Por Guillermo Mejía/Colaborador
Opinión – En las actuales circunstancias y a nivel planetario, donde campean la incertidumbre, el desastre ecológico, el relativismo y la posverdad, la crisis también afecta a la comunicación social, medios y periodistas, dado que han quedado en duda los presupuestos de ese quehacer ligado al pensamiento ilustrado y urge dar un golpe de timón.
Para reflexionar en torno a esas preocupantes condiciones qué mejor que escuchar los planteamientos del periodista y editor estadounidense Martin “Marty” Baron, ahora retirado del oficio, pero con una obra trascendente que incluye su paso por medios de la industria cultural como Washington Post, Miami Herald, Boston Globe y New York Times, entre otros.
Recientemente, Baron fue entrevistado por María Ramírez, subdirectora de elDiario.es y corresponsal internacional con base en Reino Unido, sobre muchos aspectos, incluidos los que mueven a reseñar este artículo, ya que asistimos a una serie de problemas que aquejan al periodismo.
Consultado sobre la mayor presión de los periodistas, Baron dijo que “Hay tantas presiones diferentes… Obviamente, estamos lidiando con presiones financieras implacables. Muchos medios carecen de los recursos que necesitan para hacer su trabajo correctamente. Y eso es una presión enorme”.
“Pero más allá de los números, el mayor problema es que estamos en un ambiente donde las personas no comparten un conjunto común de hechos. Y por ello hay una profunda sospecha sobre la información de los principales medios. Hay una gran difusión de información falsa, a menudo deliberadamente falsa”, agregó.
Pero, de hecho, abundó “es peor que no compartir un conjunto común de hechos: ni siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre cómo establecer que algo es un hecho. Estamos en una época en la que mucha gente confunde las creencias con los hechos, no puede o no quiere distinguir entre ambos. Eso es un gran desafío”.
También, se refirió a las redes sociales y el uso por parte de los periodistas: “Es una presión autoimpuesta. No es algo a lo que necesariamente tengamos que someternos. Esto requiere autodisciplina por parte de los periodistas. Por desgracia, demasiados periodistas no están ejerciendo la autodisciplina: no tienen cuidado ni moderación en sus publicaciones en las redes sociales”.
Pese a que hay una larga historia del periodismo activista en el mundo, Baron es del parecer que no es lo que deben ser los principales medios de comunicación, al contrario, dijo “debemos ser aliados de la verdad. Debemos ser aliados de los hechos. Debemos ser aliados del contexto. Debemos ser aliados del periodismo minucioso, de la idea de tener una mente abierta a medida que avanzamos en nuestra labor de reporterismo”.
“Eso no impide que lleguemos a conclusiones. No nos impide averiguar cuáles son los hechos y decirle a la gente sin pestañear cuáles son esos hechos, lo que hemos descubierto. Pero ir impulsivamente a las redes sociales a expresar opiniones, a menudo de manera sarcástica, no es útil para nosotros”, añadió Baron.
Esa forma de actuación, según el periodista y editor, va en contra del deber ser del periodismo: que se haga sistemáticamente información abierta, minuciosa y completa después de hablar con personas expertas, mirar documentos relevantes, recopilar toda la información posible y decirle a la gente lo que los periodistas han aprendido sobre los hechos.
“Descubrir la verdad es un proceso, no se hace instantáneamente en cuestión de segundos y minutos. Lleva tiempo, dedicación y compromiso. Y las redes sociales van en contra de eso porque fomentan reacciones instantáneas e impulsivas”, señaló Baron. “Las redes sociales han alentado a las personas a participar en comportamientos que son inútiles y, de hecho, van en contra de los principios del mejor periodismo”, remató.
En la misma dirección, la periodista María Ramírez le preguntó a Baron: ¿Los periodistas no deberíamos tuitear?, y él respondió:
“Me parece bien tuitear. Yo he tuiteado, aunque también he estado mucho tiempo en silencio. Los periodistas deben tener cuidado con sus tuits. Antes de tuitear algo, yo lo leía cinco veces sólo para asegurarme de que estaba diciendo lo que quería decir, para que no pudiera ser malinterpretado por ningún ser humano razonable, y para preguntarme si era útil decir algo y qué tipo de impacto tendría mi propio tuit en la reputación de nuestro medio.
Ese es un proceso que la mayoría de los periodistas deberían hacer por sí mismos: ¿Es demasiado pronto para comentar sobre esto? ¿Sé realmente lo que creo que sé? ¿Qué tipo de impacto tendrá mi tuit para mi medio? ¿Es apropiado comentar sobre ese tema en particular? Los periodistas deben ejercer la autodisciplina, con cuidado y moderación. Desafortunadamente, muchos no lo hacen”.
Otro de los puntos a destacar son las valoraciones de Baron acerca de la objetividad y si esa palabra define lo que deben hacer los periodistas.
“Creo que es una buena palabra. Y nunca hemos tenido problemas para usarla al aplicarla a otras profesiones. No nos parece confusa cuando decimos que necesitamos jueces o investigadores científicos objetivos. Sólo tenemos dudas cuando se nos aplica la palabra”, dijo.
“La objetividad no es lo mismo que el equilibrio, no es una falsa equivalencia. Nunca lo ha sido. Es un buen estándar para nuestra profesión reconocer que cada uno tiene sus puntos de vista preexistentes, sesgos y prejuicios. Es importante que reconozcamos cuáles son desde el principio. Y que no hagamos nuestro trabajo sólo tratando de reforzarlos, sino teniendo muy en cuenta que tenemos esas opiniones y que debemos tener una mente abierta”, agregó.
“Si no aprendes cosas que no sabías antes, entonces no sé a qué te refieres con el reporterismo. ¿Qué es el reporterismo sino salir a buscar respuestas a las preguntas? Y si tus preguntas son sólo un ejercicio para confirmar tus puntos de vista preexistentes, entonces no estás haciendo el trabajo del reportero de verdad. Solo estás incurriendo en un sesgo de confirmación”, sentenció Baron.
Sirvan estas consideraciones para fortalecer la reflexión acerca de una profesión tan importante como necesaria, pero a menudo vilipendiada, especialmente por sectores ligados al poder, donde tienen una idea prostituida del periodista y lo sustituyen por personajes que explotan las redes sociales y, a la vez, a cualquier oportunista lo revisten de “analista político”.