Por Dra. Margarita Mendoza
Salud Mental – En la sociedad actual, donde la productividad y el rendimiento marcan el ritmo de la vida cotidiana, no es extraño que incluso nuestro tiempo libre esté cuidadosamente planificado. Las agendas, los calendarios digitales y las listas de tareas han invadido también los espacios destinados al descanso. Paradójicamente, lo que debería ser un momento de libertad y espontaneidad se convierte en una extensión más del control y la organización.
Con frecuencia, los seres humanos tendemos a planificar en exceso nuestro tiempo libre, dejando poco espacio para la espontaneidad. Si bien no está mal establecer una rutina, también es valioso reservar momentos para hacer lo que queramos, simplemente por el gusto de romper con lo establecido.

Existe una inclinación a organizar cada minuto del día, y cuando no lo hacemos, aparece la ansiedad. Nos sentimos incómodos ante el tiempo libre porque no sabemos cómo aprovecharlo, lo que puede generar inquietud. Esta necesidad de control muchas veces viene de patrones aprendidos en la infancia, cuando nuestros padres regulaban gran parte de nuestras actividades.
Por otro lado, también hay personas con una actitud más caótica hacia el tiempo, quienes tampoco saben muy bien cómo gestionarlo. En ambos extremos, la falta de equilibrio puede afectar nuestras relaciones.

Además, vivimos en una cultura que premia la eficiencia y penaliza el “no hacer nada”. El descanso sin propósito es visto como pérdida de tiempo, y la espontaneidad, como una amenaza al orden. Incluso nuestras actividades recreativas suelen convertirse en metas: leer cierto número de libros al mes, visitar una cantidad específica de lugares, cumplir con una serie de eventos sociales. El ocio deja de ser descanso y se convierte en una nueva forma de exigencia.
A veces estamos tan ocupados que no tenemos espacio para salir o compartir con amigos; otras veces, agendamos tantas actividades sociales que descuidamos a nuestra pareja. Esta desproporción perjudica nuestros vínculos interpersonales.
Es fundamental dedicar tiempo a la intimidad de pareja —y necesariamente solo a lo sexual, si no al diálogo, al compartir, al conocerse mejor. Tener claro que la relación de pareja y el tiempo personal son pilares fundamentales nos ayuda a priorizar mejor. Todo lo demás puede esperar.
