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El pecado de no ser blanco

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IMAGEN ILUSTRATIVA (CORTESÍA)

Por Diego Recinos

Después de salir de su trabajo, Alejandro García, fue detenido por la policía en la parada de buses. Después de 4 horas de un interrogatorio  fue llevado a un centro de detención migratorio donde se le ha notificado que será deportado. Su esposa y su hijo de 9 años correrán la misma suerte. Todo a pesar que no tenía una orden de deportación. Su pecado ser sospechoso por no ser blanco.

Alejandro salió de trabajar, cambio su ropa, la puso en una mochila y caminó junto con su compañero de trabajo hacia la parada de buses. Tal y como lo hacían todos los días. Sin embargo, a los minutos de haber llegado, una patrulla de la policía que recorría la zona fijó en ellos su atención. Del auto policial bajaron un hombre y una mujer uniformados. El hombre era caucásico y ya entrado en edad, la mujer, blanca y joven. Ambos fueron directamente a los dos hombres morenos que estaban en la parada de buses.

El encuentro fue directo. El policía se dirigió directamente a ellos y le pidió sus documentos. Ambos sacaron de sus carteras sus respectivas documentaciones. La oficial fue a la patrulla a verificar sus identidades. Mientras, el policía les pedía una explicación sobre el estado migratorio de ambos. Alejandro explico su situación. Minutos después la mujer policía regreso y devolvió al compañero de Alejandro su identificación  pero a Alejandro lo llevaron a la patrulla y con fuerza lo pusieron en posición de registro. “Me comenzaron a preguntar si llevaba armas o si tenía drogas. Le respondí la verdad, no tenía nada de eso. Venía de trabajar. Les pregunte cuál era el problema y el policía me respondió de era una revisión de rutina debido a varias denuncias de asaltos en la zona”.

Después de ser requisado, Alejandro fue metido en la patrulla. Su pecado, tener una identificación vencida debido a su cambio en el proceso migratorio. Fue llevado directamente a la estación policial de Nordertely. Desde la 5 de la tarde hasta las 9 de la noche, Alejandro, fue sometido a un interrogatorio exaustivo por diferentes miembros de la policía. Sin comer y sin agua, respondió a todas la preguntas. Hasta que, después de preguntar, le dieron agua y muchos minutos después, un poco de comida. Para la policía el delito de Alejandro era estar trabajando de forma ilegal.

A pesar de las acusaciones, Alejandro, había metido en tiempo y forma todos sus documentos para solicitar una residencia de trabajo y cambiar su petición de asilo a residencia por trabajo. Todo lo hizo por medio de su abogado, el sueco Ingmar Strandberg  quien personalmente introdujo ante la Oficina de Migración todos los documentos. Sin embargo, alrededor de la 10 pm fue llevado a un centro de detención migratorio.

En el centro de detención, un nombre sustituto a cárcel, ha Alejandro no le han permitido recibir visitas. Solo ha podido hablar con su abogado. El trato ha sido racista y discriminatorio. Migración no puede darle una explicación, pues desconocen su caso y no tienen la documentación que el abogado presentó. Alejandro comparte con 6 personas un dormitorio mediano. Tres latinos y los demás árabes. A pesar de no ser una cárcel como tal, Alejandro, no ha podido ver a su hijo de 9 años, que ha sufrido de problemas psicológicos por su larga ausencia. El trato es inhumano para todos hasta con las personas con discapacidad que se encuentran en detenidos.

 Racismo y mal trato

Si bien las condiciones son difíciles, lo peor es el trato. “El día martes 27 de agosto un custodio llego al cuarto y me preguntó que qué hacía yo ahí. Que por qué no me regresaba a mí país, que yo ya tendría que haberme ido. Que en Suecia no me querían y que me fuera. El trato y el tono fueron completamente despectivos. Me preguntó mí nombre y constato que no era yo a quien debían haber deportado ese día. Pero siempre suelen hablarnos de esa forma”.

No es la primera vez que Alejandro siente ese tono despectivo y hasta racista. Desde su interrogatorio hasta sus conversaciones posteriores con la policía en el centro de detención migratorio le han dejado en claro que no es bienvenido en Suecia.” Nadie me da una explicación sobre lo que está pasando. Migración dice que no sabe nada de mi caso. La policía dice que fue un arresto sin justificación pues no cometí ningún delito. Pero que seré deportado de todas formas aunque nadie me diga por qué”. A pesar de todas las justificantes Alejandro será deportado. Junto con él, su esposa y su hijo de 9 años sufrirán el mismo destino.

Daños colaterales

 Alejandro García tiene 29 años y llegó a Suecia en octubre del 2019. Junto con él vinieron su esposa y su hijo. “Vine a Suecia porque las maras me querían matar en El Salvador. Tuve que pasar escondido junto con mi familia un mes porque la mara me quería matar. Me pidieron dinero, pero yo no tenía cómo pagarles. Entonces amenazaron con matarme a mí y mi familia. Entonces, después de no saber qué hacer me vine para acá.”.

Alejandro es veterinario graduado de la Universidad de El Salvador. Durante 8 años trabajo en San Salvador y en su ciudad natal, Santiago Texacuangos, donde fue extorsionado por la pandilla 18,una de las más crueles que controlan  parte del territorio salvadoreño,  y son quienes controlan la zona donde él vivía. A pesar de todo, Alejandro tenía un matrimonio de 10 años y un hijo de 9 de quien nunca se había alejado. Al recibir las primeras amenazas en quien primero pensó Alejandro fue en su hijo y en su esposa.

Al venir a Suecia quien mejor se adaptó su hijo. Aprendió el idioma y va la escuela sin falta. Pero la vida del menor se derrumbó con la ausencia de su padre. “Mi niño piensa que yo los abandone y me fui. No me ha visto en tres semanas. La maestra de la escuela lo ha llevado varias veces al psicólogo porque él está deprimido. Ha cambiado. No me dejan verlo”.

De acuerdo con las autoridades migratorias y policiales, Alejandro, su esposa y su hija serán deportados a El Salvador en la brevedad posible. Sin importar que en su país corran una muerte segura. “Tengo miedo de regresar. Sé que me van a matar si me ven. Pero a las autoridades no les importa”.

Alejandro pasa sus días sin poder ver a su familia, sin derechos y sin respuestas. Sin ser culpable de ningún delito ni de haber cometido ninguna falta. Tramito sus permisos y contaba con un permiso de trabajo vigente. Suecia, un país que pregona su lucha contra el racismo trata a este ser humano como una paria. Un día normal en la oficina es un día más para ser deportado y amanecer en un país de donde huiste de la muerte. Tomar el bus y salir por comida es una buena ocasión para que la policía pueda detener a cualquiera y convertirlo en un criminal. Ese es el costo de no ser banco y ser sospecho de todo.

Imágen para usu ilustrativo (Cortesía)
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