Por José Eduardo Cubías Colorado
La celebración de esta fecha por parte de las organizaciones humanitarias tiene el propósito de generar actitudes positivas en el sentido de «acoger, proteger, promover e integrar al migrante y refugiado». En El Salvador, dada la pandemia, el evento no tuvo el carácter público el pasado 2 de septiembre, ni la trascendencia deseada pese al impacto social como problema recurrente.
Los salvadoreños y salvadoreñas tenemos harta experiencia traumática al sufrir en carne propia el drama del migrante y refugiado, antes, durante y después de la guerra de los ochenta del siglo anterior. Buscar asilo o refugio en otros países para salvaguardar su vida y la de su familia, o bien en la búsqueda de mejores oportunidades de carácter económico para enviar las remesas familiares, todo ello constituye una constante histórica que no termina.
En los últimos años ha prevalecido la inseguridad por causa de la delincuencia y las pandillas, la violencia y el exilio forzado o voluntario como causales del drama de la migración.
Cada migrante tiene su propia historia y todas coinciden en una causa común: dejar su propia tierra en la búsqueda de un trabajo digno que le permita un cambio en su vida, porque el salvadoreño lleva en sí un espíritu aventurero.
Llegados a la frontera, el drama continúa en un escenario cada vez más hostil y una oprobiosa barda que les impide llegar a su destino como indocumentado, ya no hay asilo: si logras pasar te acreditan como refugiado y permaneces en campamentos bajo estrictas medidas de contención en condiciones precarias, especialmente si has llegado formando parte de esas caravanas de migrantes que partieron de los países centroamericanos y cruzaron el territorio mexicano.
Las separaciones forzadas, un atentado de lesa humanidad
Las restricciones antiinmigrantes atentan contra la dignidad de la persona y sus Derechos Humanos. La separación de familiares en los campamentos de refugiados, para el caso, entre madres e hijos o hijas, es deshumanizante, severamente criticado por los organismos internacionales humanitarios y denunciados por la prensa internacional, sucedían con frecuencia, en los campamentos de refugiados implantados por el Gobierno de los Estados Unidos.
El problema de la migración social hacia los Estados Unidos sigue latente, en espera que la pandemia ceda en el contagio, ante las medidas sanitarias implantadas en los países centroamericanos. La migración continuará mientras haya necesidad de trabajo o un familiar que les espera al otro lado de la frontera.