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Juntas por la justicia, la dignidad y la soberanía menstrual

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Imagen: Cortesía.
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Lauri Cristina García Dueñas 

El Salvador – En una calurosa ciudad del departamento de Cuscatlán, El Salvador, en la histórica Casa de las Mujeres de Suchitoto, nos reunimos 85 mujeres de 15 países para el 5o. Encuentro Latinoamericano de Educación, Salud y Activismos Menstruales del domingo 26 al martes 28 de mayo de 2024. Fueron días intensos de ponencias, talleres, mercadito, feria, comida, baile, risas, lágrimas, rituales y conversaciones para continuar el camino de derribar el tabú menstrual que todavía se vive en nuestros países. 

Todo inició con la música rítmica y profunda de Las Musas Desconectadas que nos recordaron que “ya no somos solas y un día seremos millones” y cantaron a la memoria de la activista lenca Berta Cáceres. 

Carolina Ramírez Vásquez, de Colombia, fundadora del encuentro y de la Escuela de Educación  Menstrual Emancipadas, partió con unas palabras muy emotivas asegurando que la misoginia, el abuso sexual a las infancias, así como, muchas violencias estructurales contra niñas, mujeres y personas menstruantes están basadas en el tabú menstrual, por lo tanto, ella espera que algún día podamos derribarlo juntas. 

Claudia Monsalve Arboleda, colombiana, aseguró que invisibilizar la experiencia menstrual es un tormento psíquico, por lo que tenemos que educarnos en dignidad, cuidado colectivo, con condiciones dignas, escuchando nuestro cuerpo. 

Así también, Diana Menéndez Varela, de Costa Rica nos invitó a darle sentido y espacio a la menstruación. 

La académica Verónica Naranjo Quintero habló de las plantas medicinales como la manzanilla, la lavanda, la milenrama e invitó a las mujeres que viven dolor menstrual a hacer una cartografía de dónde viene el dolor. 

Pero ¿y si no puedo resignificar el dolor? Se cuestionaba en referencia a las mujeres que normalizan el dolor por imposición, pero atraviesan una condición médica desfavorable. 

Respondía que es necesario considerar el placer como posibilidad no como obligación. Acompañar cómo se está sintiendo ese cuerpo. Qué nos está diciendo nuestro dolor, nuestra experiencia, no caer en el mandato eco de la copa menstrual, sino que las mujeres tengamos soberanía sobre nuestro cuerpo. Y añadió, con respecto a las maternidades: “No necesitamos tener hijos para cuidar de las infancias”. 

Las “Quidanderas” de Colombia también subrayan la necesidad de hablar de salud menstrual y no de higiene. Sara Lucía, también de esta colectiva, maestra en Artes Plásticas, nos dejó maravilladas con su investigación de los pantones (colores) a partir de fotografías de vulvas y habló sobre cómo podemos llevar a la academia estos temas que nos apasionan. 

Parte del equipo anfitrión formado por Laura Contreras Trigueros de Sintonía Lunar; Elizabeth Hurtado, de Maja Educación Sexual; Denisse Cárcamo, de Fluyo y Nubia Lazo y Celina Ganuza de Carpa Roja Tonantzin compartieron con las participantes el estado de la salud y la educación menstrual en El Salvador. 

Se habló sobre la falta de agua en las escuelas, la ignorancia sobre nuestros cuerpos y la menstruación más allá de la “toallita”, los retrocesos democráticos en los derechos de niñas y mujeres, la falta de acceso a la Educación Sexual Integral, la posibilidad de colocar dispensadores de toallas en los baños, promover la distribución gratuita de productos de gestión menstrual y seguir trabajando en los componentes biológico, emocional, social y de salud. 

Hurtado aseguró que las activistas menstruales no estamos romantizando la menstruación. Y Ramírez concluyó, ese primer día, que no es conveniente hablar de higiene menstrual como lo hacen las empresas sino de cuidados y derechos. 

Durante la segunda jornada, Paola Cantarero de Costa Rica nos invitó al autoconocimiento pero también a estar siempre pendientes del contexto colectivo. 

Yeraldine Castaño Ramírez, de 14 años, de Colombia, con “La menstruación desde la perspectiva de una niña” hizo emocionar y llorar a más de una por su claridad y ternura radical a la hora de hablar de su activismo para trabajar por la educación menstrual de las niñas. 

“Lo que escuchan dicen, reproducen las/les adolescentes acerca de la mentruación” de la peruana Mariel Soledad Távara Arizmendi fue una de las ponencias que más me tocó, primero, porque ella enuncia desde dónde investiga, utiliza lenguaje no binario, hace protagonistas y no objetos de investigación a las y les adolescentes y abordó la dimensión afectiva. 

Su metodología de investigación utilizó técnicas  como la grafichanga (carteles en el suelo) y  las cartografías. Encontró cómo les adolescentes construyen un espacio seguro y de rebeldía, desde la “doloridad”, la ternura radical, la reapropiación del placer de las cuerpas, con las y les otres y asegura que otra munda sin tabú menstrual es posible y que debemos trabajar por un quehacer menstrual integral, alentar nuestros saberes y nuestros discursos, trabajar con el saber situado (hasta el que está en Instagram) porque no todas las personas tienen acceso a leer un artículo académico. 

Aurora Macías de México abordó la dimensión social de la menstruación, la pedagogía de la dignidad, nos invitó a salir de la burbuja menstrual. BerGonzález y Vanesa Garrido, de Chile, compartieron el proyecto “Juntanza mentrual”, que empezó con un llamado a conocidas y se convirtió en una colectiva porque “me quiero relacionar”, reconocen que hay ternura, hay enojo, lo colectivo es político, abordan la dimensión espiritual política, conversan sobre la discriminación que existe por la menstruación, e hicieron una convocatoria literaria para contar la experiencia de menstruar en 100 palabras. 

Por su parte, Daniela Cerón de Montañeras de México contó la experiencia de un colectivo de mujeres montañistas que se educan y comparten experiencias sobre su gestión menstrual en esos lugares remotos.

Daniela Guerra., mexicana, abordó los temas de soberanía menstrual, mediante un estudio observacional de la publicidad de dos marcas reconocidas de productos, cómo representaban las necesidades de las mujeres y también disertó sobre la economía, las regulaciones y la posibilidad de gratuidad de los productos. 

Carolina Ramírez profundizó sobre lo violento e inexacto que es seguir hablando de pobreza e higiene menstrual. Sobre la creencia, el mandato, la conciencia, el imaginario y la construcción de una narrativa menstrual anquilosada, proponiendo una educación menstrual emancipadora que enfrente la opresión y el sometimiento.

Recordó que la menstruación se ha construido como algo indigno, que debe sufrir blanqueamiento, higienización, un proceso estético contra la supuesta suciedad, mancha, inmundicia, escarnio, vergüenza y necesidad de ocultamiento. 

Debemos construir espacios seguros para menstruar, invitó, con los productos, la información, la autogestión. Dignificar, informar, cuestionar. 

Hablar de lo político, psicoemocional, espiritual, biológico, histórico y social frente al sensacionalismo menstrual. Fundar un laboratorio social. “Te hacen creer que tu cuerpo está fracturado y ellos (las empresas) lo repararán”, denunció.

Frente a la instrumentalización, mantenernos juntas, invitó, aprender a menstruar, llegar a los territorios que tienen abandono estatal, elegir cómo hacerlo, derribar el asco, el fastidio, la idea de la sangre mala, gestionar la menstruación de manera más tranquila, analizar cómo lo hemos hecho y cómo lo queremos hacer, no sucumbir ante “la agenda humanitaria” de algunos organismos, buscar vivir en equilibrio, buscar información, tener acceso a diagnósticos, autocuidado, cocuidado, armonía con el medio ambiente. Queremos tener incidencia, alternativas, mapear las creencias, asegura. 

Otra de las participaciones inspiradoras fue la de una joven Seidi Quetzal con “El estado de la menstruación en Belice: una mirada hacia el Caribe” quien nos contó cómo, gracias a su activismo, se quitó el impuesto de 35.5% a las toallas sanitarias. “Un buen liderazgo construye un movimiento”, asegura.

Seidi seguirá luchando por cambiar el color blanco de los uniformes escolares que incomoda a las niñas menstruantes y buscará incidir para que haya baños dignos y productos de gestión menstrual hasta en las escuelas más alejadas.

Casi para terminar, la partera y ginecóloga Aleida Marroquín y la administradora y activista Janeth Chávez nos compartieron “Mujeres con discapacidad: menstruación, orgullo y tabúes corporales”, recordándonos que algunas mujeres tienen “deficiencias” físicas o neurológicas,  pero que la discapacidad la construye el entorno por la falta de solidaridad y accesibilidad.

Marroquín recordó cómo el Estado salvadoreño pudo obligar a continuar con un embarazo de un producto anencefálico a una mujer con lupus eritematoso y otro niño por cuidar. “Beatriz quería vivir”, recordó. 

Al caer la tarde y, aún después de que la lluvia empapara a las activistas, la feria de educación menstrual continuó su curso para las familias de Suchitoto. 

Despedirse de las nuevas amigas y aliadas siempre es lo más difícil, pero lo hicimos porque sabemos que juntas seguiremos trabajando por la justicia, la dignidad y la soberanía menstrual. 

Imagen: Cortesía.
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