Por Claudia Zavala – Valencia, España
Fotos: Gothy, L’Osservatore Romano y Attilio Pirino
Margoth López, conocida como Gothy, destila pasión cuando habla de su trabajo artístico. Aparentemente, es una mujer serena y pausada, pero a medida que comparte sus proyectos creativos evidencia en ella una potencia y una sensibilidad especiales. Y más cuando habla de uno de sus mayores orgullos: pintar al beato Óscar Arnulfo Romero.
Esta salvadoreña radicada en Milán, desde julio de 2005, es graduada en Artes Plásticas, de la Universidad Nacional de El Salvador. La primera ventana desde la que proyectó su trabajo, siendo aún una estudiante, fue la “Exposición Latinoamericana de Jóvenes Talentos”, realizada en Brasil, en 1999. Con la visión de una proyección internacional a otro nivel, seleccionó a Italia, la gran cuna del Renacimiento y de artistas universales, como una posible escuela profesional y de desarrollo personal. En 2015, después de trabajar en algunas iniciativas para el ayuntamiento de su localidad y en el Ministerio de la Pública Instrucción, montó su propio atelier y laboratorio de pintura, desde el que imparte clases y desarrolla sus proyectos artísticos.
Sin duda, el retrato que más ha trascendido de su obra es la imagen del beato salvadoreño. Ella cuenta que fue en 1994 cuando realizó el primer cuadro sobre Romero, a quien siempre tuvo una profunda admiración y devoción. “Desde temprana edad, mis padres me transmitieron un fuerte respeto y devoción hacia él. Desde jovencita, he hecho varios retratos suyos para mí o mi familia, pero nunca los había expuesto, hasta que en el año 2015, la comunidad salvadoreña residente en Milán me pidió que hiciera un cuadro para regalárselo al Papa Francisco, en agradecimiento a la beatificación de Romero”.
El encargo realizado fue recibido por la pintora con la responsabilidad de realizar una propuesta profunda, sentida, que captara con gran fuerza la personalidad, carácter y humildad de Romero. “Dicen que era medio tímido, aunque se transformaba en las homilías. Estuve varias semanas haciendo un ejercicio no sólo técnico, sino expresivo. Empecé espontáneamente una especie de viaje espiritual, a concentrarme intensamente en su figura. Hice una investigación bibliográfica, histórica, iconográfica, más allá del conocimiento popular. Quise conectar a otro nivel con él”.
Sucesos especiales
Según cuenta Gothy, esa conexión la sumergió en una especie de trance creativo en el que pasaba durante horas, para dar vida a las dimensiones de 50×70 centímetros del cuadro. Seleccionó la técnica del óleo, porque es la técnica por excelencia que se usa para las obras que trascienden en el tiempo. Es también de las más complejas, pues conlleva pausas técnicas en un trabajo que se realiza por fases. Cada capa de pintura requiere unos 4 días de secado, mezclando un total de 5 capas en una perfecta armonía de colores, texturas, luces y sombras. La posibilidad de la mezcla de colores y tonalidades es infinita.
“Tengo un estudio donde pinto mis cuadros. Pero este, curiosamente, quise hacerlo en mi casa. Es simbólico, porque desde el principio quise crear ese vínculo de intimidad. Había momentos en los que sentía realmente su compañía, su mirada, su presencia. Un día, esa sensación fue más clara, más real. Incluso me hice hacia atrás, me separé del cuadro, para intentar tomar distancia y reaccionar a lo que me estaba pasando, pero fue algo que me envolvió por completo. Nunca me había pasado algo igual. Para mí fue todo un misterio”.
Para que las capas de pintura se secaran, Gothy sacó el cuadro a la terraza de su casa. Cuenta que la vecina que vive en el mismo piso lo vio desde su balcón. Conmovida por la imagen, se atrevió a tocar la puerta de su casa y a preguntarle por el personaje de su retrato. Gothy le explicó brevemente la historia de Romero y ella la validó comentándole que, curiosamente, había visto un documental sobre él en la televisión italiana, a propósito de su beatificación.
“Me insistió mucho en su mirada. Me dijo que la había impactado. Me llamó la atención, porque la señora se emocionó de verdad en la conversación, casi queriendo llorar, sin saber realmente quién era él. Me pidió que antes de que lo entregara al Vaticano, por favor, le enseñara el cuadro terminado”.
La cadena de sucesos especiales alrededor del cuadro continuó cuando Gothy, regresando de hacer compras, subía por su edificio escuchando mucho ruido y viendo rostros de preocupación de algunos vecinos. Le contaron que el hijo pequeño de la mujer que le había preguntado por el cuadro se había caído desde un tercer piso. Que la ambulancia se lo había llevado al hospital. Y que todos temían lo peor.
Al día siguiente de ese hecho, la pintora se encontró en la escalera a su vecina, que iba para el hospital a ver a su niño: “La vi mal, destruida, desesperada, realmente afligida. Cuando me vio, me dijo ‘pídele a Monseñor Romero por mi hijo’. Le dije que había sido lo primero que había hecho. Que no se preocupara y que su hijo estaría bien”.
Luego de una semana y contra todo pronóstico, el niño salió del hospital sin ninguna fractura ni magulladura. Todos estaban sorprendidos. “Yo lo viví como un milagro, algo realmente espiritual, y constató que algo estaba sucediendo en ese proceso que yo también estaba atravesando, a medida que la obra cobraba vida”.
Embajadora de Romero
El retrato de Romero fue entregado al Papa Francisco en el Vaticano por representantes de la Embajada de El Salvador en la Santa Sede y ante la presencia de una concurrida comunidad de compatriotas. El Papa se sumó a la admiración artística por la alta calidad y realismo conseguidos.
Radio Vaticano hizo una fotografía de ese momento que se viralizó y consiguió que el trabajo de Gothy se proyectara a fronteras que nunca imaginó. “La gente se comunicaba conmigo desde varios lugares del mundo. Una señora que lo conoció me dijo que había logrado captar su esencia, su alma, que estaba realmente sorprendida. Yo siento una enorme gratitud por haber vivido este proceso y entregar parte de él al mundo, desde la fuerza de un lienzo. Dios usa el arte para transmitir su belleza, su espíritu y creación. El artista es el puente, el receptor. Yo fui sólo un instrumento y me dejé guiar. Fue un regalo. Algo bello, espiritual, me dejó mucho como persona y como artista”.
La especial experiencia en la creación de ese retrato impulsó en Gothy el deseo e inspiración de realizar un segundo. Esta vez, de 100×150 centímetros, basado en la misma fotografía, pero de cuerpo entero y usando la técnica “negro sobre negro”.
Sin tener un destino claro, al finalizar el cuadro, lo dejó instalado en su estudio, durante aproximadamente un año. Para su sorpresa, fue el cardenal Gregorio Rosa Chávez quien le solicitó la obra, para exponerla en la parroquia que le asignaron en Roma. “Hicimos los trámites necesarios y este año 2018 el cuadro fue entronizado en Roma. Viajé personalmente para entregarlo. Compartí mi proceso creativo y espiritual con Rosa Chávez. Y justo, en ese momento coincidió que el Papa Francisco hizo el consistorio en el que anunció la canonización de Romero. Para mí son señales, es como si ya estaba predestinado para algo importante y sólo estaba esperando su momento. Hay un diseño divino que uno no conoce, pero de repente se va viendo y entendiendo todo. Se va haciendo claro. Uno sólo es espectador de algo grande que está pasando”.
Sin duda, la proyección creativa de Gothy ha evolucionado a niveles que no imaginaba. Ni siquiera cuando fue nombrada “Pintora distinguida de El Salvador” por la Asamblea Legislativa, en marzo de 2017. Desarrollando su arte desde una cultura y un entorno que destaca por su poderío histórico-artístico, no pierde de vista sus raíces y el camino por el que quiere continuar: “Yo llegué ya formada a este país. Y ahora estoy aportando artísticamente en esta tierra con tanta historia cultural. A través de mí también conocen nuestra cultura. Italia es conservadora y vive mucho de su tradición artística. Para mí, que me vean diferente es algo positivo. Mis colores, mi estilo, mi lenguaje, eso me hace ser lo que soy. Esa diversidad es arte. Siento que valoran mi identidad y que saben que no los quiero imitar y lo respetan. Me gustaría crear una fundación para hacer programas en El Salvador y desarrollar el arte, en diferentes niveles. Cuando hemos tenido el privilegio de formarnos y crecer, tenemos el compromiso de devolver a nuestra patria parte de lo que nos ha dado”, finaliza.