Por Miguel Villalta
Acercándome a la dirección prevista pude ver a través del retrovisor de mi auto una linda señorita jugando en la calle, sus ojos se clavaron en los míos, parecía que ambos estábamos esperando el momento para reencontrarnos y que hace mucho tiempo que nos conocimos, en efecto, fue hace doce años en mi natal país, El Salvador, de donde ambos tuvimos que partir un día.
Su nombre es Sofía Obella Schadt, la conocí por cosas del destino y el periodismo mientras cubría una rutinaria cobertura sobre salud en el departamento de La Paz, El Salvador, en el año 2008, ahora 13 años después he viajado más de 4 mil quinientos kilómetros para poder ver y constatar personalmente lo que un día parecía incierto, tener un mejor futuro.
Bajé de mi auto, ella se dirigió hacia mí, pregunté su nombre y respondió con un abrazo, ya había sido alertada por su padre que yo llegaría a visitarla, «su tío Miguel había llegado», ella me decía así cuando la conocí y aunque apenas tenía 3 añitos, aún guardaba algún recuerdo en su subconsciente acerca de mi persona.
Titubeando un poco con mi inglés, conversé mezclando al igual que ella los dos idiomas, español e inglés, pudimos comunicarnos, hablamos de sus recuerdos y parece que ahora a sus 16 años poco recuerda de sus días en el orfanato de Zacatecoluca, ubicado a 40 kilómetros de la capital salvadoreña donde fue su anterior hogar.
Recién nacida Sofía fue abandonada por su madre en un hospital local, luego quedó en manos del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia, ISNA. siendo apenas una bebé pasaría sus primeros cuatro años de vida en un hogar infantil ubicado en el departamento de La Paz.
Un futuro incierto le esperaba a la pequeña, y por si eso era poco, la niña padecía una enfermedad muy delicada, no conoció sus padres, hermanos, una familia genealógica a quien abrazar, sin el amor de una madre, en fin, un panorama desalentador y triste era lo que a Sofía marcaba su destino.
Apenas rondaba el mes de vida para Sofía, cuando una misión de cristianos estadounidenses, encabezado por Mike Schadt, director del Ministerio S.O.S (Ministries en inglés), que realizan obras de caridad en El Salvador se cruzó en el camino de la pequeña Sofía, él visitó la casa hogar donde ella había sido asignada y recuerda que «fue amor a primera vista» dice Mike, asegura que al ver a la pequeña en esa condición tan vulnerable, sintió mucha compasión y al regresar a su país natal Estados Unidos, habló con su esposa Sandy sobre la posibilidad de adoptar una niña salvadoreña en condiciones de vida lamentables.
Después de algún tiempo Mike junto a Sandy viajaron nuevamente a EL Salvador a conocer a la niña, meses más tarde iniciarían un camino tortuoso que a la fecha no olvidan por los problemas que debieron pasar debido al engorroso proceso de adopción que duró más de cuatro años.
Las instituciones que dicen velar por los derechos de los niños, en este caso el ISNA, puso a prueba la paciencia de una familia que a pesar de tener sus propios hijos, y tantos problemas para el proceso de adopción, superó todo impase, surgido de las instituciones gubernamentales encargadas de trabajar para aprobar las adopciones en El Salvador.
Ahora la familia Schadt dan gracias a Dios por haberles concedido el milagro de poder recibir a su hija Sofía en adopción, lo que sin duda en su país de origen nunca hubiera tenido una atención adecuada a su condición de salud delicada, educación de calidad, un techo, un hogar y una mejor vida.
Actualmente es una persona normal como cualquier otra joven de su edad, inquieta, juguetona, traviesa, Ella estudia, juega, sirve en la iglesia, viaja a varios países dando las buenas nuevas que sus padres a través de su organización pregonan al mundo, un mundo de paz, de amor y bondad.