Por Diego Recinos
102 muertos y más de 3 mil infectados es la cifra que arroja hasta este fin de semana las autoridades sanitarias suecas como resultado directo del COVID-19. Los números van al alza y aunque el Gobierno tomó medidas, hay un grupo de personas que no aparecen en las cifras y serán quienes asuman las consecuencias indirectas del virus.
Como todos los días, puntualmente, Susana se presentó a su trabajo como cocinera en una de las principales cadenas hoteleras de la capital sueca. El ambiente, a diferencia de los meses pasados era de calma y tranquilidad.
No pasó mucho tiempo cuando ella recibió una llamada de su jefe para que se presentara a la oficina. Susana tuvo un mal presentimiento y sintió un pequeño «piquete» en el estómago.
Al llegar a la oficina del jefe, sus temores se hicieron realidad.
Efectos secundarios
Susana vive desde hace un año y diez meses con su pareja, su novio Leonardo, desde que ella tenía 15 años. Sin embargo, no siempre estuvieron juntos.
Leonardo llegó a Suecia cuando tenía 20 años y se estableció en el país nórdico. La distancia enfrió la relación con Susana y con el tiempo, se separaron.
Durante la separación, Leonardo tuvo otra pareja y tuvo una niña. Pero la relación con la madre de su hija no funcionó y regresó a la soltería. Por azares del destino, volvió a Chile y el amor entre él y Susana renació.
Pero esta vez, al viajar a Suecia nuevamente, Leonardo no voló solo; Susana venía a su lado. Una vez establecidos, Leonardo, su hija y Susana comenzaron una vida familiar. Todo marchaba bien. Incluso, Susana pudo conseguir un empleo de medio tiempo en una de las principales cadenas hoteleras de Estocolmo. Ella era asistente de meseros.
La vida le sonreía a la familia chilena. Sin embargo, en febrero de este año, el mundo conoció un nuevo inquilino, que había surgido en la lejana China y se rumoraba que había surgido por el contacto con un murciélago, el Coronavirus.
Sin embargo, el virus estaba lejos y todo seguía igual en el crudo invierno sueco. Semanas después, el virus llegó al viejo continente y se propagó como pólvora desde el norte de Italia. Pocos días después, los esquiadores que tienen como destino turístico invernal las nevadas montañas italianas, y las decenas de viajeros trajeron consigo a Suecia el virus.
Un mes más tarde, el COVID-19, ya ha cobrado más de una centena de vidas y se registran más de tres mil infectados. Pero mientras la familia de Susana observaba lo que sucedía en su tierra natal, no se percataban lo que junto a ellos pasaba. Pues el desconocimiento del idioma y la falta de acceso a las medidas en su idioma no permitieron ver a Susana y a Leonardo lo que estaba por venir.
Suecia fue de los últimos países en Europa en cerrar las fronteras, escuelas y en tomar medidas de contención que significaran afectar la economía nacional. Por tanto, la vida continuaba normal en el país. Lo que significó que la hija de Leonardo continuó yendo a la escuela primaria hasta que un jueves por la noche, una alta fiebre y una tos grave alarmaron a la familia.
De acuerdo con Susana, cuando la niña regreso de la escuela primaria, durmió más de lo usual, no tenía apetito y se mostraba apática. Después de varias horas de reposo, los padres comenzaron a notar que la temperatura comenzó a subirle, llamaron al sistema de ayuda pero no pudieron comunicarse bien. Pero, entre su bajo nivel de sueco e inglés pudieron pedir ayuda. Al ser examinada los paramédicos dijeron a la familia que estuvieran tranquilos. No era nada para alarmarse.
Tras unas horas de intranquilidad, la niña pudo comer y se estabilizó. Por lo que decidieron no asistir al hospital y creer en lo dicho por los paramédicos. ¿Era o no coronavirus? “Pues la verdad no sé y creo que no queremos saber”, expresa Leonardo.
Lo que le entendieron a los paramédicos fue que era una calentura normal, no era nada grave. La pregunta surge en el aire, ¿por qué arriesgarse? La respuesta es franca: “La niña ya está como si nada jugando y bien. Si hubiera seguido mal, pues otra cosa sería. Pero la última vez que fuimos al centro médico, lo primero que me piden es identificación y número personal, no tengo. Después y a regañadientes nos atendieron, pero la factura que me enviaron luego no fue barata y me tardaré varios meses en pagarla”.
Por la enfermedad de la menor, Susana y Leonardo, tuvieron que cuidar a la niña y ausentarse de sus trabajos. Susana llamó a su jefe y le explicó la situación.
El jefe no tuvo problema en conceder el permiso. Sin embargo, el lunes cuando ella se disponía a presentarse a su puesto de trabajo, el jefe le llamó y le ordenó que se presentara pues la gerencia creía que ella podía significar un riego de contagio para sus compañeros. Susana trató de explicar su situación pero comprendía que era por seguridad.
Sin embargo, una duda asaltada su mente ¿Entonces, quién me va pagar? Su jefe respondió. “Tienes el 40% de tu sueldo, porque estás bajo cuarentena laboral. Es lo más que podemos hacer”, nos cuenta Susana. Así continuó la zozobra familiar
Pagando los platos rotos
A medida que Susana estaba en su cuarentena laboral, las medidas del estado para contener el coronavirus fueron arreciando. Las fronteras fueron cerradas, las escuelas cerraron (el cierre no aplica para los estudiantes de 1ro. a 9no. grado), hay una reducción del transporte y se prohíben concentraciones mayores de 50 personas. Además, el primer ministro sueco, pidió a los habitantes abstenerse de salir a no ser necesario y también pidió a las empresas que tomen medidas para no propagar el virus.
Por lo que muchas empresas han pedido que sus trabajadores laboren en casa o simplemente no se presenten.
Pero en río revuelto ganancia de pescador, reza un dicho popular en Latinoamérica. Al no existir una cuarentena obligatoria, todo queda al criterio de las personas. Por un lado, las calles de las principales ciudades suecas lucen semi desoladas, los comercios de comida y de servicios están cerrados y muchas empresas han pedido a los empleados que estén en casa.
Pero por otro lado, existe una cara diferente pues muchos toman esto como un tiempo libre y otros han obligado a sus empleados a continuar con su rutina normal de trabajo.
El código de trabajo sueco tiene diferentes tipos de contratos laborales. Unos, gozan de un salario permanente y garantizado. Lo que significa que sin importan las condiciones ellos contarán con su salario íntegro los 12 meses del año.
Otros, dependen de la horas trabajadas. Por tanto, si trabajas, recibís un sueldo, de lo contrario, no se recibe un salario. Por tanto, el parón obligado y la disminución de la oferta y demanda afecta a quienes laboran por un salario basado en sus horas trabajadas. Además existe un grupo invisible, vulnerable, olvidado y expuesto a cualquier tipo de violaciones laborales; estos son los trabajadores indocumentados.
El virus afecta a la corona
No está de más mencionar el fuerte impacto del coronavirus en la economía mundial. Sin embargo, las economías locales serán las que asuman las más graves consecuencias. ¿Cómo pagarán los cesantes las cuentas de este mes? Es una pregunta que ronda en el aire, pues muchos de los empleados no cuentan con un seguro de protección y las oficinas gubernamentales tampoco pueden ayudar a los empleados inmigrantes sin documentos legales, que son explotados por los patronos.
Este panorama produce incertidumbre, lo que ha hecho que la corona (moneda sueca) tenga una fuerte disminución en su cotización. A esto se suma la cantidad de despidos hechos por las empresas.
Después de la cuarentena obligatoria, Susana se presentó a su trabajo. El ambiente, a diferencia de los meses pasados era de calma y tranquilidad. No pasó mucho tiempo cuando ella recibió el llamado de su jefe para que se presentara a la oficina. Susana tuvo un mal presentimiento y sintió un pequeño piquete en el estómago. Al llegar a la oficina del jefe, sus temores se hicieron realidad.
El jefe de Susana le explicó que en vista de la baja en la clientela del hotel tenían que prescindir de buena parte del personal, por tanto no podía seguir laborando ahí. Susana pregunto hasta cuándo duraría el cese. “Es que esto no va cambiar, quizá no me estás entendiendo, aquí ya no te van a contratar”, respondió sin miramientos. Posteriormente, puso frente a ella un documento, el cual pidió amablemente que firmara. Dicho documento era un contrato de trabajo con fecha de expiración para ese mismo día.
Por ley, después de seis meses de trabajo continuo, un empleador está obligado a cambiarle de contrato al trabajador. Quien a partir de ese momento, pasará a tener un contrato de trabajo permanente que le garantiza su trabajo y sus ingresos. Susana, junto con varios compañeros suyos, cumplen 6 meses de labores esta semana recién pasada. “Lo que pasó es que aprovecharon la crisis para no darnos el contrato permanente y con esa excusa, nos quitaron”. Explica Susana con sus sencillas palabras.
Junto con Susana, más de una veintena de personas fueron cesadas en esa unidad del hotel. Sin embargo, este proceso se ha repetido en varios hoteles simultáneamente. Además, la aerolínea SAS cesó a más de 2 mil trabajadores en lo que va del mes. Y se sabe que muchas empresas han repetido este hecho. Sin embargo, no se conoce una cifra exacta de los trabajadores despedidos hasta el momento.
El número de despidos y el costo económico del virus aún no está cerca de conocerse. Al igual que el número de infectados, esta cifra está subiendo día con día sin que las autoridades tomen una medida en pro de los más vulnerables. Susana y su familia no tienen coronavirus, pero sí sufren el resultado de un virus que los dejó sin coronas para vivir.