Por Oscar Machón
El Salvador – A 38 años de la masacre conocida cómo Río Gualsinga, familiares de las víctimas y al menos tres sobrevivientes se reunieron en el sitio donde ocurrió el genocidio que dejó más de un centenar de salvadoreños muertos.
«Ayer pasó lloviendo toda la noche, pero hoy ha hecho bonito día para la celebración», le dice una de las mujeres presentes a su par.
Gente de otros caseríos y poblados, miembros de ONG´ que luchan por conservar y mantener la memoria histórica, miembros de la iglesia católica y periodistas acompañaban la recuerda que tuvo cómo punto central la santa homilía concelebrada por el Obispo de Chalatenango Monseñor Oswaldo Escobar y por el Padre Juan José Colato. La homilía tuvo el acompañamiento musical del Coro de Cancasque.
Un descampado que era cubierto por la sombra de dos grandes amates fue el templo improvisado para la liturgia en el caserío Los Navarretes, cantón Los Jaguataya, municipio de Nueva Trinidad, Chalatenango.
En su intervención Monseñor Oswaldo Escobar, enfatizó que: “Ninguna víctima debe ser olvidada, ¡y aunque los jóvenes les digan! Ay ya aburren ustedes con esa su guerra ¡, pues es lo que les han metido a ellos en la cabeza, pues hay que insistir y no olvidar a las víctimas».
“Con esta conmemoración debe haber un compromiso de nosotros, compromiso de defender la dignidad y los derechos humanos, promover el respeto sacro de proteger la vida”. Agregó el prelado católico.
“Vayámonos pues con el compromiso de no violentar el derecho de las otras personas, nos debemos respetar”, dijo al cierre de la santa eucaristía Monseñor Oswaldo Escobar.
La masacre de Gualsinga fue ejecutada por el Batallón Atlacatl, por el Ejército en 1984 en el contexto de la guerra civil (1980-1992). Sus miembros, según testimonio de sobrevivientes, cubrieron con una lluvia de balas a las personas que huían hacia el Río Gualsinga, intentando no ser alcanzados por la metralla de la tropa quienes ejecutaban la operación «Búsqueda y destrucción», la mayoría que murieron ese día fueron mujeres y niños, unos ultimados por las balas, otros ahogados por las turbulentas aguas del Gualsinga.
La misa se celebró bajo la sombra de dos grandes amates (Fotos de Oscar Machón)