Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
En estos tiempos donde las consignas sobre la no discriminación y la igualdad de género brotan por todos los rincones, hay un sector de la sociedad que carga con un estigma social silencioso: se trata de las mujeres solteras , divorciadas o viudas.
Llega una edad en que las mujeres que no se han casado empiezan a verse con cierto tono despectivo. Se les dice “quedadas”, que las dejó el tren y se las etiqueta como malhumoradas por no tener relaciones sexuales.
Otras tambien vistas de soslayo son las madres solteras. Éstas tienen un estatus particular, se les reconoce su espíritu de lucha para sacar adelante una familia a pesar de las dificultades, pero también se las condena por no haber mantenido un padre para sus hijos. Además, a la hora de encontrar compañía, vulgarmente se les mira como que ya no hay nada que perder y que no habrá obligaciones de casarse pues no las encontraron vírgenes.
Algo similar ocurre con las mujeres divorciadas, ya que estas han perdido el estatus que les daba el esposo. También se considera que no es un compromiso tener relaciones sexuales con ellas pues ya no estaban vírgenes y ademas tanto estas como las madres solteras tienen necesidad de sexualidad, incluso más que una que nunca las ha tenido.
Con esos estigmas, no tienen que cargar los hombres. Ellos son “machos” y a un macho cuantas más mujeres tenga, más macho es… Además, porque no salen embarazados. Si es soltero generalmente tendrá más libertades que una mujer soltera, madre soltera o divorciada. Por si fuera poco, en caso de tratarse de un padre soltero, se le verá con cariño, como ejemplar, y no faltarán las mujeres que traten de ayudarle a sobrellevar “esa carga”.
Pero para nadie es un secreto que las solteras viven bajo presión social. Básicamente porque biológicamente llegadas a ciertas edades les es más difícil concebir y eso significa que algo ha fallado en ellas. Además, porque en cualquier momento pueden caer en pecado sin nadie que se responsabilice de ellas.
Núria Viladomat, socióloga catalana y autora del libro Solteras y encantadas, reconoce que “hay mucho drama, mucha desesperación y mucha preocupación por no tener pareja». En definitiva, pocas solteras satisfechas. Su explicación: “Ahora mismo, a nivel teórico todas sabemos que no necesitamos un hombre para ser felices, pero a nivel práctico es muy diferente. Seguimos teniendo la misma concepción de hace 50 años, y si no estamos con un hombre es que nos falta algo de vital importancia”.
Hay personajes de la ficción, como la mítica Carrie Bradshaw que interpreta Sarah Jessica Parker en la serie Sex and the City, que idealizan la soltería: “Estar soltera solía significar que nadie te quería. Ahora significa que eres guapa, sexy y te tomas tu tiempo para decidir cómo quieres que sea tu vida y junto a quién quieres pasarla”.
Puede ser, como dice Bradshaw, que los tiempos hayan cambiado. Por un lado el reloj biológico ha extendido su horario y cada vez es más frecuente ver mujeres embarazadas a edades avanzadas, incluso por encima de los 40 años. Antes, no más menstruaban ya estaban aptas y debían casarse. Aún hay muchas sociedades que funcionan así. Sin embargo, debido al ingreso de las mujeres al mundo laboral -incluso muchas de ellas en puestos gerenciales de empresas importantes- algo está empezando a cambiar.
A más apertura laboral para las mujeres, más posibilidades de seguir solteras… Un estudio realizado por varias universidades inglesas afirma que cuanto más inteligente es una mujer más trabajo le cuesta casarse. La investigación abarcó a 900 hombres y mujeres que primero fueron entrevistados cuando tenían 11 años y se les hizo un seguimiento para saber qué fue de sus vidas 40 años después. Increíble, pero según los resultados, las mujeres tienen un 40% menos de posibilidades de contraer matrimonio y permanecer solteras si son exitosas.