Por José Eduardo Cubías Colorado
La Asociación cafetalera de El Salvador (Acafesal) proyecta una drástica caída en la producción cafetalera de este país por el impacto de la roya (plaga del café) y la falta de fertilización de los cafetales.
«El Salvador podría tener una producción de 300 mil quintales de café para la cosecha 2020-2021 y se convertiría en la más baja de la historia del café salvadoreño», dijo Omar Flores Hidalgo, Presidente de dicha gremial.
En un estado de alerta, El Salvador es el país que produce menos café en la región centroamericana.
Deducimos que el cultivo del café ya no ofrece la rentabilidad de antaño, cuando se convirtió en un monocultivo agroexportador de la naciente oligarquía terrateniente, que aprovechó los buenos precios del grano en el mercado internacional, y de los cuales dependía la economía del país.
Pero la introducción del café a El Salvador, significó además, una aceleración en el proceso de concentración de la propiedad de la tierra, pues el cultivo requería grandes y apropiadas extensiones de terreno. Además se necesitaban inversionistas a mediano plazo, pues el café es un cultivo permanente que se siembra y empieza a producir a los cuatro años.
Sería difícil para las comunidades indígenas tener la capacidad económica y tecnológica para implantar, a nivel nacional, el cultivo del café. Esta es una defensa de varios teóricos de la Reforma Liberal de 1881, que expropió tierras comunales y ejidales, otorgándoselas a precio regalado a los terratenientes de la naciente oligarquía cafetalera. Esta es una nota oscura en la historia del café en El Salvador.
Luego de la firma de los Acuerdos de Paz, hubo intentos de reactivar este cultivo, que necesitaba de una fuerte inversión para lograr la rentabilidad de antes de la guerra, ya que los precios del café bajaron considerablemente al surgir nuevos países productores, más la persistencia de la roya y los altos intereses de los créditos de avío para financiar la producción del café, que dejó de ser el grano de oro.