A 91 años de la masacre de los descendientes de los pueblos originarios del Señorío de los Izalcos

Cada 22 de enero surgen las voces de los descendientes de los pueblos originarios, caminando por la ruta de sus ancestros, por la tierras expoliadas, arrebatadas, despojadas

Por Eduardo Cubias

El Salvador – La masacre de los indígenas “Izalcos” en 1932 y la surgiente Oligarquía Cafetalera, haremos un poco de historia para ubicarnos en tiempo y espacio, a finales del siglo XlX y principios del XX, cuando se introduce y se establece en El Salvador, el cultivo del café como principal producto de exportación, luego de la caída del precio del añil, como colorante natural con un azul intenso que aún perdura como tinte artesanal.

El cultivo del café fue introducido en 1846 por el presidente Eugenio Águila, imponiéndose en la época del presidente Gerardo Barrios, como un monocultivo de exportación, pero fue el presidente Rafael Zaldívar, quien gobernó el país de 1876 a 1985, el principal propagador de este cultivo.

Zaldívar fue un gobernante liberal, pero con ambiciones personales, como miembro de la oligarquía criolla cafetalera, la nueva clase social, con potestades políticas y económicas.

Fue Rafael Zaldívar, en su periodo presidencial, quien decreta la abolición de los ejidos y tierras comunales de los indígenas para entregárselos, a precio simbólico, a la naciente oligarquía cafetalera,

El gobierno de Zaldívar, como reforma liberal, aprueba el acuerdo legislativo, del 26 de enero de 1881, que cambia el uso y tenencia de la tierra en El Salvador. En este acuerdo se articula la Ley que legitima la expropiación y explotación de las tierras comunales y los ejidos de las comunidades indígenas en el país, El acuerdo, a la letra dice:

“La existencia de las tierras bajo la propiedad de las comunidades impide el desarrollo agrícola, estorba la circulación de la riqueza, debilita los lazos familiares y la independencia del individuo. Su existencia contraría los principios económicos y sociales que la República ha adoptado “.

El Salvador se convierte en un país monoproductor y monoexportador de café. La introducción de este cultivo trajo consigo una aceleración en el proceso de concentración de la propiedad de la tierra, pues este cultivo requería extensas propiedades, apropiadas para la producción de este grano, además se necesitaban accionistas a mediano plazo, pues el café es un cultivo permanente que empieza a producir a los 4 ó 5 años, una vida productiva puede ser mayor de 40 años, durante lo que se conoce como el ciclo cafetalero.

Dificilmente las comunidades indígenas podían estar en capacidad económica y tecnológica de implementar a nivel nacional el cultivo del cafeto, y esta es una de las razones, por las cuales, algunos teóricos, de la Reforma Liberal de 1881, argumentan a favor de la expropiación de las tierras comunales de los pueblos indígenas.

Y todo esto trajo como consecuencia la explotación laboral en las fincas de café, los bajos salarios para los trabajadores del campo. Los indígenas despojados se convirtieron en víctimas, en condiciones de extrema pobreza, la exclusión y marginación social de los indígenas era evidente, lo cual genera los primeros movimientos de protesta y las primeras represiones que repercute como una de las principales causas del conflicto que culmina con la masacre de los descendientes de los pueblos originarios del Occidente del país.

Puede decirse, apoyados en la historia, que esta masacre fue una confabulación del Gobierno de Maximiliano Hernández Martínez y la Oligarquía Cafetalera, para callar las voces que reclamaban la devolución de las tierras y el respeto a su identidad cultural, y sus tradiciones y costumbres ancestrales.

Cada 22 de enero surgen las voces de los descendientes de los pueblos originarios, caminando por la ruta de sus ancestros, por la tierras expoliadas, arrebatadas, despojadas, Son heridas que permanecen abiertas, difíciles de cerrar, Los nietos del jaguar aún rondan por las lejanías y sus rugidos son cada vez más fuertes, difíciles de callar.