El sistema que facilita armas para atentar contra inocentes, encarnó en el joven asesino de Texas

No es el primer joven que disparó a quemarropa a victimas inocentes, utilizando armamento de guerra facilitado por el sistema de “libertades” y “autodefensa” que impera por años en la nación estadounidense.

Por Luis Alberto López

Estados Unidos. No es el primer joven que disparó a quemarropa a victimas inocentes, utilizando armamento de guerra facilitado por el sistema de “libertades” y “autodefensa” que impera por años en la nación estadounidense.

El asesino de al menos 19 niños y dos adultos en una escuela infantil de Texas es un joven de 18 años. Su nombre era Salvador Ramos, antiguo alumno de la misma escuela, a la que volvió con dos rifles, antes le disparó a su abuela.

En su cuenta de Instagram, en una imagen, publicada cuatro días antes del ataque a la escuela, se pueden ver dos escopetas semiautomáticas con el cargador enganchado. El pistolero compró sus armas inmediatamente después de cumplir 18 años el pasado 16 de mayo, ha informado un senador del Estado de Texas.

También un extracto de un diálogo que una joven publicó ayer, minutos después de enterarse de la masacre de la Escuela Primaria Robb. La conversación comenzó el pasado jueves, y no se conocían. El viernes pasado, Salvador compartió una foto de dos rifles con esta chica. “¿Qué tienen que ver tus armas conmigo?”, preguntó ella, a lo que él respondió con un críptico: “Estoy a punto de hacerlo. Te lo diré antes de las 11. Hay un secretillo que me gustaría contarte”.

Pero algo está claro: ésta es otra masacre estudiada con atenlación, premeditada. Un joven de dieciocho años se convierte en un asesino, listo para entregar además su vida. Salvador mató a 19 niños y dos adultos antes de caer abatido por la policía.

Dependerá de los investigadores juntar las piezas de una personalidad obviamente obsesionada con las armas, con los cargadores, en última instancia, con la violencia. Quizá una personalidad perturbada con problemas mentales, o quizá sólo intoxicada por los venenos de nuestro tiempo, por las teorías de la conspiración que fluyen imperturbables en las redes sociales.

Salvador Ramos era un joven solitario que sufrió acoso escolar cuando era niño porque tenía dificultades en el habla y por la complicada situación financiera de su familia, según publican medios estadounidenses.

Santos Valdez Jr. ha asegurado al Washington Post que Salvador y él eran amigos hasta que “su comportamiento empezó a deteriorarse”. Asegura que un día apareció con la cara llena de cortes: “Me dijo que se había cortado la cara con cuchillos una y otra vez por diversión”.

Desafortunadamente, este es un perfil demasiado común en un país donde las redes de prevención y asistencia a personas en dificultad son prácticamente inexistentes. Todavía no hay elementos suficientes para entender si Salvador quería “castigar” a la comunidad de latinos, inmigrantes, de la que quizás, a juzgar por el apellido, también formaba parte.

El presidente Joe Biden, visiblemente molesto y angustiado, pidió nuevas restricciones a la tenencia de armas de fuego, suplicó tomar medidas para encarar la violencia armada tras años de fracasos, y culpó agriamente a los fabricantes de armas y sus partidarios por impedir la aprobación de leyes en el Congreso.

“¿Cuándo en nombre de Dios resistiremos a los cabilderos de la industria de las armas?”, expresó Biden, visiblemente conmocionado. “¿Por qué estamos dispuestos a vivir con esta violencia? ¿Por qué seguimos permitiendo que esto ocurra?”.