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El fanatismo en El Salvador: Un desafío para la convivencia social

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Imagen con fines ilustrativos. Alex Yomare en Pixabay
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Por Héctor Murcia Hernández

Opinión – El fanatismo es un fenómeno social y psicológico caracterizado por una adhesión irracional, apasionada y extrema hacia una causa, ideología, religión o figura. Este comportamiento es especialmente problemático porque limita el pensamiento crítico y genera una actitud hostil hacia quienes no comparten las mismas creencias. A lo largo de la historia, el fanatismo ha sido un motor detrás de conflictos sociales, religiosos y políticos, y su impacto sigue siendo relevante en la actualidad.

El término fanatismo proviene del latín «fanaticus», que hacía referencia a los seguidores fervientes de un templo o santuario. Hoy en día, el fanatismo es definido como una devoción ciega y desmedida que rechaza la posibilidad de debate o cuestionamiento. Psicólogos como Erich Fromm (1941) han explorado las raíces del fanatismo y lo han relacionado con el miedo y la inseguridad personal. Según Fromm, las personas buscan refugio en una causa o ideología totalizante cuando se sienten impotentes o carentes de control sobre sus vidas. Al adoptar una postura fanática, estas personas obtienen un sentido de identidad y pertenencia que les otorga estabilidad emocional.

El fanatismo puede manifestarse de diferentes maneras. Algunos de los tipos más comunes son el fanatismo religioso, fanatismo político y fanatismo deportivo. El fanatismo religioso ha sido una de las principales causas de guerras y persecuciones a lo largo de la historia. El fanatismo político, por su parte, ha impulsado movimientos autoritarios y totalitarios, como el fascismo en Europa durante el siglo XX. En el ámbito deportivo, aunque generalmente es inofensivo, puede llevar a la violencia entre hinchas de equipos rivales, un fenómeno que ha sido ampliamente documentado en estudios sociológicos.

En el caso de El Salvador, el fanatismo político es un fenómeno que ha marcado profundamente la historia del país, desde la polarización ideológica que llevó a la guerra civil hasta la actual polarización social y política que sigue dividiendo a la población. Este fenómeno, caracterizado por la adhesión ciega a un partido o líder político, ha tenido graves consecuencias en la cohesión social, el diálogo democrático y el desarrollo del país. Analizar el fanatismo político en el contexto salvadoreño es esencial para comprender cómo las dinámicas de poder y las emociones colectivas pueden influir en la vida política de una nación.

El Salvador ha sido históricamente un país marcado por profundas desigualdades sociales y económicas. Estas condiciones alimentaron una lucha política entre sectores opuestos, que culminó en la guerra civil (1980-1992), un conflicto entre el gobierno militar, respaldado por la élite económica, y grupos insurgentes, principalmente el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Este conflicto ideológico fue terreno fértil para el fanatismo político, ya que ambas partes se presentaban como los únicos salvadores legítimos del país, deshumanizando a sus oponentes y radicalizando a sus seguidores.

Con el paso del tiempo, el fanatismo político en El Salvador ha ido evolucionando. Durante las primeras décadas posteriores a la guerra civil, el escenario político fue dominado por dos fuerzas principales: ARENA (Alianza Republicana Nacionalista), representando a la derecha conservadora, y el FMLN, que pasó de ser un grupo insurgente a un partido político de izquierda. La rivalidad entre ambos partidos perpetuó el discurso polarizante y fanático, haciendo difícil cualquier tipo de consenso en temas clave para el desarrollo del país.

Con la llegada de Nayib Bukele al poder en 2019, se ha observado un resurgimiento del fanatismo político en El Salvador, esta vez enfocado en la figura del presidente y su partido Nuevas Ideas. Bukele ha utilizado las redes sociales como un arma poderosa para consolidar una base de seguidores extremadamente leal, a menudo denominada «bukelismo». Según estudios recientes de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES, 2021), Bukele ha construido una narrativa de “ellos contra nosotros” que ha intensificado la división en la sociedad salvadoreña.

El discurso populista de Bukele, que se presenta como un líder antisistema, ha llevado a muchos de sus seguidores a adoptar una postura incondicional hacia él, rechazando cualquier tipo de crítica, ya sea de la prensa, de organismos internacionales o de la oposición política. Esta forma de fanatismo se manifiesta en la defensa ferviente de Bukele en las redes sociales, donde sus críticos son atacados de manera sistemática, generando una atmósfera de intimidación y control del discurso público.

El fanatismo político en El Salvador no puede entenderse sin analizar los factores psicológicos y sociales que lo impulsan. La inseguridad económica, la falta de confianza en las instituciones y el deseo de estabilidad son algunos de los elementos que alimentan el fanatismo. Muchos salvadoreños ven en sus líderes políticos una figura paternalista que puede resolver sus problemas, lo que fomenta un seguimiento ciego y acrítico.

El fenómeno del sesgo de confirmación, documentado por psicólogos sociales como Jonathan Haidt (2012), es también evidente en el fanatismo político salvadoreño. Los seguidores de Bukele, por ejemplo, tienden a buscar y compartir únicamente información que confirme su creencia en la infalibilidad del presidente, mientras ignoran o descalifican cualquier crítica. Este tipo de comportamiento refuerza las divisiones políticas y dificulta el debate democrático. Lo mismo sucede con sus críticos, quienes se reafirman en sus opiniones contra Bukele, obteniendo información con la que se sienten más identificados.

El fanatismo político tiene graves consecuencias para la democracia en El Salvador. En primer lugar, limita la capacidad de los ciudadanos para participar en un diálogo abierto y constructivo. Cuando los debates políticos se convierten en enfrentamientos fanáticos, se pierde la oportunidad de buscar soluciones colectivas a los problemas del país. Además, el fanatismo debilita las instituciones democráticas, ya que los seguidores fanáticos tienden a justificar acciones autoritarias o antidemocráticas de sus líderes.

Las redes sociales han jugado un papel crucial en la promoción y perpetuación del fanatismo político en El Salvador. Plataformas como Twitter y Facebook permiten que los mensajes políticos se difundan de manera rápida y masiva, sin pasar por los filtros tradicionales de verificación.

Enfrentar el fanatismo político en El Salvador requiere un enfoque que promueva la educación cívica, el pensamiento crítico y el respeto por las instituciones democráticas. Fomentar una cultura política que valore el debate informado y el pluralismo es esencial para superar las divisiones actuales.

El fanatismo político ha sido una constante en la historia de El Salvador, adaptándose a diferentes contextos y figuras a lo largo del tiempo. Si bien ha jugado un papel en la movilización política, también ha limitado el desarrollo democrático y ha exacerbado las divisiones sociales. En la actualidad, la figura de Nayib Bukele y su partido Nuevas Ideas son el centro de una nueva ola de fanatismo que plantea desafíos importantes para el futuro de la democracia en el país. Para mitigar sus efectos, es necesario fomentar el diálogo, la tolerancia y una ciudadanía crítica capaz de cuestionar el poder sin caer en la polarización extrema.

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