Por María Teresa Pérez
Sin importar el frío ni el calor, para la salvadoreña Elizabeth Aguilar, no hay excusa que valga para no abrir su taller de reparación de llantas «José Tires», en la ciudad de Houston, Texas.
«De este negocio y siempre trabajando con mis hijas, juntas como un gran equipo, hemos logrado sus carreras universitarias», comentó
Cindy, Cristina y Christopher, sus hijos, son el motor de su vida, dijo. La primera es maestra, y la segunda, estudia criminología. Christopher, de 17 años, quiere ser químico.
Mientras sonríe para dar la bienvenida a un cliente que necesita la reparación de una llanta, recuerda haber comenzado a trabajar desde cuando apenas era una niña, a los 12 años de edad.
Comentó que viajaba en bus desde Ciudad Delgado, San Salvador, hacia el cuartel de Caballería, en La Libertad, para entregar leche de vaca que alimentaría a los soldados de la zona, durante la época de la guerra civil en el país.
Con esto ayudaba a su madrina, quien le dio cobijo y protección, ya que en los 80, en los duros días de la guerra en Chalatenango, debió dejar el terruño que la vio nacer, el cantón San José los Sitios, municipio de San Rafael, en Chalatenango, El Salvador.
Aunque difícil, sabía que sus padres la enviaron a San Salvador para protegerla de los peligros de la guerra civil. Tiempo después, un enero de 1989 partió hacia Estados Unidos. 30 años han pasado desde entonces.
Las vueltas que da la vida
Desde hace 18 años, esta mujer, de piel blanca y expresivos ojos café claros, abre el taller de llantas durante los siete días de la semana, después de que su esposo falleciera tras un accidente de tránsito.
“Nunca había cambiado una llanta en mi vida”. Pero, tras quedar viuda, la vida cambió totalmente. Debió dejar su trabajo como auxiliar de enfermera y atención a personas de la tercera edad, para enfrentar la realidad y no dejar caer el negocio que, junto a su esposo habían logrado establecer cinco años antes de ese fatídico accidente.
“Al taller solo venía con mis hijas a visitar a mi esposo”, contó Beatriz, quien ahora sonríe al recordar cómo debió aprender, primero lo básico, para luego convertirse en una experta en el trabajo.
Sus manos son muestra de sus largas jornadas frente a una ruidosa máquina donde limpia, retira e instala rines de llantas de todo tamaño.
Beatriz manipula la pistola de aire, así como el comúnmente conocido “gato” o “jack hidráulico” de forma tan audaz que sus clientes quedan sorprendidos.
Apenas toma tiempo para limpiarse el sudor que corre por su frente, en estos días de calor abrazador (95 grados Fahrenheit) y se repone enseguida para extraer los “dados” o “cubos” de la llanta de un vehículo.
“Estos cubos ya están muy gastados, sería mejor que los cambie para mayor seguridad”, recomendó a una cliente del negocio.
Su vida, marcada por eventos difíciles y dolorosos, según comentó, no le han quitado el sueño de volver a El Salvador, y establecer un negocio. “Tal vez un restaurante o un taller de reparación de llantas”.
Muchos clientes satisfechos y… un ‘machista’
Usualmente, este tipo de trabajo es realizado por hombres, por lo mismo, no es raro que ellos se sorprendan al ver que un negocio como este lo dirija y atienda una mujer, manifestó.
“Vengo aquí a reparar mis llantas desde hace dos años, y siempre me voy satisfecho porque en otros lugares no hacen el trabajo con la misma calidad”, expresó Arturo De La Rosa, un cliente que mostró admiración por Beatriz y, en general, por mujeres que rompen esquemas en el campo laboral al emprender trabajos comúnmente desarrollados por hombres, como en este caso.
Pero no todo es piropo, ya que recuerda que en una ocasión llegó al taller un señor “machón” que la mandó para su casa.
Manifiesta que el cliente le dijo: “las mujeres son para que se queden en la casa para cuidar a los niños y barrer. No debes trabajar y menos cambiar llantas”.
Esta observación, a su juicio, machista, le dio mucho más valor para no detenerse. No tenía opción más que seguir adelante, sin importar la opinión de las personas”, agregó.
Según la Organización Internacional del Trabajo, OIT, a nivel global, las mujeres son propietarias y dirigen más del 30% de todas las empresas, pero tienden a estar concentradas en las micro y pequeñas empresas.