Por Milagro Vallecillos
Fotos: Luis Romero y Guillermo Martínez.
“Suenan las campanas: un, dos, tres… del padre Antonio y su monaguillo Andrés…”. La canción del panameño Rubén Blades, escuchada miles de veces por los latinoamericanos, es sin duda una hermosa manera de honrar la vida y el sacrifico de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo salvadoreño asesinado el 24 de marzo de 1980 por exigir el cese de la represión a su pueblo.
Esta canción de Blades nos permite recordar, de una manera muy emotiva, que nuestra sangre latina nos lleva a identificarnos con diversas causas, entre ellas las relacionadas con la fe.
En enero de 2019, durante la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, la imagen de Monseñor Romero tomará mayor fuerza en el país canalero, al convertirse el obispo mártir en uno de los patronos de la JMJ.
Con motivo de este acontecimiento, exploraremos hechos valiosos de este hombre de Dios que dejó de ser un símbolo solo para El Salvador, para transformarse en una inspiración universal.
El cardenal salvadoreño, Gregorio Rosa Chávez nos habló de la vida y el legado de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el obispo mártir, quien escogió ser la voz de los sin voz en un momento en el que escuchar una canción de protesta en ese país podría costarte la vida.
Rosa Chávez fue marcado profundamente por su amistad con Monseñor Romero. Esto surgió cuando trabajó con él por un año, antes de convertirse en sacerdote en 1965.
Un mensaje que toma fuerza
El mensaje de Monseñor Romero sigue tan vigente en el mundo. De acuerdo al Cardenal Rosa, esto se debe a su cercanía con Pablo VI, el Papa que le ordenó obispo y arzobispo. Un detalle muy simbólico es que, tanto Pablo VI como Romero, serán declarados santos el mismo día en Roma. “Romero se inspiró en la doctrina social del Papa Pablo VI. En sus escritos no mostró nada que fuera ajeno a lo que enseñaba la iglesia, aplicado, por supuesto, a la realidad del país. Esto fue lo que le generó tantos enemigos, y que finalmente lo llevó a su muerte”, aseguró Rosa Chávez.
Estamos viviendo una primavera de la iglesia, y en esa primavera entra Romero por la puerta ancha, dijo el cardenal. El Papa Francisco lo asume como el modelo de pastor que quiere para la iglesia. “Esto era impensable hace pocos años. Francisco lo asume como un ícono de lo que él quiere, una iglesia de los pobres y para los pobres, que es su gran eslogan, y Romero lo encarna totalmente. Es una era de esperanza”, manifestó.
En este contexto, Rosa Chávez relató que una caricatura muy emblemática que publicó uno de los principales periódicos de Italia cuando Francisco fue electo Papa, mostraba a un grupo de personas esperando que apareciera humo blanco en una chimenea. Todo el mundo veía hacia arriba, y de repente apareció un burrito con un hombre montado. El hombre era Jesús. Los obispos y los cardenales estaban impactados al verlo. El título de la caricatura era “Jesús ha llegado al Vaticano”. “Sentimos en el Papa una cercanía tan grande, y esto nos lleva también a sentir que está presente Jesús a través de él. Lo ha demostrado por medio de sus actos. Habla más con lo que hace que con lo que dice, y ahora necesitamos gente con credibilidad”, reflexionó.
Para el cardenal, lo que el pueblo debe entender del mensaje de Monseñor Romero, es que vivimos fuera de nosotros mismos, alienados. No entramos en nuestro corazón, a donde Dios nos espera en una audiencia privada. Cuando un ser humano entra ahí, sale transformado, como Moisés hablaba con Dios en el desierto. Necesitamos volver a lo más profundo de nuestro cristianismo. Ese es el principal mensaje de Romero.
Una profunda conversión
Monseñor Romero vivió en constante conversión y, a medida que transcurría su vida, fue descubriendo nuevos retos y nuevos llamados de Dios. En una ocasión, él explicaba frente a una cámara de un canal de televisión de Suiza, que se trataba de una evolución en la que iba descubriendo, poco a poco, lo que Dios le pedía.
Cuando el arzobispo Romero llegó a la capital salvadoreña, conoció de primera mano la injusticia estructural que aplastaba a su pueblo. “Antes no lo veía así, pensaba que con beneficencia era suficiente. Pero después se dio cuenta que un país necesita de estructuras profundamente renovadas. Eso fue lo que nos enseñó, y lo que le costó la vida”, detalló Rosa Chávez.
Entre los principales legados de Romero, el cardenal manifestó que, además de ser la voz de los que no tienen voz, es el pastor que camina con su pueblo y el hombre compasivo que sufre con la gente, la acompaña y se arriesga con ellos. “Recordemos que él siempre se negó a tener seguridad, pese a las constantes amenazas que recibía. Dijo que correría el mismo riesgo que el pueblo. Escogió quedarse con el pueblo a costa de su vida. Ese es el buen pastor”, afirmó.
El camino del perdón
Durante años hemos visto la figura de Monseñor Romero siendo utilizada, por unos, como objeto de ataque, y por otros, como un estandarte de lucha. Pese a todo ello, la imagen del religioso sigue intacta en el corazón de los fieles.
Rosa Chávez compartió una anécdota que pocos conocen. En la ceremonia de beatificación estuvo presente el hijo del Mayor Roberto D’Aubuisson, señalado por la Comisión de la Verdad que investigó los crímenes durante la guerra civil de El Salvador, como el autor intelectual del asesinato de Monseñor Romero. El hijo del Mayor, quien era entonces diputado, consultó si debía asistir a la ceremonia. Algunos le pidieron que no se arriesgara, pero otros le dijeron que debía ir para demostrar que estaba dispuesto a pedir perdón en nombre de su padre. Él fue a la ceremonia, un gesto que la iglesia valoró mucho, según el cardenal.
Monseñor Romero fue un “terremoto espiritual” ese día. Ese terremoto tiene muchas réplicas, ya que hay gente buscando a Romero para pedirle perdón, mientras que otros, para confesarse porque lo odiaron y se alegraron de su muerte. “Esa gente que lo odió nunca leyó sus homilías. Ahora sí las conocen y se dan cuenta que él tenía un pensamiento limpio, transparente y profundo que nos transmite a Jesús. La gran novedad es que todo esto dará muchos frutos espirituales y muy pronto”, aseveró el Cardenal Rosa.
Uno de los grandes desafíos ha sido el camino del perdón, para quienes perpetraron este crimen atroz. Para Rosa Chávez, estamos frente a un pueblo admirable que renace de las cenizas.
“Por ejemplo, quien armó el operativo para asesinar a Monseñor Romero me llamó desde el exilio, buscando cómo reconciliarse. Iba a escribir un libro, luego terminó concediendo una entrevista en la que relató lo que pasó exactamente. La actitud de ese hombre que reconoce que se equivocó es la de mucha gente. Esto nos da esperanza, porque Romero murió perdonando como Jesús. Muchas veces dijo que bendecía a sus enemigos y rezaba por ellos. Esta lección de perdón, que es profundamente cristiana, es la que va a cambiar al mundo. El odio no lleva a ninguna parte. Solo el amor transforma a las personas, pues construye la paz y la justicia”, manifestó.
La deuda sigue vigente
Rosa Chávez comentó que un dato pendiente es saber quién le disparó. En cuanto a la justicia, no se ha investigado su caso. La iglesia ha pedido que se investigue oficialmente. “Necesitamos que el Estado asuma su responsabilidad de investigar ese magnicidio. La OEA exigió que se pida perdón, se reivindique la figura de Romero ante el pueblo y se ponga como modelo para las futuras generaciones. Eso será para el país un baño de esperanza. Romero es un ícono para ese país que deseamos todos en paz, en justicia, en verdadera libertad y democracia”, aseveró.
Construyendo puentes en un mundo de muros
La palabra puente está relacionada con Panamá. En un mundo en el que necesitamos puentes y no muros, un gran mensaje para la JMJ es que se requiere de aquellos que se acerquen a los pueblos, a las personas y a los corazones. Esto supone acercarse a Dios de verdad, señaló Rosa Chávez.
También nos recordó lo que Monseñor Romero decía constantemente: “La palabra queda y ese es el consuelo de quien la predica. Mi voz desaparecerá, pero mi palabra que es Cristo quedará en los corazones que hayan querido acogerla”.
Para el Cardenal Rosa, las palabras de Romero siguen resonando, y cuando sea canonizado, resonarán con una potencia que nadie podrá apagar. Ver a Romero glorificado es la esperanza de un mundo que está necesitado de voces y de un ejemplo como este. “Las cosas no pueden seguir como están. Hay que salir a la calle dice el Papa, hay que arriesgarse, hay que caminar, hay que sembrar esperanzas, y eso supone correr riesgos, pero solo así la vida tiene sentido”, concluyó.