Por Dr. Ramón Rivas/ Antropólogo
Europa – Ayer, en mi caminata diaria, pude ser testigo, cómo un considerable número de migrantes, llegados a Los Países bajos, por iniciativa propia, o forzados como es el caso concreto de la gente de Ucrania, trabajaban temporalmente, por hora laboral, sembrando hortalizas y frutas en unos de las muchas plantaciones en este país.
Los buses, los recogen en los centros de acopio, por intermedio de las oficinas laborales, (Arbeids bureaus), y los llevan a las plantaciones, son hombres y mujeres, todos jóvenes. Contorno al bus, que ahí los espera, observé, cerros de mochilas de los laborantes donde guardaban su comida y agua.
Me llamó la atención la cantidad de desplazados trabajando en uno de estos campos de cultivo. Ganan por hora y ni creo que todo es agradable para esa pobre gente. Más parecían esclavos. ¿Mi pregunta es quién gana de esta desgracia humana? La respuesta es obvia. Esta gente, todos jóvenes, hombres y mujeres sin futuro son llevados para todos lados a hacer cualquier cosa.
Estos países, en estos momentos, urgen de mano de obra en todos los sectores y pude observar cómo esta gente se esforzaba para ganarse su sustento. La lengua no era un problema, daba la impresión.
Sin más, creo que Invertir en la agricultura es, por el momento, tanto allá como acá, clave para hacer frente a los desplazamientos, pero esta debería darse en sus propios países, con excepción de los ucranios que sufren, hoy por hoy, de la guerra, pero a lo mejor mañana se puede.
Sí, considero que son precisamente de estas iniciativas, pero bien estructuradas, para no ser víctimas también en sus propios países, las cuáles deben ser bien remuneradas en países como Polonia, Rumanía, Bulgaria y otros, que podrían ofrecer soluciones duraderas a las situaciones de desplazamiento a corto y largo plazo y ayudarían a las personas que regresan a restablecer sus medios de vida y su producción agrícola.
Los Estados mejor favorecidos de la Unión Europea deberían de invertir en esos países para así evitar otro tipo de problemas que conllevan los continuos desplazamientos que cada vez son más complicados y diversos.
Miles de desplazados económicos han llegado a países de la Comunidad Europea en los últimos años y son miles de habitantes de las antiguas repúblicas soviéticas que ahora pululan por doquier.
Desde febrero, de este año, cuando Rusia, en una acción sin precedentes y en pleno siglo XXI, invadió con lujo de barbarie Ucrania, millones de víctimas han llegado a Europa en busca de refugio.
Otros, habitantes de países de la Unión Europea que después de la caída del bloque socialista pasaron a formar parte de este bloque económico y político, pero con menores condiciones económicas, se han convertido en exportadores de su recurso humano; polacos, ungaros, lituanos, rumenios y ahora los ucranios pero con un status especial por no formar parte de la Unión Europea y la invasión rusa, (hace tres días su solicitud para ser miembros de la Comunidad Europea ha sido aceptada y ahora inicia el trámite que podría durar muchos años para que sean integrados), disponen ahora de un estatus especial y pueden llegar a cualquier país, (por ser víctimas de la guerra) europeo donde son recibidos y tienen permitido trabajar.
Los otros países mencionados no tienen ningún impedimento para que sus ciudadanos puedan trabajar en cualquier país de la Unión.
Con todo, el problema de los desplazamientos, se ha convertido en un problema mundial de una magnitud sin precedentes, como consecuencia de los conflictos, la violencia, las persecuciones y las violaciones de los derechos humanos.
Lo que a menudo no se reconoce es que los desplazamientos, ya sea voluntarios o forzosos, tienen una fuerte dimensión rural en la mayoría de los países afectados. La situación se complica cada día ya que el número de desplazados se multiplica.
