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Menor salvadoreño, víctima de negligencia médica, lucha por encontrar su «sueño americano»

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Por Lucía Erazo

El sueño de una mejor vida acompaña a Miguel Majano en su viaje desde su natal Tejutepeque en Cabañas, en El Salvador, hacia los Estados Unidos. Luego de cinco años separado de su madre, llegó el momento de residir juntos legalmente en el país del norte.

Majano, con sólo 11 años de edad, ya carga sobre su espalda una vida de obstáculos que ha sobrellevado como un valiente guerrero.

Siendo el segundo de tres hermanos, el único varón, llegó para alegrar la vida de su familia un 6 de julio de 2008. «Mi niño nació sano» relata su madre Idalia Escobar, mientras su rostro muestra una mezcla de emociones entre tristeza y enojo al recordar hechos acontecidos en agosto de 2011 que marcarían la vida de su pequeño y de su familia para siempre, tras la amputación de manos y pies del menor.

El Salvador, país centroamericano con un clima tropical, se encontraba en aquella época con altos índices de dengue (enfermedad trasmitida por la picadura del mosquito Aedes aegypti).  El 24 de agosto de 2011, «Miguelito», como lo llama su familia, con tres años de vida para entonces, presentó un proceso febril, que su madre trató de bajar con remedios caseros. Un día más tarde, al ver que la fiebre no cedía fue llevado de emergencia a la unidad de salud de su localidad donde fue examinado por sospechas de dengue, y al no ser claros los síntomas fue diagnosticado con infección faríngea de origen bacteriano.

Pero la salud del niño no mejoraba, comenta Idalia. «Seguía con la fiebre, me lo llevé al doctor particular». De ahí, fue referido al hospital nacional de Ilobasco donde fue diagnosticado con resfriado común, proceso febril agudo y sospechas de dengue con signos de alarma. Luego de un total de cinco días de fiebre superior a los 39 grados, finalmente es atendido en el Hospital Benjamín Bloom (especializado en pediatría). El caso de Miguelito se agudizó, el 29 de agosto cuando sufrió un choque séptico que lo mantuvo en cuidados intensivos, un mes más tarde removieron sus extremidades superiores e inferiores debido a la necrosis (muerte del tejido celular).

Sin manos y con sus pies parcialmente amputados, Miguelito fue dado de alta luego de 40 días de hospitalización.

A partir de entonces, su vida se desarrolló entre personal médico, fue remitido a ortopedia, fisioterapia, psiquiatría, y posteriormente recibió terapias de rehabilitación en una fundación. 

Estando ya relativamente estable, Idalia, quien era madre soltera, dejó a Miguelito al cuidado de la abuela materna mientras ella partió a Estado Unidos en busca de mayores ingresos económicos para darle una mejor calidad de vida a su familia.

Una familia que aun insiste en que la amputación de las extremidades de su niño pudo evitarse.

«Nunca hubo un diagnostico claro, nunca supe cuál fue la enfermedad que tuvo. Si fue negligencia médica o alguna bacteria que adquirió en el hospital, no lo sé», externa Idalia.

Aunque el caso de Miguel Majano ha sido mediático y las instituciones que velan por los derechos humanos respaldan la demanda por negligencia médica que fue interpuesta, han pasado ya 8 años y aun no se resuelve nada, y como dicen los activistas: «el caso sigue impune».

Mientras tanto, Miguelito ha adaptado su vida a su nueva condición, no ha dejado que las «adversidades» lo limiten y hace su vida como cualquier otro niño de su edad, creando diversas reacciones, acosado por unos y admirado por otros.

Actualmente, reunificado con su madre en Los Ángeles, California, enfrenta un nuevo proceso de adaptación ahora a la cultura y al idioma del país de acogida. Es que en la escuela parroquial de su ciudad natal donde estudiaba, dice Miguel que no aprendió inglés.

Curioso e inquieto, Miguel se entretiene usando aparatos tecnológicos. Además, le gusta el fútbol y la música urbana, vive su presente rodeado del amor de su familia, aunque extrañando a su abuela materna.

En su futuro cercano tendrá una evaluación, él y su familia confían en que el seguro médico les pueda ofrecer las prótesis, ya que debido a su crecimiento las anteriores están desajustadas.

El próximo mes de agosto debe iniciar sus clases, algo que lo tiene nervioso porque no sabe nada de inglés, dice.  Sin embargo, este será otro reto que Miguelito seguramente vencerá con la valentía que lo caracteriza.   

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