Por Julio Rodríguez/Asignación Especial503
A las 5:30 de la mañana, llegué puntual. Marta y su hijo Antonio me esperaban con varias maletas en la acera. Venían desde Arcatao, un pequeño municipio fronterizo con Honduras, en Chalatenango.
Antonio, de apenas 14 años, cursa noveno grado lejos de su pueblo, sus amigos de infancia, en fin de su lugar de origen, debido a la escases de recursos de su familia.
Sus estudios le obligan a quedarse toda la semana en San Salvador y vuelve el fin de semana, a cuidar milpa y apoyar en tareas del campo a sus padres campesinos de pura cepa.

Le vi el rostro, pero también su cansancio, pues se durmió un rato en en el asiento trasero los 15 minutos que duró el viaje.
Pero pensé en esas maletas no solo va la ropa de una semana, sino también sueños e ilusiones que están muy lejos de realizar en su pueblo, donde aún no llegan las oportunidades.
Había en él, un valor que a muchos adultos o jóvenes, les falta para alcanzar sus sueños.
Al verlos subir, comprendí la lección de Dios a mi vida en pleno día lunes, “eres parte de un largo viaje de esperanza para mejorar las cosas en esta familia de Antonio” sentí escuchar que el Señor me hablaba, entendí que mi viaje, ni el tuyo – tu que lees – aún no ya terminado.
Antonio y su mamá que, una vez lo dejó volvió a Arcatao, confían en que esa experiencia marca su vida, así también nosotros podemos aprender que cada trayecto, por sencillo que parezca, es una oportunidad para creer que Dios abre sendas donde nadie más las ve y que la actitud que mostremos será el otro 50% del milagro que hemos suplicado al cielo.
Que tengas una gran lunes. ¡Animos! esta semana apenas comienza.