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Sentir ese primer olor a pan recién horneado en las primeras horas del amanecer

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De cuando los panaderos recorrían a buena mañana en Ilobasco cargados de ‘bolsas de pan francés’. Fotos: Joel Edmundo Herrera Acevedo
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Por Ramón Rivas /Antropólogo

El Salvador – Aún no había aclarado y ya los gallos se disponían para dar su último canto; y pronto se veían venir los repartidores de pan con sus bolsas de manta, eran las mismas que habían servido para guardar la harina y el azúcar.

Los repartidores cargaban las bolsas repletas de pan francés. Y es que, en medio de seis bolsas blancas repletas de pan, a los niños repartidores, sólo se les veía mover los pies sobre las calles empedradas y andenes de las calles. Iban apresurados en dirección a las tiendas. Las mujeres transportaban el pan dulce ya más tarde en canastos.

En la década de los 60 y 70’s, eran únicamente tres panaderías las que proveían el pan en Ilobasco y desde ahí se distribuía a Cinquera, Jutiapa, Tejutepeque, El Guayabo, Nombre de Jesús, y los cantones a sus alrededores.

Eran las panaderías: ‘La panadería Josefina’, de don Daniel López Alvarado y doña Josefina Tamacas en el barrio El Calvario; ‘La  panadería Miranda’, de doña Fina Miranda en el barrio Los Desamparados y la panadería de don Herculano Platero y doña Tina Mercado allá en el barrio San Miguel.

Daba gusto y hambre sentir ese primer olor a pan recién horneado en las primeras horas del amanecer. En el parque y frente a la clínica del Dr. Sotero Adalberto Orellana, Toño Herrera Acevedo, dejaba cada mañana, una bolsa de pan  a la vendedora de ‘atol shuco’ que desde la cuatro de la mañana ofrecía, en guacaladas calientes, el atol a los que viajaban  a San Salvador y a los bolos consumados que temblando de la goma y el frío bebían de esa rica bebida para terminar la olla con los feligreses que salían de misa de seis  que cada mañana oficiaba uno de los dos padres holandeses, el Padre Marino y el Padre Juan de la entonces única Parroquia San Miguel Arcángel.

El pan se repartía en las tiendas, donde la gente llegaba. A buena mañana salía la gente ya a buscar el pan para el desayuno. Los repartidores lo repartían en bolsas de manta y canastos, actualmente el consumidor llega a obtener el pan directamente a las panaderías.

Hugo Herrera Acevedo y Joel Edmundo Herrera Acevedo se repartían los barrios Los Desamparados y el barrio El Calvario. Quince centavos de Colón ganaban por repartir el pan cada mañana, quizá, hoy en día el equivalente a un dólar. “Daba gusto ver la cara de hambre, y a buena mañana, que tenía ya la gente que esperaba el pan y a veces mucho antes que abrieran las tiendas”, me dijo Joel Edmundo Acevedo Herrera.

Rico era ese ‘pan francés’, y hasta yo recuerdo los bollos calientes de pan caliente y tostado que Toño Herrera me regalaba cuando me lo encontraba repartiendo el pan a la señora del atol shuco. Yo casi siempre iba saliendo de la misa de seis. Así, de misa a buena mañana.

El trabajo de panificación, siempre fue y es duro. El panadero empieza a hornear a las tres de la mañana. Los hornos artesanales que se usaban entonces, había que barrerlos, prenderles fuego, dejarlos reposar y después hornear el pan. El panadero horneaba toda la noche y descansaba durante todo el día.

En las panaderías se horneaba desde hacía ya mucho tiempo el pan francés y el pan dulce que ya era rico no sólo en sabor sino también en variedad como lo muestran las fotografías que en este reportaje muestro.

El pan preferido para mí, y estoy seguro que para mucha gente también, era y sigue siendo ‘la semita mieluda’ que con un buen vaso de agua, mataba de una sola vez el hambre.

En la década de los sesenta y setenta, época de referencia en este relato, la materia prima, la masa, se preparaba a puro físico y el pan se cocía en hornos artesanales calentados a pura leña. En la actualidad, para la elaboración del pan, la masa se prepara con maquinaria especial y se coce en hornos de gas.

Pero en eso del ‘pan dulce’, como se hacía referencia más arriba, hay mucho más que decir ya que la variedad, era y sigue siendo grande y por eso, las tres panaderías arriba mencionadas horneaban; peperechas, honradas, chamvergas, semita alta y pacha, María Luisa, chachama, torta de leche, torta de llema, cachetona liso y las viejitas en tantas muchas otras variedades.

Los nombres del pan abundaban y algunos nombres son el producto de la ‘chabacanadería’ popular o de su creador, el panadero. Así, ‘las peperechas’, es pan menudeado bien pintado, pero ‘las honradas’ es también pan menudeado sin color. De ‘La María Luisa’ se dice que proviene de San Vicente.

Y es que las panaderías, desde hace mucho tiempo, no solo aplacan el hambre con la costumbre ya hecha tradición del ‘pan con café’ sino que estas, las panaderías alimentan el pueblo y además premian la bondad de la gente que asiste a los velorios y recibe un pedazo de pan que va acompañado de un vaso o taza de café o chocolate.

Y es que en lo que a eso de los velorios respecta, ya no es tradición que si la persona muere durante la noche los familiares tienen que ir a tocar puertas para ver qué panadero abre la puerta ya que el pan no debe de faltar en un velorio.

De acuerdo a José Alberto Acevedo, mejor conocido como ‘Chibeto’, panadero desde niño y propietario de la panadería ‘Trigo molido’ desde hace ya unos cincuenta años, cuando don Daniel Alvarado lo bautizó con el sobrenombre de ‘Chibeto’ que según él mismo José Alberto; “por andar siempre yo bien chivo”, es decir, por andar siempre bien vestido. “Sobre nombre que me quedo de por vida”, me dijo. “Don Daniel, en broma, pero delante de un pijo de gente, me dice yo que me quedaba mejor Chibeto, sin imaginarme de que sería apodo de por vida”, y me sigue relatando; “la gente hay veces que viene y me dice, mire, ya está (el pariente) en las últimas, prepáreme el pan y hay veces que la gente está ya lista hasta con la caja ya que la gente aún no se muere pero está ya en las últimas”.

El mismo Chibeto me dijo que las panaderías juegan un papel social de importancia en la ciudad y lo creo ya que son fuente de trabajo para muchos y por ende sostén familiar.

En la actualidad, podrán haber cerca de sesenta panaderías en todo Ilobasco, con un promedio de entre tres o cuatro panaderos en cada una.

El pan que estas panaderías producen, nutre a la enorme población de la ciudad y muchos de los cantones, que además de es utilizado en velorios, en fiestas y en otras actividades. Curioso es el hecho de que ahora, todos los que venden pan en el mercado de la ciudad, tienen su propia panadería y si antes eran las panaderías las que suplían el mercado, ahora son ellos mismos los que desde ahí lo hacen.

Un fuerte abrazo estimado Chibeto.

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