8 octubre, 2024

Imagen: Cortesía Pixabay.

Por Dra. Margarita Burgos/Colaborador

Salud – Hay una ley en la vida que es infalible: prohíbe algo y lo harás exitoso. Si no, basta con conocer la historia de la papa. Este tubérculo que los exploradores de las Américas llevaron a Europa al principio era un producto para eliminar las hambrunas que asolaban al continente. En Francia, por ejemplo, la papa que había llegado se empleaba esencialmente como alimento para el ganado o como abono.

Además, los europeos la consideraban poco apetecible y, en algunos casos, incluso peligrosa para la salud. Sin embargo, la percepción de la papa cambió gracias a una operación de marketing cuando ni siquiera existía esa palabra. Todo por Antoine Augustin Parmentier, un agrónomo y farmacéutico francés del siglo XVIII. Él, que fue prisionero de guerra en Prusia, sobrevivió al cautiverio en gran parte gracias a la papa, lo que le permitió reconocer su valor nutricional.

Parmentier empleó estrategias innovadoras para cambiar la percepción de las papas. Por ejemplo, organizó banquetes donde se servían platos elaborados con papa, a menudo invitando a figuras influyentes de la sociedad y la realeza. Además, cultivó papas en campos a las afueras de París y puso guardias para vigilar las cosechas, sabiendo que esto despertaría la curiosidad y el interés de los campesinos. Es decir, convirtió algo desechado en un producto deseado justamente por estar fuera del alcance popular.

Lo prohibido y lo inalcanzable atrae. Simple. Aquello que se hace misterioso, a la mano de unos pocos, intriga y nos hace elucubrar pensando en por qué se nos oculta o niega.  Lo prohibido atrae al ser humano desde el principio de los tiempos, así cayeron Adán y Eva en el paraíso con la famosa manzana.

Sin embargo, muchas cosas prohibidas, cuando se explican con sus pros y contras, sus peligros o beneficios limitados, se vuelve más manejable y controlable y no un culto de objeto para ser transgredido.

En este caso, parte del marketing se hace en los hogares, cuando tratando de evitar aquellas cosas que pensamos pueden dañar a nuestros hijos, no las hablamos y mostramos, al menos para explicar y hacer ver esos pros y contras. Por el contrario, las callamos ante un silencio cómplice de sociedad que nos lo presenta como algo bueno y por eso prohibido, ya que solo es para disfrute de unos pocos favorecidos.

En este caso, no son las influencias educativas y buenas, sino a aquellas que abundan más: lo negativo, pernicioso, porque genera ganancias y o placer a personas inescrupulosas, como el sexo y las drogas.

Asi  sucede con las drogas, el hecho de que estén prohibidas genera más atracción. Tampoco es la clave total es legalizarlas; pues sin debida educación y concientización podría darse solamente un incremento de su uso.

Desgraciadamente, esto conlleva esfuerzo y tiempo y los promotores de lo malo son más rápidos que los esfuerzos gubernamentales, por eso es importante educar en el hogar, pero no solamente de palabra y o con tabúes, sino con el ejemplo.

En definitiva, más allá de la curiosidad innata del ser humano, existe algo llamado reactancia psicológica. Es una teoría del psicólogo Jack Brehm, que  en 1966 observó que cuando las personas perciben que su libertad para elegir está siendo restringida, sienten una fuerte motivación para recuperar esa libertad. Esto puede hacer que lo prohibido sea más atractivo simplemente porque está fuera de su alcance

Moraleja: Cuanto más prohíbas algo, más será el interés de probarlo; mejor es dar educación y enseñar los peligros.