Foto VD: Alberto Barrera.
 
Por Alberto Barrera

Entre alegres y divertidas reuniones familiares conocimos un poco la extensa geografía de Dallas y sus alrededores; además sucesos que han marcado la historia de Estados Unidos como el casi exterminio de los pueblos originarios, el racismo preocupante o el crimen irresuelto del presidente John F. Kennedy en 1963. Fue una semana trepidante en la que vimos y aprendimos de Texas.

Praderas de Texas. Foto VD: Brenda Barrera y Manfredo Rivas.

Royse City – En el horizonte planicies de vocación agrícola transformadas por la construcción de modernas y amplias viviendas en la que sus habitantes están entre lo rural y lo urbano. Ver o escuchar a los vecinos no es fácil por los extensos terrenos que tiene cada residencia, lo cual provoca quietud que nos aleja del ruido y de los inquietantes barullos políticos.

El área está en Hackberry en las afueras de Royse City, una pequeña ciudad de unos 13,000 habitantes, parte del Condado Rockwall al noreste de Dallas, ciudad en la que viven más de 1,3 millones de personas y es la tercera más poblada de Texas después de Houston y San Antonio, ambas al sur de Texas.

Cuando viajamos por tierra desde Houston al noreste de Dallas observé extensas llanuras en ese rico estado y fantaseé con miles de guerreros de las tribus que lo poblaron cabalgando comandados por bravos caciques como Quanah Parker, jefe de los comanches –guerreros, cazadores y agricultores nómadas-, o el temido líder apache Gerónimo quien fue el terror del sur de Estados Unidos y el norte de México.

“Los señores de las llanuras” integraban la tribu Comanche que fueron hostiles contra los ocupantes españoles, mexicanos y los vaqueros entre 1820 y 1875, cuando se rindieron ante las tropas gubernamentales y les llevaron a una reserva en Fort Still, Oklahoma.

Imaginé a Cochise, que antecedió a Gerónimo como jefe de los Apaches, y al que  conocí en viejas películas de cowboys en las que siempre eran indios malos, equivocación que tuve por viejas producciones cinematográficas.

Según Kelli Fuqua, en el sitio www.ehowenespanol.com, en Texas existieron unas 20 tribus entre ellas los Kiowa, cazadores de búfalos que usaban arcos y flechas o los Cheroquee que aprendieron a hacer y usar herramientas metálicas, ropas y casas estilo europeo antes de que estos llegaran a la zona a inicios de 1700.

Foto: Cortesía, imagen de indígenas Comanches o Apaches.

Con ese telón histórico sobre los pobladores originarios de la extensa zona y que casi fueron exterminados desde que en 1497, solo cinco años después del arribo de Cristóbal Colón  a tierras en el Caribe americano, llegó a Terranova John Cabot en una misión encomendada por el reino de Inglaterra.

En familia

Nuestra primera noche en Hackberry, llamada así por un río que la atraviesa, la disfrutamos a plenitud por encontrarnos con la familia y por el ansiado descanso debido al largo viaje no solo por las tres horas del vuelo desde San Salvador a Houston o las tres horas 30 minutos en la interestatal 45, sino por todo lo agregado en carreteras y terminales aéreas.

 

Foto VD: Alberto Barrera.

Al amanecer una mirada furtiva en los alrededores de la amplia casa, al frente del garaje, que está al costado izquierdo, un terreno enorme en el que siembran granos y delante otra vivienda. Una zanja de agua lluvia a ambos lados de la calle es refugio de cangrejos que aquí llaman “crabfish” o cangrejo de río, pero que son más parecidos a los que llamamos “langostinos” y que fueron la diversión de niños y adultos, junto a patos que de vez en cuando nadan en las aguas o caminan por la calle.

Video: Marta Amaya, edición Luis Alberto López.

Y pronto estábamos reencontrándonos con los familiares y descendientes, hablando español, otros en inglés y algunos en “spanglish”, compartiendo comida, recuerdos y una que otra cerveza bien helada para alegrar el espíritu y por si el calor volvía, pues por esos días casi desapareció.

Pero en la memoria de los familiares la reciente nevada histórica que a mediados de febrero causó unos 20 muertos en el estado, millones quedaron sin energía eléctrica y se paralizaron actividades en Texas, en el centro y sur de Estados Unidos.

En eso apareció el querido amigo Oscar Sandoval, conocido como “el Chino”, quien aprovechó que estaba cerca (como a 200 millas) y con su enorme tráiler llegó para compartir con su característica alegría. Él dice que somos sus padres adoptivos porque le conocimos desde su adolescencia en San Salvador y fue bien recibido en aquellos años difíciles.

En el festín no faltaron las risas por chistes, anécdotas y recuerdos que llegaron al ritmo de música, comidas y bebidas. Pupusas y la “discada”, una combinación de carnes de res y cerdo en trozos con salchichas y chorizos partidos, fueron una delicia elaborada por el amigo de la familia Armando, quién en un recipiente especial metálico y redondo con una saliente en la que colocó la carne cocinada para que se mantuviera caliente, mientras sigue el proceso para cada una de las carnes. Luego la revolvió y calentó tortillas en la misma grasa para así  elaborar tacos al estilo mexicano.

Foto VD: Alberto Barrera
Foto VD: Alberto Barrera.

En los días posteriores conocimos lugares como The Harbor Rockwall a orillas del lago Ray Hubbard, un moderno complejo comercial con sitios gastronómicos, almacenes y salas de cine, así como caminatas por senderos de cemento hasta un faro rodeado de estacionamiento de lanchas y veleros. Comimos en Gloria´s,  uno de los restaurantes de la cadena fundada por una salvadoreña que en menú de comida internacional incluyen pupusas.

Foto VD: Manfredo Rivas

A media semana nos inyectaron la vacuna Johnson & Johnson para combatir la pandemia del Coronavirus. Eso fue después de una mañana entre flores y árboles en el Jardín Botánico y  Arboretum de Dallas en las afueras de la moderna ciudad y a orillas del White Rock Lake. Lo más divertido para el curioso Gabriel, mi nieto de casi 8 años, fue ver ardillas que jugueteaban por todos lados, y reía al fingir perderse en medio de colorida vegetación y árboles.

Foto VD: Alberto Barrera

De realidades, racismo y Kennedy

Luego de la pausa de un día por el dolor en el brazo inyectado, las giras y la fiesta siguieron. Viajamos por calles, avenidas de ciudades y visitamos lugares en los que casi siempre buscamos algo de comer. Y en la casa los familiares nos atendieron muy cariñosamente.

Cada mañana y gran parte del día el trinar de pájaros alegraban el ambiente, principalmente los pequeños cantores cardenales rojos que iban de árboles a arbustos en el patio. Manfredo se recreaba mientras usaba su laptop laboral.

Y con la primavera en sus inicios vimos en los alrededores pequeños campos de floración de Bluebonnets, la flor del estado de Texas. Tienen un hermoso color azul brillante y la punta blanca en sus pétalos, que de silvestres pasaron a cultivarse en grandes parcelas. 

En las reuniones que se repitieron cada noche conversamos sobre realidades y un tema obvio fue El Salvador, cuyo gobierno anima a algunos a creer que por fin llegará el cambio prometido, esperado largamente después del fin a la guerra hace ya casi 30 años. Fuimos cautos y dijimos que hay que esperar más tiempo, para no contradecir lo que piensan por las promesas hechas luego del descalabro y corrupción de regímenes anteriores de derecha e izquierda.

Foto VD: Alberto Barrera.

Después de las abruptas decisiones de la Asamblea Legislativa, dominada por el partido oficial, que despidió a magistrados de la Corte Suprema de Justicia y al Fiscal General, el ambiente político cambió por los signos de autoritarismo que mostró la administración del presidente Nayib Bukele. Eso generó una ola de críticas nacionales e internacionales.

Hablamos también de las dificultades que enfrentan los migrantes pero que a pesar de eso muchos salvadoreños siguen arriesgándose, aunque no siempre logran llegar y vivir en este país como otros lo han hecho, algunos residen desde hace más de 30 años.

Además de las dificultades económicas y políticas actuales algunos no olvidan el racismo que se da en muchos lugares del país, aunque ellos no tienen quejas a menos que hayan sido discriminados. En ese lugar en que residen la mayoría son blancos, pero cuando pasan en sus autos muchos saludan con amabilidad.

Racismo, historia de injusticias

Nuestros migrantes entienden las dificultades que enfrentan muchas personas por el largo historial del racismo, principalmente contra gente de raza negra que desde  inicios de 1600 llegó un contingente de esclavos a Jamestown, Virginia, un asentamiento británico para su excesiva y cruel explotación. El racismo de blancos lo sufren Afroamericanos, asiáticos, latinos y de otras razas o comunidades.

El asesinato en mayo de 2020 de George Floyd en Mineápolis, Minesota por cuatro policías generó una ola de protestas en medio de la pandemia COVID-19. Indignó que los agentes de seguridad sometieron con excesiva fuerza al hombre de mediana edad y uno de ellos le colocó la rodilla asfixiándole, mientras decía que no podía respirar. La noticia invadió los titulares de los medios de comunicación en Estados Unidos y del mundo.

La existencia de más de 1,000 grupos de odio en todo el país es prueba de lo difícil que ha sido erradicar la discriminación, la que mucha sangre y dolor ha costado.

De esos grupos existe uno del KKK (Ku Kux Klan) en Quinlan, una pequeña ciudad de poco más de 1,500 habitantes a unas 15 millas al este de Royse City, pero además de la entrevista que uno de sus miembros diera no hace mucho a un canal de la televisión hispana, nada se sabe aquí de la actividad violenta que pregonan sobre la supremacía blanca.

Según Southern Poverty Law Center (SPLC), una organización dedicada a la defensa legal y los derechos civiles, en todo el país hay 1,020 grupos de odio activos, incluyendo 73 en Texas,  entre los cuales Caballeros Rebeldes de Texas del KKK en Quinlan y al menos cuatro o cinco de diferente denominación en Dallas, Fort Worth, Houston y San Antonio.

La lista fue compilada por Mary Claire Patton, periodista de KSAT 12 (www.ksat.com), quien monitoreó “publicaciones y sitios web de grupos de odio, informes ciudadanos y policiales, fuentes de campo e informes de noticias desde 2015”. Patton ha publicado historias de alto perfil relacionadas a hechos en San Antonio y en el estado de Texas.

Kennedy: un crimen sin resolver

Y de Manfredo surgió la idea de visitar el centro de la ciudad de Dallas para ver el sitio en donde el 22 de noviembre de 1963 fue asesinado el presidente John F. Kennedy. Tenía 45 años y su crimen no resuelto ocurrió cuando la situación interna y mundial era muy difícil.

En esos años y meses previos aumentaba la segregación racial, continuaba la Guerra Fría que enfrentaba a las dos potencias la Unión Soviética y Estados Unidos que se involucraba más en la guerra de Vietnam; crecían las protestas y más de un año antes de su muerte enfrentó la crisis de los misiles en Cuba, isla a la que su gobierno incentivó en abril de 1961 la invasión fracasada conocida como Bahía de Cochinos. No la tenía nada fácil el joven y carismático mandatario de descendencia irlandesa.

Foto VD: Brenda Barrera.

Y ese sábado 1 de mayo fuimos a la Plaza Dealey en la cual vimos el vetusto edificio del Depósito de Libros del que desde su sexto piso se hicieron tres disparos cuando Kennedy junto a su esposa Jackie y el gobernador de Texas, John Connally, se conducían en un lujoso Lincoln descapotado sobre la calle Elm.

Las autoridades pronto dijeron que el autor fue Lee Harvey Oswald, un exmarino desertor quien fue detenido poco más de una hora después en una sala de cine de la ciudad, pero nunca fue juzgado pues dos días después Jack Ruby lo mató a balazos frente a la policía y muchos periodistas captaron la escena. Un crimen de película al estilo de las mafias.

Fue mi primera vez en el lugar del asesinato el cual aún no resuelven el FBI, la CIA, comisiones del Congreso, investigadores especializados, se han escrito libros y ensayos; se han realizado películas o documentales que dejan dudas o hasta aseguran que fue un complot en el que se involucró la Cuba de Castro, la CIA con exiliados cubanos, las mafias y otros.

Pero aún no hay nada certero en casi 320,000 documentos que tienen más de 5,0 millones de palabras, que en un 88 por ciento están libres de acceso público, un 11 por ciento restringidos y sólo un 1 por ciento inaccesibles, según el sitio oficial www.archives.gov 

Recorrimos la plaza Dealey, pasamos sobre la acera de la calle Houston y atravesamos la calle Elm, las mismas que recorrió el Lincoln presidencial. En la bajada de esa calle hacia un túnel una X marca el lugar donde Kennedy recibió los disparos, uno le atravesó el pecho y otro le destrozó el cerebro.

Foto VD: Brenda Barrera.

En 1979 un Comité de la Cámara de Representantes concluyó que hicieron cuatro disparos contra el presidente y quizá dos tiradores, lo cual presume una conspiración pero nunca hubo conclusiones. Es el secreto mejor guardado en esta nación.

En el lugar muchos turistas curiosos, y nosotros, veíamos el edificio rojizo pálido de siete pisos, alzamos la mirada al sexto piso desde donde Oswald disparó su fusil y observamos el lugar marcado sobre el pavimento en donde las balas impactaron de muerte a Kennedy.

Algunos merodeaban en busca de incautos para contarles historias o venderles supuestas publicaciones de esa fecha hace casi 58 años. Buscamos entrar al edificio para visitar el museo en el sexto piso y de paso buscar un baño, pero no había acceso y apurados salimos hacia la siguiente cuadra en la que por la compra de algún producto, compramos tres helados para Daniella, Manfredo –su padre- y para mí, por lo que nos dieron la clave de la cerradura y poder usar los servicios.

Antes de visitar el lugar del infortunio para Kennedy fuimos a la Plaza Pioneer que la promoción turística identifica como “un punto focal con importancia histórica” debido a que es un homenaje al inicio de los senderos de los primeros colonos, sin los indígenas de las tribus originarias. Árboles y plantas nativas, con un pequeño arroyo recrean el paso de novillos de cuerno largo esculpidos en bronce y que dirigen tres vaqueros a caballo.

Foto VD: Alberto Barrera

Nuestra despedida fue dos días antes porque viajamos a San Francisco el domingo por la tarde y la razón fue porque el sábado fuimos invitados junto a la familia a participar en la fiesta de 15 años de Sara, una sobrina de Roberto –nuestro amable y alegre anfitrión junto a su esposa Martita-, en la que decenas de compatriotas llegaron a la celebración. Fue una muestra de cómo nuestra cultura se ha mezclado con la local y la de México.

Fuimos testigos de la felicidad de nuestros hermanos migrantes en la pomposa fiesta en la que comimos y bebimos, presenciamos el acto emotivo de los familiares de la cumpleañera y la danza especial que prepararon los jóvenes acompañantes de la agasajada. Nada mejor para decir un hasta pronto.

Foto VD: Manfredo Rivas.