El trastorno del espectro autista (TEA) a menudo aparece en los primeros tres años de vida. Foto: Cortesía.

Por Dra. Margarita Mendoza Burgos

Salud – Si la vida y sus vicisitudes de por sí son un auténtico reto para cualquier ser humano, para alguien que sufre los trastornos del espectro autista lo es por partida doble. Y no solo nos referimos a la persona que lo padece sino también al círculo familiar que le rodea. Si un enfermo de cáncer puede devastar a su entorno por su letalidad y su rapidez, el autismo lo hace de diferente forma, generalmente por lo lento del proceso y la desesperante falta de progreso.

El trastorno del espectro autista (TEA) a menudo aparece en los primeros tres años de vida y afecta la habilidad del cerebro para desarrollar las habilidades sociales y de comunicación normales. Algunos de los síntomas son que el niño se aisla de todo: no hace amigos, no participa en juegos interactivos, es retraído y probablemente no responda al contacto visual o a las sonrisas.

El autismo puede ser de leve a grave y según esto son las manifestaciones. Lo que cambia es la intensidad de los sintomas: dificultades de dar y recibir amor y falta de empatía por los demás, por mencionar algunos. Suelen concentrarse en objetos y su giros y no importarles nada más. La inteligencia no necesariamente se ve afectada, pero es más dificil recibir un aprendizaje formal, ya que ellos van a su propio ritmo.

Si bien no existe cura para el autismo, se puede ir evolucionando a partir de ciertas terapias. Esto, por supuesto, dependerá no solo de la edad sino del grado de autismo que se tiene. También, quizás como en ninguna otra enfermedad, mucho tiene que ver con posibilidades economicas para desarrollar al máximo sus cualidades.

Tratar a un niño con autismo requiere de un presupuesto especial para las terapias y el cuidado. Incluso en varios lugares del mundo ni siquiera con dinero se puede acceder a ellas ya que no existen. Pero donde sí los hay, los costos son muy altos porque se necesitan profesionales dedicados para estimularlos. Además, por la misma dependencia que requiere el paciente, que reclama constante atención, se necesita alguien que lo cuide todo el tiempo.

Tener en casa un niño con autismo es agotador y puede dinamitar la convivencia familiar, que se vuelve complicada. Es probable que los hermanos, así como los amigos de éstos u otros parientes, no entiendan el problema, y aun en el caso de que lo hagan es dificil no objetar el exceso de tiempo que los padres deben de dedicarles. En síntesís, afecta a las finanzas, la salud emocional y mental de los padres, también las relaciones matrimoniales, la salud física de cada uno de los miembros de la familia.

Pero si para el entorno es complicado, ¿qué decir de lo que sufre el paciente? Vivir con autismo es una auténtica pesadilla. La incapacidad para relacionarse y el altísimo nivel de incomprensión de su propia condición se vuelven una carga muy pesada. Un buen ejemplo se puede ver en la serie coreana “Woo, una abogada extraordinaria”, muy popular en Netflix, donde la protagonista padece del espectro autista, y a pesar de su alto coeficiente intelectual vive momentos duros a raíz de su escasas habilidades sociales.