Por Dra. Margarita Burgos/Colaborador
Opinión – El Síndrome de la Chica Buena es un fenómeno psicológico que afecta a muchas mujeres, y cada vez es más practicado en esta sociedad. Se caracteriza por un patrón de comportamiento en el que las mujeres ponen las necesidades y deseos de los demás por encima de los propios.
Las crían para ser calladas, sumisas, para aceptar todo y que jamás puedan decir que no. Tienden a estar buscando constantemente la aprobación y el reconocimiento externo. Este síndrome puede tener diversas causas y manifestaciones, y su impacto en la vida de las mujeres puede ser significativo.
Una de las causas puede ser la socialización de género, que enseña a las mujeres a ser complacientes, amables y serviciales desde una edad temprana. Las expectativas culturales y sociales pueden presionar a las mujeres para que se comporten de cierta manera, reforzando la idea de que ser agradable y sacrificarse por los demás es una virtud. Es decir, no tienen vida propia, producto de una fragilidad de carácter, la baja autoestima y los pocos placeres y gustos elegidos por ellas mismas.
El Síndrome de la Chica Buena es un término creado por una psicoterapeuta de Estados Unidos llamada Beverly Engel, que escribió el libro Nice Girl Syndrome. Puede manifestarse de diferentes maneras en la vida cotidiana. Por ejemplo, una mujer con este síndrome puede tener dificultades para establecer límites claros en sus relaciones personales y profesionales, lo que puede llevarla a sentirse constantemente agotada y sobrepasada. También puede tener dificultades para expresar sus opiniones y deseos, ya que teme que esto pueda causar conflicto o desaprobación por parte de los demás.
Además, las mujeres con este síndrome pueden experimentar sentimientos de culpa o ansiedad cuando ponen sus propias necesidades primero, sintiéndose obligadas a cumplir con las expectativas de los demás incluso a costa de su propia felicidad y bienestar.
Para superar el síndrome de la Chica Buena, es importante que las mujeres aprendan a priorizar su propio bienestar y a establecer límites saludables en sus relaciones. Esto puede implicar aprender a decir «no» cuando sea necesario y a priorizar sus intereses por sobre el resto.