Por Dr. Ramón Rivas
Cultura – En mi modesta apreciación, la obra del maestro Rafael Varela, se inserta en un estilo hiperrealista. Rafael Varela sabe magistralmente reproducir el objeto que pinta con fidelidad y objetividad tratando de buscar, con el más radical de los verismos, (ese movimiento estético que representa la realidad sin ninguna variación de finales del siglo XlX) una transcripción de la realidad a lo mejor, y eso debo preguntárselo, usando los medios técnicos y fotográficos de la manipulación del objeto que pinta hasta llegar a plasmar en el lienzo, la imagen del infinito, para mí, lo bello lo magistral, lo que da para pensar, reflexionar y comentar.
Sus pinturas son humanistas, pero también son extremos novedosos, monseñor Romero, niños, rostros humanos, lanchas, son todas escenas cercanas al realismo, las escenas de ciudad, mar, cielo, objetos, recintos cerrados y paisajes con significado.
Las obras de Rafael Varela, son descriptivas y muy pensadas en cada detalle: iluminación, personajes, sicología y entorno. Reacio y con sensibilidad a responder a mis preguntas sobre su obra, desde cuándo y quién lo ha influenciado. No obstante, la respuesta a todo está en el lienzo.
Él, el maestro Rafael Varela, me dijo:
«Lo más lejos que me voy a mí infancia, me recuerdo a mí papá chineándome. Es difícil recordar cuando tus papás te chinean, pero yo lo recuerdo tan lúcido porque era el niño más feliz del mundo esperándole con un fajo de dibujos; uno por cada día que se ausentaba por su trabajo, generalmente quince días. Era un acuerdo tácito que nunca deje de cumplir. Seguramente eso dejó huella en mi vida.
Yo solía dibujar cualquier cosa, desde un árbol hasta un zapato y a mi papá lo miraba con mucho respeto y admiración hacer retratos de sus amigos; eran muy baratos, pero significaban unos colones más para llegar a fin de mes.
Ahí nace mi amor y pasión por dibujar y pintar retratos, consiguiendo una habilidad que a los trece años ya superaban su técnica. Fácilmente podría decir que mi papá ha sido mi mejor maestro. Entre los once y doce años de edad me gustaba dibujar de memoria el rostro de Jesucristo (digo, el rostro que la historia popular nos ha enseñado como tal)
Antes de mi primer expo en la Galería 1-2-3 en 1987, había una o dos más que me ofrecían sus salas, pero no quería exhibir cualquier cosa o por lo menos estaba convencido que lo quería hacer bien tanto desde el punto de vista semántico como sintáctico.
Poco a poco venía madurando la idea de mostrar la figura humana y el retrato, que eran mi fuerte, representada únicamente por niños y ancianos debido a que me parecían las edades más sinceras, pero además con la firme certeza de que, como artista, tenía la misión de rescatar cánones étnicos de nuestra población más original, retratándola al lápiz en interacciones naturales y sencillas con un foco o acento de color.
Fue una sensación porque en esos años al dibujo no se le daba la mayor importancia y de los pocos colegas que me reconocieron mi aporte a la plástica nacional fue Fernando Llort. Una de las series por cierto se llamó ‘meditación sobre temas sin importancia’ Recuerdo un cuadro que pinté cuyo título era ‘Dónde está mi Futuro’.
Hay muy pocas sociedades en el planeta que enfoquen su educación para afinar virtudes y talentos para elevar el nivel de consciencia de los próximos líderes de un mundo que urge de líderes que sepan cómo desacelerar la autodestrucción de nuestro hogar en este universo.
Veintiocho mil años no han sido suficientes para graduarnos como raza humana por tanta desinformación que nos ha conducido a tanto sufrimiento humano, y más triste aun cuando observamos muchos niños alrededor del mundo sin ninguna esperanza.
Siempre que pinto un cuadro intento decir algo, seguro que a veces no se logra, pero al final cada quien tiene su forma personal de ver y sentir, pero es algo que a los artistas no debe preocuparnos porque hay tantas formas de interpretación como humanos hay con sus propios conocimientos o desconocimiento, marcos de referencias que le dan forma a la sensibilidad mental y emocional. ¡Todo cuenta!
Hay artistas que suelen quedarse con algunas de las piezas de su producción, quizá porque no necesitan venderlo todo, quizá porque no pueden vender todo por la razón que sea, pero en mi caso prefiero que mi obra vuele y alegre la vida de las personas en cualquier lado del mundo.
Si yo muriera hoy dejaría por sentado que el mural «Homenaje a Monseñor Romero» en exhibición en el Aeropuerto es mi obra maestra, pero mientras esté vivo, no sé cuándo aparecerá esa obra maestra.
Gracias maestro Rafael Varela por permitirme apreciar, disfrutar y valorar los muchos de tus cuadros que gentilmente me has compartido, son grande y un artista humilde y modesto en la plástica nacional y esa cualidad te hace también ser lo que sos, un noble humanista y artista plástico del que hay mucho que aprender y disfrutar.
He visto en el mundo muchos museos y gracias a Dios lo sigo haciendo y te digo, tu obra es universal, sos grande noble amigo.
Yo, desde hace años, disfruto con una de tus pinturas; una pera sobre un cajete que cuelga de una de las paredes de mi casa. ¡Magistral! he dicho siempre.
Disfruten ahora su obra amigos. Gracias Rafael.