Por Rocío Rivas
Corea del Sur – Cuatro horas después de que en El Salvador se realizara la Beatificación de los salvadoreños Padre Rutilio Grande, Nelson Rutilio Lemus, Manuel Solórzano y del Fray italiano Cosme Spessotto; en Corea del Sur también se agradecía a Dios por la vida de los mártires.
Ellos, a pesar de las amenazas de muerte hechas por quienes se sentían interpelados por su acción profética, siguieron en su trabajo pastoral. El Padre Grande y Fray Spessotto, continuaron predicando las enseñanzas de Jesús, iluminando sobre todo la vida de los campesinos de El Salvador. Mientras que el adolescente Nelson Lemus y don Manuel Solórzano, permanecían al lado del Padre Grande, compartiendo la fe, la amistad y participando en actividades de evangelización.
A la 1:30 de la tarde, la comunidad latinoamericana reunida en la parroquia San Francisco de Asís, en Seúl, escuchaba el testimonio de los beatos, su historia y virtudes; descritas con detalle por la becaria salvadoreña Fátima Hernández.
“El sacerdote y el simple cristiano que ponen en práctica su fe, según las sencillas y simples guías maestras del mensaje de Jesús; por fidelidad ha de vivir entre dos polos exigentes: la palabra de Dios revelada y el pueblo, el de siempre, el de las grandes mayorías, el del enfermo que clama, el esclavizado, el que está al margen de la cultura, el que tiene mil alienaciones, el que vive en un sistema feudal de hace siglos”.
Con esta frase dicha por el Padre Rutilio Grande en 1977, terminaba el discurso sobre los mártires e iniciaba la celebración eucarística con el canto de entrada de la misa popular salvadoreña:
“Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete, tiene un puesto y una misión… Dios nos manda a ser de este mundo, una mesa donde haya igualdad, trabajando y luchando juntos…”
El padre Ramiro Zúñiga, quien ofició la celebración, explicó el proceso que los mártires pasaron para ser beatificados y los pasos que se necesitan para llegar hasta la canonización.
En su homilía, además, invitó a los feligreses a seguir el ejemplo de los mártires.
“Jesús no quiere que seamos indiferentes, quiere que tengamos ojos para ver a quienes son marginados en la sociedad, que los veamos como los vio el beato Rutilio Grande y no quedó indiferente. Él como sacerdote se podía quedar celebrando misa y ya pero dijo no, aquí tengo que ayudar…”
“Cuando el pobre crea en el pobre, ya podremos cantar ¡Libertad! Cuando el pobre crea en el pobre, construiremos la fraternidad. Hasta luego mis hermanos, que la misa terminó. Ya escuchamos lo que Dios nos habló. Ahora sí ya estamos claros, ya podemos caminar, la tarea debemos continuar… “sonó el canto de despedida en la parroquia ubicada en el barrio Hannam-dong.
La representación salvadoreña estuvo conformada por miembros de la Asociación de salvadoreños en Corea del Sur, Fátima Hernández, quién dio las palabras sobre nuestros queridos Beatos, Irene Díaz, quien se encargó de leer la primera lectura y Rocío Rivas, quién realizó la monición de toda la misa.