Leyendas ancestrales, la Siguanaba: El mito de la infidelidad castigada  

Hace mucho tiempo se hizo loca. Tiene un hijo, de quien no se acuerda. Cipitín, el niño del río

Por Eduardo Cubías

El Salvador – Esta es una versión bufa de la Siguanaba que aparece en los desfiles de las fiestas patronales junto a otros personajes mitológicos de las leyendas de Cuscatlán.

La versión legendaria la describe así:  alta, seca, con uñas largas y sus dientes salidos; su piel terrosa y arrugada, le dan un aspecto espantoso. Sus ojos rojos y salteados se mueven en la sombra, mientras rasca bejucos con sus dientes horribles.

De noche, en los ríos, en las selvas espesas, en los caminos perdidos, vaga la mujer, engaña a los hombres cubierta la cara, se presenta como una muchacha extraviada: ” lléveme en ancas ” y les da direcciones falsas de su vivienda, hasta perderlo en los montes; entonces, enseña las uñas y deja partir al engañado, carcajeándose de lo lindo, con sus risas estridentes y agudas.

Sobre las piedras de los ríos golpea sus ” chiches “, largas hasta las rodillas, produciendo un ruido como de ” aplausos “. Es la visitante nocturna de los riachuelos y de las pozas hondas, donde a media noche se le puede ver moviendo sus ojos rojos, columpiándose en los mecates gruesos.

Hace mucho tiempo se hizo loca. Tiene un hijo, de quien no se acuerda. Cipitín, el niño del río, cuantas veces Cipitín habrá sentido miedo?, semidormido, en sus flores, al oír los pasos de una mujer que pasa riendo río abajo enseñando sus dientes largos.

Existió en otro tiempo una mujer linda; se llamaba ” Sihuelut ” y todos la querían, era casada y tenía un hijo. Trabajaba mucho y era buena, pero se hizo coqueta y amiga de la chismografía; abandonó el hogar, desconoció al hijo y al marido, a quien terminó por hechizar.

La madre del marido, una sirvienta querida del dios “Tlaloc”, lloró mucho y se quejó con el dios, el que irritado le dio un castigo, su demencia.

La convirtió e Sihuan (mujer del agua), condenada a errar por los márgenes de los ríos, nunca parar. Vive eternamente golpeando sus ” chiches ” largas contra las piedras, un castigo de su crueldad. La Siguanaba es el mito de la infidelidad castigada.