Texas: Una mirada fugaz

Nuestro destino era California pero pasamos una semana con familiares en Texas en donde conocimos un poco y disfrutamos alegres veladas luego de encierros por la larga crisis sanitaria mundial y graves efectos climáticos. Por Texas pasan o residen miles de migrantes centroamericanos que huyen de sus países por problemas económicos, políticos y sociales, muchos de ellos han generado una crisis para el gobierno de Joe Biden.

Foto VD: Brenda Barrera.
Por Alberto Barrera

Rockwall – Como una silueta vi a mi derecha que una enorme estatua blanca parecía desplazarse rauda, pero lo que se movía a unos 110 kilómetros por hora era la camioneta en la que transitábamos sobre la interestatal 45 entre las ciudades de Houston y Dallas, Texas.

El monumento es a Sam Houston y está cerca de Huntsville, tiene más de 20 metros de altura y es visible desde muchos puntos, pero yo me venía durmiendo quizá por el tedio de ver desde el inicio la recta, amplia y larga autopista y pensar en los 385 kilómetros que separan ambas ciudades, aunque íbamos a Rockwall, una pequeña ciudad en la periferia de la atractiva Dallas.

Houston fue un héroe texano que nació a finales del siglo XVIII y tuvo vínculos desde la adolescencia con tribus indígenas de la zona, aunque combatió contra algunas que eran aliadas de los británicos. Entre 1836 y 1838 Houston fue el primer Presidente de la República Texas, cuando aún no se anexaba a la unión de estados y luego lo fue de 1841 a 1844.

Descendiente de escoceses se le considera un “Hombre de Honor” y fue un dirigente masón.

Como fue nuestro primer viaje al exterior, y también la primera vez en ese enorme estado, nos preocupamos por temor al contagio del coronavirus, pero tomamos el riesgo y no nos fue mal aunque terminamos cansados por el largo viaje en ese radiante domingo, el último de abril.

El vuelo desde el aeropuerto San Oscar Romero duró unas 3 horas y con Reina viajamos junto a nuestros hijos Brenda y Manfredo (su esposo), y los nietos Dani y Gabriel, luego del encierro a raíz de la pandemia COVID-19 que azota al mundo. Nerviosos pero alegres iniciamos la ruta.

Nuestro miedo se basaba que en Texas desde el 4 de marzo del año pasado se registraron más de 2,9 millones de casos entre los que hubo hasta la fecha más de 50,000 fallecidos, aunque ya en tierra vimos a mucha gente relajada, sin mascarillas y bastantes sin tomar medidas para evitar infectarse.

Para nosotros las medidas de bioseguridad comenzaron desde el parqueo en el aeropuerto salvadoreño en el que se forman largas filas, algunos sin guardar distancia, y luego de tediosas revisiones migratorias iniciamos el peregrinar dentro de la terminal –el café que ingerimos a la rápida nos ayudó-, después en la nave aérea y por último en el vuelo en el que no nos quitamos la mascarilla.

Ya en espacio estadounidense vimos desde arriba las enormes planicies que se extienden desde la orilla del mar del Golfo de México, la ciudad de Houston y más allá las praderas que parecen interminables en ese enorme y rico estado bañado en petróleo.

En el aeropuerto de Houston nos esperaban Martita y su esposo Roberto, sus sonrisas nos dijeron todo antes de que nos recibieran cordiales y amenos. Nuestra alegría fue evidente. Pronto iniciaríamos el camino por tierra, pero antes un almuerzo liviano en un restaurante francés de una zona comercial de la atractiva y moderna comunidad Woodlands al que se unió la jovial Sindy, amiga salvadoreña acompañada de uno de sus tres pequeños hijos.

The Woodlands es una comunidad planificada a unos 45 kilómetros de Houston. En 2018 se calculó que allí residían más de 116,000 personas. Comenzó como un desarrollo exurbano y una comunidad de dormitorios, pero atrajo corporaciones y tiene empresas corporativas como Chevron Phillips Chemical, Woodforest National Bank, Baker Hughes y McKesson Corporation, entre otros.

Migrantes

Houston, moderna y un poco alocada, es la ciudad más grande del sur estadounidense y en la que habitan más de 2,3 millones de personas. El alcalde negro de la ciudad Sylvester Turner da la bienvenida en su página oficial a visitantes y tiene un mensaje de aliento a los migrantes.

“Sé que hay una gran cantidad de niños y familias de inmigrantes y refugiados que ahora sienten temor y preocupación por lo que les podría pasar”, pero asegura que en Houston siempre han sido hospitalarios. Explica que la policía “no es la Agencia para el Control de Inmigración y Aduanas. No asumimos perfiles raciales y no empezaremos a hacerlo para determinar si las personas están aquí ilegalmente”.

A los visitantes les dice que Houston es una “comunidad, apasionante y diversa”. Y es cierto.

Pero no todo es color de rosa. Texas tiene más de 28 millones de habitantes -el segundo estado con mayor población- y de los que 1,8 millones son inmigrantes indocumentados, quienes enfrentan problemas como los miles de centroamericanos y de otros países varados en la frontera con México.

Reporteros de la agencia de noticias estadounidense The Associated Press dijeron que el gobierno del demócrata Joe Biden alojaba en la última semana a unos 21.000 menores migrantes, desde niños de uno o dos años hasta adolescentes. Solo en la instalación del ejército de Fort Bliss en El Paso, Texas, había más de 4.500 menores, dijo  la AP.

En marzo medios internacionales destacaron que la primera gran crisis política de la administración Biden era la inmigración, pues en la frontera con México se registró un gran aumento en la entrada de personas indocumentadas. El mandatario estadounidense estaba enfocado en otros problemas como enfrentar la pandemia del coronavirus, según la BBC de Londres.

“Unos 15.000 jóvenes migrantes no acompañados fueron detenidos en la frontera en enero y febrero. El año pasado fueron 37.000 en todo el año”, reportó el medio británico.

El diario español El País dijo por esos mismos días que “la crisis migratoria que encara el presidente Biden ha logrado un hito. Más de 171.000 personas, principalmente ciudadanos centroamericanos, fueron detenidos por agentes de la patrulla fronteriza durante marzo”.

Miles de esos migrantes provienen de países del llamado “Triángulo Norte” centroamericano que forman El Salvador, Honduras y Guatemala en donde sus habitantes huyen ante los problemas de inseguridad, pobreza, marginación y por los efectos del cambio climático que el año pasado intensas lluvias con huracanes causaron desastres y con ello muertos y miles de damnificados.

Texas es uno de los principales puntos de ingreso a suelo estadounidense, legal o sin documentos, reportó ThoughtCo un sitio de contenido educativo. En febrero de 2019 dijo que “la numerosa presencia de migrantes convierte a Texas en un estado con características especiales” por lo que publicó una lista de derechos y problemas que a diario enfrentan quienes intentan cruzar o ya residen en territorio texano.

En Texas los migrantes indocumentados no pueden sacar la licencia de manejo, se les pregunta por su estatus legal cuando son parados o arrestados por una autoridad y pueden verificar si tiene autorización para laborar debido a la aplicación de la ley SB4, que además prohíbe las llamadas “ciudades santuario” que protegen a inmigrantes sin documentos.

Pero la ley permite que en ese estado los estudiantes indocumentados puedan estudiar en las universidades estatales pagando como si fueran ciudadanos o residentes permanentes. Los niños migrantes legales pueden solicitar Medicaid, agregó el informe de ThoughtCo.

La visita

Mientras tanto nosotros en el inicio de nuestro recorrido nos dimos cuenta que el tiempo había avanzado y pronto abordamos los dos vehículos y no nos bajamos hasta que cansados y las ganas de evacuar líquidos llegaron al límite. Lo hicimos a un par de kilómetros de nuestro destino, cuando ya la tarde caía aunque el sol se ocultó pasadas las 8:00 de la noche.

A partir de nuestra llegada y alojamiento en la hermosa y cómoda casa con enorme terreno, aunque lo más importante fue la calidez y cariño con los que nos recibieron la familia descendientes de cuatro hermanos de Manfredo que residen en Mesquite, Royse City y Rockwall, en la periferia este y noreste de Dallas.

Los cuatro hermanos llegaron a Estados Unidos en la década de 1980, cuando la guerra civil en el país estaba en su mayor auge de peligro, muerte y destrucción. En Estados Unidos eran los tiempos de administraciones republicanas con Ronald Reagan a la cabeza quien apoyó a sucesivos gobiernos de derecha que combatían a una guerrilla izquierdista. Envió ayuda económica y militar, incluyendo asesores que se involucraron en el conflicto.

Al menos 75,000 personas murieron, miles de heridos, unos 8,000 lisiados y al menos 10,000 desaparecidos, además de multimillonarias pérdidas económicas. Estados Unidos enviaba 1,0 millón de dólares diarios para sufragar la guerra que duró 12 años hasta que se firmó la paz en 1992.

Con Manfredo, la familia de la sobrina Martita y Roberto, y sus hermanos una semana fue poco tiempo, fueron días divertidos, aunque a ratos surgiera el tema del país y los acontecimientos políticos recientes que le afectan. Es cierto que muchos de los salvadoreños migrantes apoyan al gobierno de Nayib Bukele pese a las acciones que otros países y organismos han criticado.

El 1 de mayo nos enteramos de la decisión de la Asamblea Legislativa, dominada por el partido de Bukele, de despedir sin proceso respectivo a los Magistrados de la Sala de lo Constitucional que se opuso con razonamiento a los gastos millonarios que la administración hiciera en los peores días de la pandemia y lo cual abrió las puertas a la corrupción.

El centro de reuniones fue la casa de Martita, gran anfitriona junto a su familia. Nunca faltó la comida ni la bebida. Hasta atendieron a Oscar Sandoval “el Chino”, amigo nuestro desde su adolescencia en el país quien apareció con su enorme tráiler con el que trabaja transportando carga de Oeste a Este y a veces al Sur o al Norte, ganándose la vida y sorteando peligros en las carreteras en ese enorme y rico país.

(Continuará).