Por José Eduardo Cubías Colorado
En situación de crisis humanitaria, como los desastres, hambrunas, epidemias y migraciones, lo mismo que en guerras y conflictos armados, la población más afectada es la niñez, la más vulnerable. Los casos más patéticos son las migraciones forzadas por la inseguridad y el desempleo en los países de origen, que les obliga a migrar, en forma masiva, hacia los Estados Unidos.
Hoy no les importa la pandemia, marchan masivamente en caravanas, son familias que buscan reunirse con sus parientes o jóvenes en busca de trabajo. En estos contingentes humanos caminan niños y niñas soportando el cansancio, el hambre y la sed, durmiendo en la intemperie.
Retrocediendo en el tiempo, durante la guerra civil en El Salvador, a principios de los 80s del siglo anterior, poblaciones enteras tuvieron que huir en desbandada en busca de refugio para salvaguardar su vida. En esas huidas los que más sufrían eran los niños y las niñas, a veces huérfanos ante la muerte de sus padres, en los operativos de limpieza de la zona. Muchos menores de edad desaparecieron sin dejar rastro, durante la guerra.