al país con sus familias, desplazados por la situación económica y política.