Por Mario Alfredo Cantarero
El Salvador – De acuerdo a la perspectiva Semiótica, los seres humanos construyen universos simbólicos para pensar, sentir y desenvolverse en la vida. Entre esos sistemas simbólicos que dan significado a las cosas, a la naturaleza, a las personas, a las instituciones y a nosotros mismos, están los seres queridos que fallecieron.
Los seres humanos pensamos, sentimos y creemos sobre las diferentes esferas de su vida con base a esas construcciones simbólicos que tenemos fijadas en registros en nuestros cerebros (relatos diseñados con significantes y significados sociales).
Estos constructos simbólicos relacionados con los muertos las personas las crean intersubjetivamente en la interacción social con los otros; esto ocurre desde los neandertales, aproximadamente hace 400,000 años.
Esta especie humana inicia la reverencia a sus muertos. Desde entonces, las diferentes culturas del mundo realizan un ritual simbólico a sus muertos.
En este sentido, la meta del culto es asegurar el bienestar en la nueva existencia de los ancestros y su buena disposición hacia los vivos.
Los salvadoreños recuerdan a sus seres queridos fallecidos, el 2 de noviembre. En este día, conocido como «Día de los Difuntos» o «Día de los muertos», los compatriotas desde tempranos horas realizan rituales, como el de llevar arreglos florales a las sepulturas de la persona fallecida, pintar las cruces de las mismas, contratar mariachis o grupos musicales que interpreten las melodías que en vida disfrutaba, y algunos oran por el alma de sus difuntos.
Además, en los alrededores de la mayoría de los cementerios de nuestro país realizan prácticas gastronómicas, en donde se venden hojuelas de trigo saboreadas con azúcar o miel para deleite de los visitantes. Ventas de otros alimentos también son comunes, como frutas de temporadas. Es un reencuentro de las familias con sus muertos, a través de diversas prácticas culturales.