“Navegar es mi destino”, es la primera novela del joven escritor Amndré Rentería. Es una historia de amor afectada por la realidad violenta en playas tranquilas de la costa salvadoreña que afecta a surfistas y pobladores.
Foto: Cortesía.
Por Alberto Barrera

Facundo Echeverría sacrificó su fiesta de boda por contar a los invitados, acosado por una tía de su esposa Estela, cómo se conocieron y enamoraron. Su habilidad para narrar historias le hicieron hablar de más sobre aventuras de surfistas en zonas de la costa salvadoreña, especialmente en el departamento de La Libertad.

La historia de Facundo y la trama desencadenada, aunque junto a su amigo Gabriel preferían estar al margen de antros, les llevan a conocer que “la vida en las playas acoge a los seres más extraños: locos, ermitaños, asesinos, borrachos, ninfómanas, bipolares, trastornados, ex convictos y moribundos”.

En la novela de Amndré Rentería Meza, seudónimo del colega Nelson Rentería, nos muestra su habilidad de narrador, empapado de la realidad por su trabajo como periodista desde hace algunos años.

“Gabriel y yo amábamos el surf salvaje, libre y animal”, dijo Facundo a su atenta audiencia compuesta por los invitados a su boda. Pero explicó que ambos se hacían a un lado cuando aparecían en la playa tipos fanfarrones que solo imitaban a los modelos de revistas y ellos preferían a los verdaderos maestros “que deleitaban con sus piruetas” sobre las olas que les alzaban a la vista de todos.

La trama inicia tibiamente pero en la medida que se avanza en la lectura de cada página se vuelve trepidante y con un final inesperado.

Y es por esa presencia de tipos extraños, traficantes y violentos, junto a la corrupción entre quienes deben combatirlos que muchas veces les arrebatan el control de territorios y el peligro acecha en áreas de belleza natural y de pujante desarrollo para atraer inversionistas y visitantes que ponen el dinero y la alegría en las playas de la costa salvadoreña, cuyas olas atraen a surfistas internacionales.

El autor no descuida su ojo periodístico y alude la tristeza que desde hace mucho tiempo sacude a la capital. “San Salvador es una ciudad desnutrida, deforme. Sus lejanos brillos sucumbieron al vicio y al desinterés”, cuenta a través del personaje al inicio de su narración que deambula por las calles de la urbe cerradas debido a una huelga en el Seguro Social adonde se dirigía a un trámite de su padre.

Además se refiere a los migrantes que huyen en busca de mejor suerte en otros países, en especial a los millones que se van para el norte o refleja su preocupación por las tortugas marinas que sufren desde el rapto de sus huevos, mueren asfixiadas por plásticos o se les atrapa para usar sus caparazones y comercializarlas.

Es una novela para leerla con atención por todos los elementos que nos muestra el autor a quien auguro éxitos en sus futuros proyectos narrativos y por supuesto su desarrollo profesional en el periodismo.

Navegar es mi destino es una frase que el autor toma de la canción “El siete mares” del prolífico José Alfredo Jiménez, admirado cantautor mexicano de música vernácula.

¨Cuando el mar está tranquilo y hay estrellas en el cielo, entre penas y suspiros le hablo a la mujer que quiero y sólo el mar me contesta…¨, dice parte de otra estrofa de la canción que inspiró al autor para el título de su novela, aunque seguro estoy que son parte de algunas de sus vivencias en las playas de arenas negras y olas propias para el surf que es más que un deporte.