Foto: Cortesía.

Por Dra. Margarita Mendoza Burgos

Todos, absolutamente todos, en algún momento hemos tenido síntomas de ansiedad.

Es normal, ese estado de tensión o ansiedad anticipatoria, es un principio básico de supervivencia y no es otra cosa que una respuesta natural que prepara el organismo y la mente para encarar cualquier situación difícil que se nos presente.

El problema surge cuando esta tensión se convierte en algo permanente y sin una verdadera razón aparente. Es como un mecanismo activado que no podemos apagar.

Todos los seres humanos padecemos de ansiedad, pero las personas con poca actividad, como las retiradas o sin trabajo por alguna razón la sufren más. Lo mismo ocurre con las que tienen exceso de trabajo, con las que manejan mucha información como un periodista o alguien que vive pendiente de las noticias.

En menores de edad, los niños inquietos, asustadizos y consentidos la padecerán más, ya que su control emocional es más leve y no saben cómo manejarla, controlarla o expresarla ante alguien que les pueda ayudar. Su ansiedad se refleja en la conducta, el sueño, el retraimiento y el no querer compartir con otros, etc.

Ademas en niños o adolescentes puede haber dificultades para dormir menos o más apetito, inhibición o, por el contrario, actividad extrema y con poco sentido.

Si bien, no necesariamente depende de la edad, la pubertad o adolescencia es una época creadora de ansiedad debido a los cambios físicos y mentales. Es la búsqueda de su identidad la que lleva muchas veces a los adolescentes a ser agresivos, especialmente ante los mayores, en un intento de marcar su nuevo espacio y necesidades.

No se debe confundir ansiedad con ataque de pánico. El ataque de pánico es un momento de ansiedad profunda en el que puedes llegar a sentir que estás al borde del colapso, con las palpitaciones aceleradas y que te falta el aliento. Los síntomas alcanzan su punto máximo después de 10 minutos y suelen disminuir después de 30 minutos.

La ansiedad, en cambio, es persistente y hay una desazon constante con cierta angustia .

El ataque de panico Se manifiesta a través de palpitaciones, sudoración, aumento de la tensión muscular y de la respiración, dolores físicos, dilatación de la pupila, temblores, inquietud, preocupación excesiva y desproporcionada.

A veces se suele confundir los síntomas de un ataque de pánico, con la inminente sensación de un ataque cardíaco.

Si lo que ha tenido es un ataque de pánico que le ha generado una sensación inminente de muerte como de un infarto, en emergencias le dirán que no fue un amago de ataque cardíaco sino un problema ansioso, una crisis de ansiedad extrema.

En realidad, la ansiedad se considera una epidemia. No es para menos. Actualmente las formas de vida son tan aceleradas, con exigencias grandes y mucha competencia que la vuelven un peligro.

Además, los medios de comunicación y las redes sociales nos bombardean con noticias de nuestro entorno y de todo el mundo en el instante que suceden, en la mayoría de los casos de forma gráfica, alarmista y amarillista.

La ansiedad es, con diferencia, la condición psiquiátrica más común en Europa, con una prevalencia del 14%, siendo las mujeres, en la mayoría de las ocasiones, el grupo más afectado. Según la Organización Mundial de la Salud, 264 millones de personas sufren de ansiedad en todo el mundo.

A pesar de todo, la ansiedad se puede prevenir. Se recomienda hacer deporte, ejercitarse, llenar nuestra vida de actividades placenteras como caminar por un parque tranquilo o pasear. En fin, cualquier cosa que nos desenchufe de las preocupaciones diarias. También se recomienda ver menos noticias, hacer relajación y/o meditación.

Ante cualquier duda lo mejor es consultar a un profesional de la salud mental, pero por sobre todo centrándonos en el aquí y ahora sin observar tanto lo que ocurre en el mundo sino enfocarse en nuestra propia vida y bienestar.