Imagen Cortesía: Pixabay.

          Por Dra. Margarita Mendoza Burgos /Colaborador

Entre los neologismos que más se escuchan por estos días está el “perspecticidio”, un término que va cobrando popularidad y se repite con insistencia, incluso por aquellos que no conocen bien su significado. En realidad, se trata de una forma de manipulación psicológica que implica tergiversar o distorsionar la realidad de manera intencionada para cambiar la percepción de alguien sobre un tema o situación en particular.

En otras palabras, es el síntoma que usa el manipulador para hacerte creer que estás equivocada en tu punto de vista, al grado que uno mismo cree que algo no está bien en lo que uno piensa.  La víctima de este abuso, una especie de chantaje emocional, empieza a dudar de que sus ideas y opiniones tengan sentido, sean inteligentes o respetables, porque el abusador le hace creer que solo las suyas son las buenas, realistas o aceptables.

Perspecticidio es un término que surge de la combinación de “perspectiva” y “genocidio”, se refiere, como se ha explicado arriba, a la destrucción sistemática o la negación de las perspectivas diversas. Esto ocurre especialmente en aquellos que provienen de grupos minoritarios o marginados en la sociedad.

Por ejemplo, los manipuladores eligen cuidadosamente qué información revelar y qué información ocultar con el fin de influir en la percepción de su objetivo. Esto implica centrarse únicamente en los aspectos que respaldan su agenda mientras ignoran los datos que contradicen su punto de vista. Al mostrar solo una fracción de la verdad, distorsionan la realidad, otorgando una apariencia de legitimidad y persuasión a su perspectiva.

Normalmente, nos dejamos manipular porque es tan fina la maniobra de persuasión que no somos conscientes de lo que está pasando. Pero si nos diéramos cuenta y aun así lo aceptáramos sería un gran error. Esto último sucede bastante a menudo. 

Esto indica que nuestra relación con la persona que nos manipula no es normal, ya sea porque sentimos lástima por el otro, o falta de autoestima, timidez y hasta deseo de no perder el genio y evitar así una escalada de agresividad. Incluso, esa sumisión puede deberse a que tememos ser golpeados o evitar palabras que nos hieran íntimamente. 

En ese sentido, toda aquella persona con baja autoestima, independiente del rol que  ejerza, puede ser víctima de perspecticidio o quien lo infiere.  En casos así, es necesario reportar este tipo de acoso a las autoridades y además trabajar en terapias, pero lo primero es darse cuenta de que no somos los culpables de esta situación sino las víctimas. Siempre ayuda el acudir a terapia. Si queremos continuar con la relación, porque creemos que tiene solución, la terapia deberá ser para las dos personas.